Capítulo 51 | Alma sacrificada [Parte 1]

in #spanish7 years ago (edited)

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Fueron los cuatro peores días de mi vida. Entre la ausencia de electricidad, la casi nula comunicación con los entes gubernamentales, el encubrimiento sobre lo que en realidad sucedía en el país, el caos bajo el cual vivíamos, los gritos en las noches por los saqueos, las muertes y los incendios, junto a ese dolor que solo aumentaba en el centro de mi pecho, hizo que esa última semana fuese la peor de mis veinte años.

Mamá intentaba cubrir el sol con un dedo ante todo lo que sucedía a nuestro alrededor. Ella fingió sonreír en el día y ser la mamá dulce en las noches. Ezra, por otro lado, se veía preocupado, con el entrecejo fruncido y las manos apretadas. Mamá cuidó de sus nudillos, sin embargo no hablamos más del tema de Maximiliano. Después de regresar de esa cabaña, Ezra Wilde no era el mismo hombre que entró la primera vez.
Él tenía una oscuridad en su mirada, como si supiera lo que sucedería con nosotros antes que nosotros mismos. Yo quería creer en mamá, confiar en ella al igual que lo hacía de niña, cuando me aseguraba que bajo mi cama no vivían monstruos, que los humanos lo eran. Justo allí entendí sus palabras. Vivíamos en un mundo manejado por monstruos burócratas que manejaban todo a su antojo y conveniencia.
Mamá estuvo trece años siendo observada por un hombre en el que confiamos en su debido momento. Esa persona nos manipuló, jugó con nosotros como si fuésemos piezas de su tablero de ajedrez. Él y Ezra se debatían un juego sobre quién obtendría la reina. Ezra intentaba protegerla por todos los medios posibles, pero las piezas de Max aun la atacaban. Conmigo, golpearon más de una vez su corazón.
El último fue la estocada que la desangró.
Estaba sentada en el sofá de la sala, leyendo un libro, cuando ella se acercó e insertó su rostro en mi cuello. Sonreía igual que de niña, cuando me hacía cosquillas sobre la cama, rascaba la planta de mis pies o respiraba en mi cuello. Ella sonrió, una sonrisa genuina, no esas que nos mostró las, últimas noventa y seis horas. Bajé el libro y giré hacia el espaldar. Ella retrocedió y planchó la parte delantera de su camisa.
Detrás de ella se encontraba Ezra, con las llaves del auto en las manos. La ciudad seguía siendo un caos, así que salir era contraproducente. No sabía a dónde irían que no podía esperar. De inmediato pensé en Max y en la abuela. ¿Y si atacó de nuevo a algún miembro de nuestra familia? De nuevo ese dolor apretó mi pecho y salpicó mi voz.
—¿A dónde van? —pregunté temerosa.
—La policía nos tiene pistas sobre el paradero de Max —respondió ella, seguido de una mueca—. ¿Estarás bien si te quedas sola unas horas? Prometo no tardar.
—Estaré bien —mentí una vez más—. Tengo protección.
Tenía demasiado miedo de quedarme sola en el pent-house. Se suponía que estaba protegida y eso le dije a ella, no obstante, ese hombre que nos cazaba como presa de depredador, no tenía límites ni imposibles. Fácilmente podría apoderarse de ellos o de mí. Sentía que quizá era la última vez que los vería. La muerte era algo incontrolable, y la vida siempre fue efímera. Un momento estás vivo y al otro eres alimento de gusanos.
Por lo imperativo de la situación, no apelé ni comenté nada que los detuviera. Si la policía tenía pistas sobre el paradero del asesino, ellos debían conocerlas. Por mi miedo no dejarían de conocer detalles importantes. Claro, estaba el problema de mi infinita necesidad de ser protegida. Mamá nunca me dejó sola o desamparada cuando mi padre permitió que estuviese conmigo. Ella me protegió hasta el último cabello de la cabeza.
Andrea fue la madre que cualquier persona querría tener, y yo era su hija problemática. Siempre le causé problemas, unos tras otros, por diferentes motivos. Fui el talón de Aquiles que Max usó más de una vez. Desde el comienzo de su historia con Ezra, Maximiliano Hartnett me usó como su mejor pieza del ajedrez. Me movía para que la reina saliera de su escondite y me protegiera. La capturó varias veces, sin embargo Ezra no dejaba de protegerla y regresarla a su lugar seguro.
