—Yo no hice nada. —Quité sus manos de mi rostro—. Tú lo causaste.
Ella quitó las manos de mis mejillas cuando las palabras abandonaron mi boca. Fue un duro golpe del hombre que siempre decía cuanto la amaba, arreglaba las cosas dañadas y la buscaba cuando nadie más lo hacía. Skyler estaba acostumbrada a esa clase de hombre, por lo que al enterarse que estaba en transición para dejar de serlo, una parte de ella cambió conmigo y notó que dejaría de ser ese hombre que alguna vez fui.
—Te veré en unos días, Skyler —me despedí de ella—. Adiós.
Sujeté la manija de la puerta y la cerré al salir, justo cuando una ola de frío azotó mi cuerpo. Estaba helado afuera, pero mi cuerpo nunca se sintió tan caliente como en ese momento. Fue algo que nunca olvidaría, junto a lo que vi la tarde que regresé a casa.
Subí la maleta al auto, encendí el motor, la calefacción y la radio, antes de retroceder y arrancar de ese lugar. Conduce bajo el límite de velocidad, con cuidado por el desfavorecedor clima que caía sobre el auto. No podía ver mucho la carretera por la cantidad de nieve que caía, pero gracias al limpiaparabrisas y a las intensas luces de los semáforos, sabía en qué parte del estado estaba. Me detuve en un lugar a comprar las provisiones necesarias para el viaje, y continué bajo el inclemente clima.
A mitad de viaje, decidí hacer una llamada telefónica. No soportaba la incertidumbre de saber qué diablos le pasaba a mi esposa por la cabeza, y sabía que solo una persona la conocía como la palma de su mano y sería abierta a mí en cuanto a preguntas. Marqué en el tablero del auto el número de una personita muy especial y esperé que tras los repiques respondiera, aun cuando sabía que quizá estaba ocupada.
—Alaya McConaughey —respondió al teléfono.
—¿Cómo esta, miss hospital?
—¡Ezra! —Reconoció de inmediato mi voz y la forma cómo la llamé; era el único que la llamaba de esa manera—. ¿Cómo estás? ¡Qué bueno hablar contigo!
—Estoy bien, de camino a Charleston —comenté todo de una vez, antes de que comenzara a preguntarme detalles—. Voy al recordatorio de mi amigo de la infancia.
—Lo lamento mucho.
—Esta bien. ¿Tú cómo estás? ¿Cómo están los niños y Simmons?
—Los niños están bien. Simmons esta viviendo en otra parte. —Estuvo un rato en silencio, con la bocina tapada, mientras le daba indicaciones a una enfermera—. Tenías razón, Ezra, siempre la tuviste. Lo encontré masturbándose con una mujer en mi misma cama, una noche que los niños se quedaron con sus abuelos y yo salí temprano.
Apreté el volante del auto al escuchar las palabras de Alaya. La quería demasiado como para desearle un final así. Ella era una mujer fuerte, valiente, luchadora y con un carisma que me encantaba, pero estaba ligada a un hombre que siempre me dio mala espina. Simmons se la pasaba de viaje por negocios, en reuniones con empresarios o de paseo con alguno de sus padres, y su esposa siempre fue el plato de segunda mesa.
Nunca la valoró como se debía, y esos eran los resultados. Ella jamás volvería a estar con un hombre que prefiere masturbarse con una mujerzuela, a quedarse junto a un maravillosa mujer que siempre prefirió machacar su corazón con tal de hacerlo feliz. Alaya vivía recluida en el hospital los días de semana, y los sábados iba con los niños al parque o a comer helado, cerrando el domingo con una visita a la iglesia. Para cualquier hombre sería la mujer ideal, pero no para alguien como Simmons.
Ella lo dio todo por su carrera y por su familia, pero se equivocó de hombre.
—No sé qué decirte, Alaya. Simmons siempre fue un idiota, y yo siempre supe que no te merecía. Sí, te dio dos hijos maravillosos, pero no vale la pena que estés con un hombre que no te valora como mujer y te trata como segunda opción. —Relamí mis labios y apreté aún más el volante del auto—. Mereces a alguien mejor, Alaya; alguien que te ame con cada molécula de su cuerpo y no le importe que luches por lo que amas.
