Desde niñas nos enseñan que debemos amar a nuestros padres y por supuesto al hombre que escogieramos para toda la vida. Es de allí que se despierta en nosotras como mujeres la necesidad de amar y de edificar un hogar que refleje amor, armonía, es decir, que todos los integrantes de ese grupo familiar se sientan felices cada día.
Pero con ello, nacen ciertas situaciones que generan en la mujer una responsabilidad mayor, que produce un aprendizaje de la misma vida. Ya que, como mujer también se es ser humano, que tiene defecto o debilidades que desconciertan el entorno y la armonía del hogar. Y ¿qué debemos hacer para que esto no ocurra?
Una vez, escuchando una historia de mi madre donde narraba lo que había vivido producto de una infidelidad de mi padre, al escuchar todo lo que ella decía y sentir su tranquilidad al contarlo, le pregunte si no había sentido odio por mi padre y su respuesta fue que el amor perdona cada detalle y debilidad que se tiene dentro de la pareja; lo que me llevo a reflexionar en una escritura que cita que la mujer sabia edifica su casa.
Como mujeres somos capaces de ser madres, amigas y esposas; pero el rol que más desencadena sentimientos fuertes en nosotras es el de ser esposas, porque en el instante que decidimos amar una persona entramos en un mundo donde se nutre el hogar por nuestros sentimientos, ya que somos capaces de construir y destruir un hogar, siendo esposas debe despertarse en nosotros la necesidad del perdón, olvido y amor sin condición. Nos convertimos es mujeres guerreras que emprendemos el camino guiando y ayudando a nuestra pareja, pero con una sabiduría que te lleva a olvidar las ofensas causadas. Muchas veces escuche de mi madre y abuela “quien ama, olvida” y ahora reconozco que nosotras despertamos ese don cuando decidimos amar.
pero hay límites, cuando se traspasa el irrespeto.