—Volveremos pronto —aseguró antes de besar mi frente—. Te amo.
—Cuídense.
—Nos vemos, rojita —se despidió Ezra y guiñó su ojo derecho.
Me recosté de nuevo en el sillón y cerré los ojos. Mientras el mundo afuera del apartamento fuese un maldito caos, no podía salir a ninguna parte. Shana y Anthea estaban encerradas en su propio mundo, con sus ocupaciones. Yo me aburría a muerte dentro del pent-house la mayor parte del tiempo; la otra parte se resumía a preocuparme por mamá. Ella era una mujer fuerte y tenía a Ezra con ella, pero eso no impedía que se sintiera desprotegida. Ezra no era Dios; él la protegería, pero hasta cierto punto.
Recordé lo bien que me sentía con Keith. Ezra era con mamá lo que Keith fue conmigo: un amigo, un compañero, un amante, un protector, un confidente, la persona que estaría a mi lado el tiempo que yo quisiese. Era inevitable pensar en él cada vez que Ezra besaba a mamá en la mejilla, la hacía reír o la protegía de esa forma tan apasionada. Era imposible imaginarse una vida separados, pero por un momento lo hice.
Froté mis ojos y me coloqué de pie. No teníamos mucha comida en el refrigerador. Gracias a la invención tecnológica, mamá compró paneles solares algunos años atrás. El sol no salió tanto en esos días, sin embargo, las pocas horas al día que se proyectaba bastaban para mantener lo importante: el refrigerador, la calefacción, algunas luces y los aparatos electrónicos. Caminé hasta la cocina y busqué una taza de fresas.
A medida que engullía cada una de ellas, pensaba en cómo nuestras vidas dieron un vuelco tan grande. Pasamos de ser personas razonablemente felices, a convertirnos en momias andantes. Mamá casi no dormía, Ezra se veía cansado y yo no pude seguir durmiendo con la luz apagada. Max era como El Coco de la historia de mi niñez; se escondía en la oscuridad y me asustaba. Mastiqué una fresa y mordí mi lengua.
Maldije el dolor que sentí. Busqué hielo y lo introduje en mi boca. Una vez que el dolor cesó, regresé al sillón. No podía agotar la energía con la televisión o algún videojuego, así que busqué la tableta y escaneé si había alguna persona que estuviese igual que yo o tuviese un poco de energía que gastar conmigo. Revisé la lista de persona que llevaban días sin conexión, pero junto a uno de los nombres titilaba un punto verde.
Pulsé el botón del video llamada y esperé que ella la aceptara. Tras unos segundos esperando, la rueda que giraba en el centro de la pantalla se detuvo y me mostró el rostro lavado de Shana. Ella se encorvó sobre la pantalla y recogió el cabello detrás de sus orejas. Lucía más radiante que la última vez que la vi, sin mencionar su sonrisa.
—¿Qué cuentas, Gomita? —preguntó.
—Nada agradable —respondí tras cruzar las piernas—. Mi vida es un asco.
—¿Qué pasó?
—Bueno, comencemos porque nos busca un asesino serial. —Shana amplió los ojos y formó un círculo con sus labios—. Maximiliano Hartnett quiere matarnos.
—¿El que lo busca la policía por matar a esas personas?
—Sí. —Asentí—. ¿Tienes tiempo de escuchar la historia?
Ella recolocó sus piernas y asintió. Escuchó detenidamente la historia y esperó en silencio que terminara. Shana no interrumpió o me pidió que le explicara más lento. Entendió lo que quise transmitir y el miedo en mi voz. Se suponía que al contarlo dejaría de sentirme atrapada y angustiada. Una vez alguien me dijo que aquello que nos oprime es lo que callamos por temor a lo real que se volverá si lo cuentas.
Medio país conocía lo que Maximiliano hizo, así que más real no podía ser. Contarle a Shana solo lo volvía más tangible, mas no alcanzaba el segundo punto que el hombre me contó: una vez que le cuentas a una persona, podrás liberarte. Yo no me sentía más liberada, e incluso podía llegar a decir que el miedo aumentó de vigor y potencia. Cuando sentí las lágrimas escocer y el nudo atado a la garganta, paré.