Ella estuvo silenciada algunos minutos, quizá pensando lo que dije. Sabía que no era fácil desprenderse de una persona con la que vivió tantas cosas, pero la felicidad propia siempre debe ser mayor a hacer feliz a alguien más. El costo de la infelicidad, termina propagándose a las personas que sí te aman y se vuelve un bucle sin fin. Gracias a cielo Alaya se enteró la clase de hombre que era y no lo perdonó como otras veces.
Tragué saliva y bajé un poco la velocidad. El auto olía a frambuesas; un aparato que Skyler compró para mantener el auto perfumado. Desvié la mirada al adorno que estaba incrustado en la ventilación y pensé en nosotros; no quería que termináramos como Alaya y Simmons: odiándose a muerte por un tercero infiltrado.
—Pero duele mucho, Ezra —susurró al frotar su nariz. Estaba llorando por ese maldito hombre que no merecía ninguna de sus lágrimas, lo que me hizo odiarlo aún más. Detestaba que una mujer llorara por un jodido hombre—. Me duele horrible saber que no le bastó conmigo y por eso buscó a alguien más en la calle. Y quizá por eso me duele tanto lo que esta pasando contigo y mi hermana. No mereces que te hagan eso.
Detuve de inmediato mis pensamientos. Esa fue la chispa que incendió de nuevo la duda que en un principio Gaytra sembró en mi cabeza. Tuve un ligero miedo antes de peguntar algo que quizá no me gustaría saber, pero era tiempo de descubrir los más oscuros secretos que tenía mi esposa conmigo. Una pequeña parte de mí no quería saber, pero esa zona que se vanagloriaba en la verdad fue más fuerte que la temerosa.
—¿Cómo que me hagan eso? —inquirí con la mirada en la blanca carretera.
—Mereces saber la verdad, Ezra. Y la verdad es… —Se interrumpió de un momento a otro, como si su mente le hubiese enviado un bloqueo sobre lo que estaba bien y lo que ella estaba a punto de contarme sobre mi esposa—. Skyler no es la misma mujer de la que te enamoraste, y quizá ya lo sabes.
—No entiendo, Alaya. ¿Qué intentas decirme?
Podía notar en su voz como le costaba contarme sin sentir que defraudaba a su hermana. No podía siquiera imaginar lo que Skyler ocultaba y su hermana conocía, pero por la forma en la que Alaya reaccionó, me indicó que no era un secreto bueno, y sentí un miedo que me caló hasta los huesos y fue más frío que la nieve del exterior.
—No quiero defraudar a mi hermana, pero te he agarrado cariño en estos años, y me enoja que ella no sea sincera contigo con relación a lo que sucede. —Escuché como suspiraba y soltaba aire sobre la bocina del teléfono—. Por esa razón y aunque mi hermana me odie, necesito que nos veamos para contarte los detalles. Necesitas saber la verdad, Ezra Wilde, y así tú mismo verás que la vida no es como la pintan.
Me aferré al volante del auto y sentí una increíble ira correr por mi cuerpo. No sabía qué era eso que Alaya me contaría, pero ya podía sentir como eso arruinaría toda mi vida de una manera imperdonable. Mi esposa no tenía por qué tener secretos conmigo, y aún menos, secretos que acabarían con nuestro matrimonio en tan solo un chasquido de dedos. No sabía de dónde nacía ese odio, pero comenzaba a vislumbrar el final.
—No entiendo —mascullé con un nudo en la garganta—. Explícame, por favor.
—Búscame cuando regreses. Te diré todo lo que sé. —Ella le comentó algo sobre unos medicamentos a otra persona y le comentó que le diera unos segundos, que volvería en unos minutos y atendería al paciente ella misma—. Ahora tengo que irme. Cuídate mucho, Ezra, y mantén los ojos abiertos. Hay mucha maldad en el mundo.
