Ella escuchaba el retumbar de las paredes, la música alta que siempre colocaban sus vecinos y que siempre le aturdían los nervios, esta vez era más fuerte de lo normal, estaba tan alta que no podía escuchar el sonido de sus pensamientos. El brum brum de los bajos le hacían recordar que había leído en algún lado sobre lo mucho que les había costado a los científicos probar que el sonido era una onda. Si hubieran escuchado alguna vez esos bajos, la forma en la que la vibración le estremecía los huesos y sacudía los cuadros de sus paredes no lo hubiesen dudado ni un segundo.
Ella en su cama con la cabeza cubierta de mantas y almohadas estaba en el lugar donde menos se sentía la música. Se repetía a sí misma y a su conciencia que debía ser paciente, había llegado a un acuerdo los vecinos, ella no llamaría a la policía siempre y cuando la música fuera bajada a un volumen tolerable a la medianoche y totalmente apagada a las dos.
- Si no estuvieras sola y amargada no te molestara tanto la música –le reclamaba su conciencia aburrida de ser ignorada.
- Lo que deberías es estar allí adentro bailando, eres joven todavía. - ¿Te puedes callar? Estoy tratando de dormir.
- Pues no me callo porque igual es imposible dormir con semejante estrépito.
Ella suspiró frustrada, a veces no sabía si su conciencia era su mejor amiga o la peor. Daba vueltas en la cama y nada, miró el reloj de la mesita, 12:30 am y el volumen parecía más alto que hace unas horas. Se hubiera parado a protestar si no hubiera estado tan cansada como para plantearse la idea de cambiarse de ropa, ni loca salía con bata y mucho menos esa que por ser su favorita estaba vieja y rota, la usaba desde niña por lo que le quedaba corta. 1:15 am, muy bien –pensó –si este quiere guerra, guerra va a tener. Un solo timbrazo de su teléfono bastaría.
Desesperada se levantó, fue al baño, terminó de fregar los platos que había dejado para el otro día, ojeó su correo electrónico retrasado, 2:04 am y la música se burlaba de su sueño con su frenético brum brum, pareciía como si se hubiera montado una hora loca.
– ¡Listo! Se acabó mi cooperación. Llamó, calculó los 5 minutos que le dijeron que tardarían y acercó su oreja a la puerta a ver si lograba distinguir los sonidos.
Cuando llegó la policía ni siquiera los escucharon hasta que fue demasiado tarde. Afuera del apartamento ajenos a todo, los invitados de la fiesta entraban y salían con bebidas en la mano, adentro hacía demasiado calor por los cuerpos de todos apretados bailando. Un chico que caminaba impaciente de lado a lado con un teléfono en la mano con cara de preocupado sonrió con alivio cuando vio llegar a los estripers (los policías), se acercó a ellos y les dijo al oído.
–¡Joder, sí que han llegado tarde! Los estábamos esperando desde hace dos horas, las chicas ya no se acordaran de ustedes mañana de lo borrachas que están, aunque pensándolo bien, así podremos anotar con una que otra y ninguna se quejará, espero hayan traído material para todas, saben a lo que me refiero ¿No? –con tono jocoso mientras les guiñaba a un ojo.
–Señor Disculpe, creo que ha habido una confusión. Con cara de poca paciencia le enseño la placa mientras el otro palidecía. –Soy el agente de la policía David Fuentes, Si usted es el dueño de la casa haga el favor de apagar la música por las buenas, unos vecinos han llamado para quejarse, sino vaya a buscarlo porque está en problemas.
–Pero ¿Qué… Qué vecinos si aquí...? –El chico atónito, no podía creer su mala suerte –¡La madre que la parió! Exclamó mientras fulminaba con la mirada la puerta del apartamento del frente.
–Señor cuide su vocabulario y apague la música. Le dijo de nuevo el policía, esta vez gritando porque creyó que el chico no lo había escuchado la primera vez.
Él entró a la casa y apagó la música, hubo un quejido general y algunos lo abuchearon. Un policía lo había seguido hasta adentro y le preguntó :
-¿Hay menores aquí?
-Emmmm… No.
El chico lanzó una mirada inquisitiva a sus invitados y descubrió muy a pesar suyo que no conocía ni a la mitad, hasta entonces no se había fijado en que algunos parecían demasiado jóvenes.
-¿Drogas? –Negó con la cabeza –Más le vale, igual tendrá que acompañarnos a la comisaría. Con voz alta y clara el policía se dirigió hacia la muchedumbre:
-Señores se acabó la fiesta, salgan con calma, en la salida los revisaran para verificar sus identidades, los menores tendrán que acompañarnos. Abajo en el estacionamiento una patrulla estará midiendo el grado de ebriedad de los conductores, les advierto que lo mejor será que llamen a un taxi, ahórrense los conflictos. Prosigan.
En el medio de la sala una mujer chiquita pero con cara de los mil demonios se quedó mirando con rencor al chico, se acercó a él y lo golpeó con saña mientras le gritaba histérica.
-¡Me dijiste que no habría problemas con los vecinos! ¡Oh por Dios, qué vergüenza! ¡Has arruinado mi día especial! –La chica terminó con una especie de lloriqueo
–¿Ahora cómo se supone que le explicaré esto a Freddy? Bueno esperemos que no se entere.
Al otro lado del edificio, una chica muy satisfecha de sí misma se acostó a dormir. – ¡Ja! Eso les pasa por no cumplir con su palabra, apuesto a que creyeron que yo nunca lo haría, pues bien ¡Que se jodan! Pensó mientras se estiraba como un gato y se quedaba profundamente dormida.
Esta historia continuará...
Bienvenida a nuestra comunidad. Un saludo del grupo Mosqueteros
Gracias!!
Mi realidad de todos los fines de semana, la diferencia es que no son vecinos sino extraños que tomaron la calle para hacer sus fiestas callejeras: horrible, por lo menos tu historia tiene un final feliz. Saludos.
jajajaja por ahora... espero poder continuar esta historia