—Necesito olvidarme de eso algunos minutos —articulé una mentira tras otra. Para no ser descubierta, cambié el tema—. Cuéntame de Micah. ¿Cuándo se casan?
—Todavía no. —Shana tardó unos segundos en contestar. No estaba segura de seguirme el juego de no hablar sobre Max o en realidad me ocultaba algo sobre Micah. La respuesta llegó sola—. Hablé con mis padres. Les dije que viviría con él y estudiaría diseño de modas. No tienes idea del palidecido rostro que colocaron. Mamá me dijo que me convertiría en una hippie, y papá intentó atarme a la casa con la excusa de que no quería verme en la calle con tres niños, trabajando como mesera para mantenerlos.
Los padres de Shana eran unos religiosos devotos de Dios, los cuales pensaban que vivir con una persona era igual a matar a una. Lo poco que conocía de ellos eran cosas malas. No me extrañaba que tomasen esa posición. Shana no era una niña, ni una menor de edad, pero ellos querían tratarla como si lo fuera. Micah hizo lo correcto. Se presentó con ellos, pidió su mano y se mostró tal como era. El problema siempre fueron ellos y sus prejuicios con aquellas personas que no compartían su sangre azul.
—Es entendible, Shana. Todo lo que sucedió entre ustedes fue muy repentino. Y no digo que no lo quieras o él a ti. Es que fue sorpresivo. De pronto me dices que dormiste con él, y ya me hablas de vivir y casarse con él —emití una palabra tras otra, como un monólogo reensayado que surge de la nada—. No cualquiera lo toma bien.
—Son mis padres y deben apoyarme, Samantha.
—Entiendo. —Ella me comentó que Micah estaba trabajando como policía desde un par de días atrás, así que para seguir el hilo de la conversación y no caer en mí de nuevo, continué—. ¿Cómo va el trabajo de Micah con todo esto de la electricidad?
—La jodida ciudad es un caos. Ayer llegó bañado en sangre, al defender una tienda a la que intentaban saquear. —Shana arrojó su cabello hacia atrás y movió la cabeza de lado a lado—. ¿Qué le pasó a Nueva York, Samantha? ¿Qué le pasó al mundo? Nunca vi tanta violencia o desesperación en la calle. Llevamos cuatro días así y nadie nos da respuesta. Estoy usando paneles solares para cargar lo necesario, pero eso no es vida.
—Ni me lo digas. Me asusta la oscuridad desde que era una niña, y ahora todo se siente peor. —Miré sobre la tableta y observé el cuadro de nosotros tres: papá, mamá y yo, tres días antes de marcharse a India y no volverlo a ver—. Mamá dejaba la luz encendida y la puerta abierta cuando estaba pequeña. Con esto que esta sucediendo, me siento aún más ansiosa. Ezra ha intentado que sobreviviéramos sin electricidad, también con paneles solares, pero necesito cosas que él no las puede solucionar.
—¿Cómo Keith? —preguntó de inmediato—. Ya no viene al apartamento. Lo vi hace dos días, antes de subirse a un autobús y marcharse a Gresham. No es el chico alegre de siempre, Samantha. Me rompió el corazón verlo así.
Y a mí me rompía el corazón alejarme de él. ¿Las personas pensaban que era sencillo despedirme del primer chico que amé? Cuando Keith se marchó por esa puerta, mi corazón se fracturó a la mitad. En ese momento sentí que todo ese tiempo que estuvimos juntos fue igual a clavarse una aguja en el ojo, poco a poco, doloroso, lento, agonizante. Cuando él se alejó, la aguja terminó de entrar y me cegó por completo.
Al principio creí que había cometido un error, pero ante lo que sucedía con mi familia, como casi mataron a mi abuela, explotaron a personas —que aunque eran culpables no merecían ese castigo—, como jugaron con nuestra necesidad y la forma en la que presionaron para cumplir sus bizarras fantasías. No quería a Keith en medio de todo eso. Él sería carne fresca en medio de una manada de tiburones.
—¿No puedes reconsiderar esta ausencia tan dolorosa?
—Es lo mejor, Shana —afirmé—. No quiero que Keith me esperé la vida entera.