Ella tenía que irse a atender a sus pacientes y yo solo debía esperar unos días para saber qué era lo que ambas mujeres ocultaban, pero me resultaba imposible contenerme ante algo que necesitaba saber de inmediato. No quedando de otra que esperar, me resigné a vivir con la duda durante un par de días, o hasta que la bomba entera explotara y cada persona involucrada en la misma terminara tan herida como yo.
—Cuídate, Alaya —me despedí antes de colgar—. Adiós.
Me quedé pensando en todo ello, al punto de desear regresarme y conocer la verdad. Y estuve a punto de hacerlo, de no ser porque Vladimir llamó a mi teléfono. Observé el nombre en la pantalla y apreté de inmediato el cuadrado verde.
—Vladimir. ¿Cómo estás?
—Todo bien, Sr. Wilde. —Él se acostumbró a llamarme por mi nuevo apellido, pero en algunas conversaciones se le salía el viejo—. ¿Cuándo vuelve a Charleston?
—¿Por qué lo preguntas?
—El Sr. McMurdo esta ansioso por comprar el rancho, y quiere que sea lo más pronto posible. —Ese hombre no quería esperar ni un día para convertirlo en un ligar para sus hijos. Vladimir lo convenció de que el rancho era el mejor lugar para vivir y estaba ansioso—. Le dije que usted volvería pronto, pero él quiere una fecha.
Aún no me sentía seguro de vender el rancho, siendo eso la única razón por la que pospuse esa venta durante meses. El Sr. McMurdo fue demasiado condescendiente con cada plazo que le daba para algo diferente, así que no era justo que me echara para atrás en el último minuto. Además, después del recordatorio de Charles, dudaba mucho que volviera a Charleston. En cuanto vendiera el rancho, nada me ataba a ese lugar.
Podía sentir como mi corazón galopaba con mucha rapidez al recordar todo lo sucedido en ese rancho, desde que nos mudamos hasta que salí con las esposas en mis manos y observé a Andrea en el umbral de la puerta, bañada en lágrimas. Esa fue la última imagen que tenía del rancho, y no era una imagen que quisiera guardar en mi cabeza por más tiempo. Me ahogaría en mi propio dolor si no me deshacía de él.
—Entiendo —articulé al remover mi cuerpo en el asiento—. Dile que voy en camino, pero necesito unos días para sacar las cosas y arreglarlo para la venta.
—Me alegra mucho saber que volverá.
—Sí, a mí también. —Carraspeé mi garganta—. Estaré allí esta misma tarde.
—Lo espero, Sr. Wilde.
Colgué la llamada y me enfoqué en la carretera. Tenía muchísimas cosas en las cuales pensar, desde la venta del rancho, lo que haría con los caballos que quedaban y todas las cosas de mis padres. Nunca desecharía los recuerdos de mi madre o las cosas construidas por mi padre, pero no temía un lugar donde dejarlos. Había pensado en un depósito a las afueras de Charleston, donde guardaban las cosas de las personas.
La verdad era que no me sentía cómodo dejando todo en una especie de muelle, cuando cualquiera podía tumbar el cando y llevarse mis cosas. Sabía que eran artículos materiales y cosas que de dañarían con el paso de los años, pero no podía desprenderme de algo más. Ya lo había hecho de mis padres cuando murieron y lo hice de muchas personas que amaba, pero esas cosas que me quedaban de ellos lo eran todo.
Cerré los ojos unos segundos y froté mis manos al detenerme en uno de los semáforos de las ciudades por las que pasé. Solo era cuestión de tiempo regresar por ese mismo camino a Memphis y decirle adiós para siempre a Charleston. Rasqué mi barba y estiré las piernas mientras esperaba que cambiara la luz. Ya el clima se había disipado, quedaba solo una brisa que calaba hasta los huesos, pero no había nieve.
Estaba comenzando a arribar a las afueras de Charleston, cuando un recuerdo regresó a mí. Imaginé lo que sería volver a ver a Andrea después de esas semanas separados. Sabía que ella no cambiaría en tan solo días, pero extrañaba verla. Andrea era como una medicina que si no consumía moría muy lentamente. Y la extrañaba como no extrañaba a Skyler, y eso era demasiado para un hombre que estaba casado.
