(Este post está migrado desde mi blog Cine-matica en busca de nuevos lectores.)
Terminada la primera cuarta parte del siglo XX, la física cuántica era un puñado de resultados teóricos y experimentales que estaban a la espera de una matemática que los englobara, al estilo de las leyes de Newton que cubrían la mecánica clásica o las leyes de Maxwell que explicaban los fenómenos eléctricos y magnéticos. En 1925 el joven alemán Werner Heisenberg propone un exitoso modelo en el que las magnitudes observables de los fenómenos se representaban mediante tablas rectangulares de números. Estas tablas podían multiplicarse entre sí, pero con una característica que chocaba a la tradición: el orden de los factores sí podía alterar el producto, se trataba de un producto no conmutativo. Desconocía el joven Werner que su instrumento era un redescubrimiento que llevaba ya algunos años recorriendo los caminos teóricos de la matemática y quien se lo hizo ver fue su maestro Max Born. Resultó además que la chocante falta de conmutatividad no era sino la manifestación matemática del carácter intrínsecamente aleatorio de la naturaleza, que el alemán resumiría luego en su famoso principio de incertidumbre. Mecánica matricial se llamó su propuesta, aunque a él nunca le gustó el nombre por su resonancia más matemática que física.
Pocos meses después de conocido el trabajo de Heisenberg entra en escena un austríaco especial. Respondía al nombre de Erwin Schrödinger ("Esh-re-din-gar", pronunciaba Villegas, mi profesor de mecánica en el Pedagógico de Caracas, recién llegado de su posgrado en Alemania. Por supuesto que españolizo aquel sonido con tanto gusto recordado.) Todo un personaje este caballero Schrödinger: un espíritu absolutamente universal con intereses que paseaban por la matemática y la física, haciendo tránsito hacia la biología y manejando con solvencia la filosofía. Aparte de su obra científica rigurosa y formal podemos ver en su bibliografía personal títulos como Ciencia y humanismo, La Naturaleza y los griegos, Mente y materia, Mi visión del mundo y el muy celebrado ¿Qué es la vida?, del cual el genetista James Watson admitió inspiración para su descubrimiento del ADN.
Difícilmente un espíritu tan abierto y universal responda a convencionalismos burgueses de cualquier naturaleza. ¿Recuerdan aquella película de la década de los 70 llamada Emmanuelle, dirigida por Just Jaeckin, protagonizada por Sylvia Kristel y basada en la novela del mismo nombre de Enmanuelle Arsan? Entre nosotros fue todo un escándalo y hasta prohibición de proyección hubo durante algún tiempo. (Un amigo cinéfilo que gusta de las exageraciones dice que cualquiera de las películas escandalosas de los 70 -El último tango, Historia de O, Emanuelle- podrían proyectarse hoy en un bautizo. A juzgar por el alto consumo religioso de las redes sociales, parece desproporcionada su exageración.) Pues bien, la mención a Emmanuelle tiene cabida en este texto en tanto el matrimonio de Erwin Schrödinger y Annemarie Bertel (Annie) parece un antecedente bastante temprano del argumento de la película: una unión absolutamente no convencional y plena de amor libre. Las infidelidades (¿se podrían llamar así en este caso?) estaban a la orden del día y eran toleradas con largueza. Fácil deducir que la pareja era bocado predilecto de los correveidiles del pacato ambiente científico de la época. (No eran los únicos: Einstein y Marie Curie también llevaron lo suyo... por separado, cada uno por su lado... no quiero confundir.)
¿Y qué tiene que ver lo erótico con la matematización de la física cuántica? No me apuren... no he terminado. Ya mencioné que Schrödinger entra poco después del aporte de Heisenberg. Este último tenía inquietos a los físicos pues su modelo -correcto matemáticamente- dejaba poco espacio para la visualización física. Por supuesto que nuestro amigo austríaco era uno de estos inconformes. Para pensar en el asunto decide pasar unos días de reflexión en una cabaña de los Alpes suizos. No serán mal pensados si deducen que no iba solo, y menos mal pensados si añaden a su deducción que su compañía no era Annie. En efecto, se trataba de una anterior novia, cuya identidad quedará desconocida para siempre en la historia. Algunos biógrafos hablan de un disgusto con Annie, otros dicen que fue ella quien sugirió (y gestionó) la compañía en cuestión. A mí me gusta cómo describe el asunto Jim Baggot (La historia del cuanto: una historia en 40 momentos): "... la relación con su esposa estaba en un punto bajo. Por lo tanto, decidió solicitar compañía a una antigua novia en Viena y dejó a Anny en Zurich. Llevó también con él sus notas acerca de la tesis de de Broglie... No sabemos quién era la chica o qué influencia podía tener en él, pero cuando regresó el 8 de enero de 1926 había descubierto la mecánica ondulatoria."
Ese era el nombre de la teoría que se opondría, como método, a la mecánica matricial de Heisenberg aunque el propio Schrödinger demostraría que ambas formas de ver la cosa eran equivalentes, esto es, darían los mismos resultados aplicados a los mismos problemas. El corazón de la mecánica ondulatoria es algo que conocemos hoy como ecuación de Schrödinger, algo que los matemáticos llaman ecuación diferencial y que contiene uno de los contrasentidos más hermosos de la ciencia: establece con exactitud el grado de nuestras inseguridades. Inseguridades en el mundo ultramicroscópico del átomo, se entiende. A partir de Heisenberg y Schrödinger comienzan las profundas discusiones filosóficas que envolvieron a Bohr, Einstein y el propio Schrödinger.
El matemático Hermann Weyl, quien para el momento era el amante de turno de Annie, dijo (según testimonio directo de Abraham Pais) que el descubrimiento de la mecánica ondulatoria fue "un arrebato erótico tardío en la vida [de Schrödinger]". En ese año, el austríaco cumplió sus 38. Hoy se espera algo más de la vida sexual de un hombre... científico o no.
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El dibujo erótico de Picasso mostrado abajo contiene una profanación de mi parte: le superpuse la ecuación de Schrödinger. Algunos no lo tolerarán, pero no veo por qué no se puede intervenir la belleza con belleza, así sean de naturalezas diferentes. Además, está a tono con lo escrito en los párrafos anteriores. Seguro estoy de que el austríaco conoció y disfrutó la obra del español. No tengo ningún elemento que me permita siquiera sospechar la relación recíproca.
El dibujo fue obtenido de este enlace. Espero que sean reproducciones auténticas.
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oh, interesante, cuando de matemática se habla me distraigo, sin embargo quiero acercarme mas a ella ya que me persigue, jeje mas aun si la relacionas con algo tan hermoso como el cine, te seguiré para estar pendiente, saludos
Gracias, @ricodarly. También disfruté de tu reseña de cine. Estaré por aquí con las dos cosas: cine y divulgación científica. Este post tiene una segunda parte.