—Pero eso no será así. En cinco años tendrás todo lo que siempre quisiste. Cuando te gradúes y comiences a ser esa bailarina profesional, tu vida tendrá sentido, podrás estar con él. —Shana buscaba convencerme de llamarlo y borrar esa línea que coloqué entre nosotros—. Dime la verdad, Samantha. ¿Por qué lo alejaste?
—Somos de mundos muy diferentes.
—Esa no es una excusa —argumentó—. Lo dices porque tienes miedo. Te enamoraste de él y tienes miedo de perderlo. Así que para evitarte el sufrimiento o la angustia de saber qué sucede con él, preferiste botarlo como un frasco de perfume usado. Samantha, eres mi amiga y te amo, pero lo que hiciste con Keith no lo comparto.
Mamá pensaba de la misma manera, luego, tras insistirle en que era mi decisión, comenzó a colocarse en mis zapatos y entenderme un poquito. No me arrepentía de mi decisión con Keith. Si el destino nos quería juntos, nos uniría de nuevo. Si mi destino era estar con alguien más, no me empecinaría con el vaquero. Creía en que las cosas tenían una razón y un propósito. Quizá alejar a Keith era una técnica de probar nuestro amor. Si él me amaba de la misma forma que yo lo hacía, su corazón sería mío siempre.
—¿Por qué no hablas con él? —preguntó—. Keith te ama, Samantha. No es justo.
—Ya dijimos lo necesario, Shana. Las palabras sobran ahora.
Ella entendió mi rudo mensaje, asintió y cambió el tema.
—¿Cuándo te vas?
—Debería ser mañana, pero con todo lo que sucede dudo que los aeropuertos funcionen. De todas formas te llamaré cuando llegue a Francia.
—Envíame muchas fotos. Amo París, así que debe ser el primer lugar al que llegues.
Mamá y yo planeamos semanas atrás lo que haríamos la última semana que estaríamos juntas. Queríamos conocer París, ir a la torre Eiffel, comer lo tradicional y sacar muchísimas fotografías. No sabíamos cuánto tiempo estaríamos separadas, así que el tiempo era valioso. Nunca pensé que todos mis planes, mis ilusiones y lo que pensé me importaba, fuese apagado por alguien que siempre estuvo un paso más adelante.
Me quebré los huesos, vi sangre, tropecé y caí, me lastimaron, los lastimaron a ellos, vi una muerte, presencié un milagro, perdí la esperanza, la recuperé cuando ella cruzó la puerta, me arrastraron, me noquearon, me ataron y me usaron como un cebo. Todo eso en veinticuatro malditas horas, que comenzaron por una jodida llamada que nunca debió entrar y una propuesta que nunca debí aceptar. Me culpaba, cuando teníamos otro culpable aún más animal y escalofriante que cualquiera de los anteriores.
Antes de que mi mundo colapsara, me despedí de Shana.
—Ya me voy —mascullé—. Quería saber de ti y los planes con Micah. Te quiero.
—Yo te quiero más.
Lancé la tableta sobre el mueble y caminé a la habitación. Por no encender la calefacción esa mañana, el frío era espeluznante. Me aburría, no tenía nada qué hacer. Miré las maletas junto a la cómoda y el boleto sobre las joyas. Mi vida debió empezar ese día, cuando debía marcharme. Ese era mi boleto de salida a una nueva vida, un nuevo horizonte, pero nada nunca resultaba como queríamos. ¿Por qué nos odiaban?
Caminaba de regreso a la cocina por un vaso de agua, cuando mi teléfono sonó. Ya mamá llevaba más de una hora afuera. Podía ser ella quien llamaba para comentarme algo importante o decirme que no volvería pronto. Alcancé el teléfono entre los cojines del sofá y estudié el número que apareció en la pantalla. Mi teléfono no lo registro como lo que ella me dijo que era, y por ahí comenzaron mis dudas sobre lo siguiente.
—¿Hola?
—Buenos días, llamo del aeropuerto internacional JKF. ¿Hablo con Samantha Connick? ¿Usted tenía un vuelo reservado para Francia el día de mañana? —La mujer de voz dulce hizo dos preguntas seguidas, sin pausa. Respondí que sí a todo lo que me preguntó, y ella no tardó en soltarme la noticia—. Llamo para informarle que todos los vuelos han sido suspendidos por mal clima. Nos informaron que se acerca una tormenta, y los vuelos se han paralizado hasta la tercera semana de enero.
—No puede ser —refuté—. Tengo que estar en Francia la primera semana del año.
—Lamentamos informarle que no es posible.
Y de esa forma comenzó mi jodida pesadilla.