—Ya, Ezra. Deja de pensar en eso —me susurré al cambiar la luz.
Me esforcé en no llamarla y no escuchar su voz, pero las ansias de ella fueron más grandes que mi fuerza de voluntad. Y así, sin detenerme a pensar las consecuencias, terminé marcando su número y esperando que atendiera. Supuse que estaría en un avión en ese momento, pero una parte de mí tenía dudas de eso. Andrea no era la misma mujer que conocí doce años atrás; ella se había transformado en alguien diferente.
Ya no era esa mujer que no tenía nada que perder; era alguien que podía perderlo todo si pisaba una mina y explotaba. Éramos diferentes a esos locos que se enamoraron en una maldita manga de Charleston y terminaron sucumbiendo ante un plan grande que nosotros mismos. Fue algo que nos cambió la vida, pero esa misma vida nos colocaba de nuevo uno frente al otro, sin buscarnos, entendiendo que éramos ese jodido hilo rojo.
Cuando creí que no contestaría, una voz hizo saltar mi corazón.
—Ezra —saludó ella con esa voz que me derretía por dentro—. ¿Cómo estás?
—Voy camino a Charleston —respondí con el corazón en la boca. Ella me aceleraba con solo escucharla, lo que me indicaba que me enloquecería estar con ella durante tantas horas, en un lugar alejado del mundo—. ¿Estarás allí cuando llegue?
—¿En eso quedamos, no es así?
—Tenía miedo de que te arrepintieras.
—¿De volver a verte? —inquirió seguido de un suspiro—. Eso no se piensa, Ezra.
Me habría fascinado decirle que me llamara Nicholas, pero eso era insertar un dedo en una herida que aún no estaba listo para cauterizar. Lo que nos condujo a separarnos, quizá fue lo mismo que nos unió de nuevo, excepto que mi cómplice de huida era la persona de la que nos despediríamos una vez más en ese gélido diciembre.
—¿Cuánto te falta para aterrizar? —pregunté.
—Media hora —pronunció de inmediato—. ¿Pasarás por mí?
—Eso tampoco se pregunta.
Quizá para la mayoría de las personas estábamos coqueteando, pero en nosotros era algo ordinario. Andrea y yo nunca tuvimos un romance bonito, de esos donde llevas flores, sales de pase, cenas en un lugar elegante, vas a ver una película de esas cómicas en el cine, escoges alimentos en el supermercado, te duermes con la nariz en su cuello y despiertas con un beso de ella en tus labios. Así no fue nuestro amor; fue doloroso, al punto de desear no habernos conocido en ese jodido pueblo de Bradley.
—Te voy a esperar —emití con una sonrisa en los labios.
—Esta vez sí llegaré —afirmó antes de colgar.
Me sentí un superhéroe los minutos que faltaban para ir por ella al aeropuerto. Por suerte recordaba bien la dirección, y antes de que su vuelo aterrizara, estaba esperándola en la puerta de desembarque. Varias personas estaban junto a mí, algunos con letreros en sus manos y otros con niños sujetos a sus dedos. Podía sentir mi corazón salirse del pecho cuando anunciaron que su número de vuelo comenzaría a salir.
Froté mis manos en los muslos y revisé los botones de mi camisa más de una vez. El clima allí era frío, pero decidí colgar mi chaqueta en el codo, al tiempo que insertaba las manos en los bolsillos del pantalón. Casi podía sentir una gota de sudor nervioso bajar por mi espina dorsal, al tiempo que las puertas se abrían y las personas comenzaban a bajar. Eso era demasiado emocionante, al punto de sentir mi puto corazón en los oídos.
Todo a mi alrededor se difuminó cuando vislumbré a la mujer más hermosa agradecerle a la aeromoza el viaje, sonreírle y escanear el lugar en mi búsqueda. Cuando sus ojos se posaron sobre los míos, entendí que Andrea era la única a la que podía amar.
Cuando la vi sonreírme, mi jodido corazón volvió a latir.
