Mi novio tiene la contraseña de mi celular y yo tengo la suya. Nunca hablamos de eso. Simplemente sucedió. Así como no conservamos la certeza de quién dijo el primer "te amo", tal vez fue junto.
No hay nada que esconder del otro. A veces vemos videos lado a lado, me muestra lo que recibió en el grupo y le presento por donde estoy navegando y pido su opinión sobre las noticias - las aplicaciones existen para tirar de la conversación en lugar de agravar el aislamiento.
Celular no es para ser una caja fuerte, un secreto, una cuenta privada. Es sólo otro recurso para hablar con los amigos.
Los aparatos siempre son accesibles. O cargando o mirando hacia arriba. Si aparece algo en la pantalla, cualquiera puede espiar sin escándalo. Si entra una llamada, el primero que vea avisa quién es.
El celular es como un antiguo teléfono de casa, colectivo, impersonal. No es más grande que nuestra relación. No hay nada dentro que alguien necesite mantener distancia.
El respeto físico y virtual son iguales. Puede abrir facebook, Instagram, e-mail y sólo encontrará mi decencia.
Hay noches que salimos con un solo celular. Sorteamos: hoy es el mío o hoy es el tuyo?, y nos reímos con la divertida alternancia.
Llamaré con su celular. El llama con mi celular. Nadie se pone tenso con algún mensaje que pueda surgir.
Y es una de las más deliciosas sensaciones del amor: la confianza. No protegerse, no ocultarse, no usar excusas, no ser agresivo para omitir conversaciones incriminatorias, no sudar frío por la deslealtad en línea.
No debemos nada, no corremos el riesgo de una afrenta.
El no invade mi privacidad, me gustaría invitarlo...