Sort:  

Entiendo q Samantha nos está dando pistas d lo q sucederá después, x lo q cuenta la herirán también, será secuestrada, testigo d una muerte y luego rescatada, pero en el proceso, q más perderá? En cuanto a lo d Keith, eso sí lo mantiene oculto xq no conoce su destino.

Pobre samantha vivir con miedo de no saber lo que pasara es terrible y haberse dado cuenta que ella siempre fue una pieza fundamental para Maxsicopata y ahora que ella lo sabe crecio mas su miedo por lo que vendra.😟😢.

Eso también es obra de Max lo de no dejarla ir a Francia dijo que presencio una muerte que la torturaron y la usaron y también presencio un milagro entonces si la van a secuestrar estoy esperando más pobre Sam también es inocente en todo y va a sufrir mucho, Aime ya ves como max merece lo del niño que siga lo bueno.

Y el amor que menciono Sam sobre keith si es fuerte sobrevivira al final lo sabremos.💑

Mi dios!!!! Este capitulo fue como ver una película de suspenso. Tenemos las pistas de Sam y eso sólo aumenta la intriga. Que va a pasar????

Chan, chan, chan, chaaaaaaan....

¿Qué es lo que nos depara?
¿Qué hará ahora mi loco favorito?
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😈😈😈😈😈

Prepárense, señoras y señores, porque la hora cumbre ha llegado.

La pesadilla apenas comienza... MUAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA 😈😈😈😈😈😈

muchachasss pudee abrir mi cuenta al finnn ya espesare a comentar por aqui y a votar que exitoooo y entrando al capitulo samanta nos dio pistas claves y me identifico mucho con ella y con lo qu esta pasando con ese amor que despidió y que no sabe si volverá a verlo cosas rudas que a veces toca hacer pero con el corazón en la mano

La desesperación y el miedo a lo que puede pasar vuelve locas a las personas y las obliga a tomar decisiones equivocadas. Creo que esta llamada cambiara su futuro y acabara con sus sueños....#odioalcuervo....

Por qué no pueden ser felices de una vez!???