Capítulo 33 | Alma sacrificada [Parte 2]
—No, Ezra. —Apretó de inmediato mis mejillas—. ¿Por qué me haces esto?
😱 "la tarde que regrese a casa" se que ella no se merece nada, pero igual me sienta mal que la consiga con su mejor amigo, soy demasiado sensible para edte tipo de emociones 😩😥💔
Pero qué bonito es todo esto 😍😍😍
Entonces... Skyperra será descubierta pronto y, por lo que entendí, el mismo Ezra será testigo de primera fila ¿verdad?
Dime que sí 🙏 lo amo y no me gusta que sufra, pero tampoco quiero que le queden dudas xD
#TeamWhitewood estamos de vuelta 😎
Cual es el secreto de Skyler? Hay algo mas aparte de su romance con Steven? Me parece que lo que sabe Alaya es otra cosa...mi corazón se llena de ternura al ver como siguen amandose a pesar de todo 😍😍😍
😍😍😍
No puedo con tanto Aime 😍😍😍💜 los amo, los adoro :3 ¡Dios mío! Que bellos, que hermosos :3 ya quiero otro capítulo 😭💔 y la garrapata de Skyler tiene sus días contados, no sabes cuán feliz me hace eso 😏🙌
¡Ho! ¡Por Dios! :O. Este hombre me vuelve loca, pienso que tiene mucho que decir skyperra, como dice Esme, guarda varias cosas esa arpía. Nicolás volvió a ser el que no se deja convencer tan fácil.
Me gusto que Andrea dijo: Esta vez si llegare.
ayyyyyy..... es que me derrito!..
ese amor es sincero y pese a todos loa obstaculos q se presente se que saldra adelante...
me apena que descubra una verdad tan dolorosa de oarte de la persona que le prometio lealtad y amor pero el destino juega con noaotros y ellos son ese hilo rojo que no se rompe facilmente...
ese par se aman solo con pensarse y un amor asi no se acaba tan fscil pase el tiwmpo que pase...
amo este capitulo, esperl q las cosas se mejoren para todos
escribes una historia hermosa....
mil gracias...
Me muerooooo quiero el otro capítulo ya!!!!y maldita skyler se está cayendo la máscara!
Adoró Andréa y a Nicolas,eso es un amor verdadero😍😍😘
Qué lindos es como si el tiempo no pasará xq se siguen amando tanto o más que antes ojalá que estén juntos lo merecen Skyler es una maldita zorra que ya se le va a caer el teatrito me alegro por eso.
Dios mio...¡¡¡ Amo tus historias, solo espero q despues de tanto sufrimiento tengan un poquito de felicidad....¡¡¡ Ezra y andrea han sufrido tanto
Que emocion esta me enpieza a gustar pero se que siempre hay un entrometido 😡 espero no haya mas sufrimiento para ellos creo que ya pasaron de todo que paguen todos los malos es el monento 😏
Apurada a q mi Ezra ya se de cuenta de todoaunque sea doloroso para el 😥
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Poco a poco Skyler va teniendo lo que se merece jajajaj...
Mi Nicholas esperando todo emocionado a Andrea como todo adolescente enamorado ... que me muero...
Gracias por actualizar.
Al fin van a estar Juntos Nicholas y Andrea por que este no es Ezra es nuestro vaquero que volvió y sabe que esta vez si encontrara a su Taheña, esta vez ella no lo dejara así sea por poco tiempo. Skyler sigue demostrando que es una manipuladora ojala Alaya le cuente la verdad a Ezra.
simplemente los amoooooooooooooooooooooooo
Todo caerá x su propio peso o al menos eso espero en relación a Skyler, la mentira no puede seguir oculta, Ezra no lo merece. Independientemente d eso, Lo suyo con Andrea no podría calificarse como traición xq no se están comportando como amantes furtivos, x ahora no han cruzado la línea.
Que hermosos son los dos. Me intriga lo q la cuñada de Ezra tiene q contarle. Se acabó el juego de skiler. Cm dicen, se va a kdar sin el pan y sin la torta.