Sobre el árbol genealógico y el nacionalismo irracional
Hace un par de meses comencé a escribir este artículo que de narrativa literaria tiene muy poco y se identifica más con la estructura de un ensayo, me llevo tanto concluirlo porque mi vida estuvo hecha un desastre durante algún tiempo y no existía una motivación de momento para concluirla, pero como ya está todo en orden, acá les hago entrega de esta historia.
La idea nació a partir de una entrevista no solicitada bastante incómoda con un cleaner
muy reconocido en la cadena. Recuerdo claramente que el tema se desvió de que hacía yo en steemit y como eso sumaba valor a la cadena, a quién era yo
en general, de manera bastante despectiva, cuestionando básicamente, como era valiosa mi existencia. ¿Quien soy? una pregunta muy compleja, a la que usualmente buscamos respuesta en el transcurso de nuestra vida.
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¿Quién soy? ¿Qué vine a hacer? ¿Qué tengo para ofrecer?
Preguntas introspectivas, muy intimas que se han paseado por mi mente en reiteradas ocasiones y por la de casi todos los que han deseado dejar una huella en el mundo, de la cual, aún no tengo una idea completamente clara. Es fácil decir qué soy; una lectora voraz, intento de escritora, una melómana empedernida y una fanática en general del arte, además de una aprendiz científica, específicamente en el área de la composición biológica humana.
Pero... ¿Quién soy en realidad?
En el momento, mi respuesta a la pregunta fue todo lo previamente mencionado, mis aficiones, hobbies, pasiones y estudios por lo cual recibí un comentario sardónico, ya que no estaba respondiendo la pregunta que se me estaba haciendo, la estaba evadiendo, según el punto de vista de mi interlocutor. De cualquier forma nada de esto nos lleva al punto central de esta anécdota, posteriormente, el mismo individuo me hizo la pregunta por la cual se me ocurrió escribir el contenido de este post.
Háblame de tus orígenes, ¿de dónde eres? Tu familia, tu árbol genealógico
Mi respuesta fue muy simple. Toda mi familia es de Venezuela. Ambos padres andinos, oriundos del estado Táchira, pero de diferentes poblados, en los cuales jamás se habrían conocido y por azares de esa cosa incomprobable y mágica que asumimos como destino
se encontraron en un pequeño estado en el centro del país muchos años después de mudarse del campo.
Pero esa historia no representó suficientes aclaratorias para mi entrevistador. Con un tono pedante me exigió que le dijera de donde eran los padres de mis progenitores, a pesar de que nada tenía que ver con el tema inicial de la conversación. Según él, de esa manera sería más preciso determinar mi origen intrínseco, exactamente la nación de la cual provienen mis genes, puesto que, mis rasgos físicos no eran típicos del venezolano promedio
.
Ignoro completamente de donde provienen mis abuelos y que sangre
fluye por sus venas, incluso, al parecer como producto de mi corta experiencia de vida desconocía que era de tanta importancia el origen ancestral de una familia. ¿Qué importancia tiene si llegaron a bordo del Mayflower a costas norteamericanas siendo peregrinos británicos? O si por el contrario llegaron al continente en buques vikingos, siendo bandidos en alguna de las exploraciones colombinas o peor aún, caminando por el estrecho de Bering. Hay ciertas preguntas sobre los orígenes de nuestra existencia, que simplemente no tienen respuesta.
Como todo el mundo lo sabe, somos un país para nada puro
, en donde la mezcla es lo común y casi todos gozamos de una piel tostada y una infinidad de fenotipos que demuestran nuestra condición de ser un pueblo con una variedad genética impresionante. Un país en donde un matrimonio entre una persona de piel clara, con familia ancestralmente europea y una persona afro, de piel oscura, cuyos antepasados provienen del continente africano, no es algo descabellado ni mucho menos, poco común.
En mi caso, responder la pregunta del origen de mi familia no es fácil, como quizás lo sea para la mayoría de los que aquí nacieron y crecieron.
Personalmente, como anécdota puedo agregar que mi papá, nunca supo quien era su padre. En realidad nadie lo supo más que mi abuela, quien jamás confió el secreto a nadie y se lo llevó a la tumba. ¿Y el abuelo de mi padre? También desconocido para todos. Un par de agujeros en el árbol genealógico que nunca podremos llenar. Tal como me han contado, hubo ciertas apuestas sobre el progenitor de mi padre, pero mi abuela se negó rotundamente a afirmar ninguna sugerencia.
Mi mamá, por el contrario, si conocía a sus dos padres. Fue criada por ellos en el seno de una familia integra. Pero, mi abuela materna tampoco conoció a su papá y vivió la misma historia de desconcierto y desconocimiento total sobre el origen de la mitad de sus genes. Por otro lado, mi abuelo materno, si supo quien era su padre pero nunca tuvo contacto con él. Solo por esa parte, puedo afirmar que un poco de mi mapa genético proviene de España.
Así que como habrán comprendido, a dicha pregunta, jamás he tenido respuesta. Hay demasiados agujeros y fallos argumentales en las ramas superiores de mi árbol genealógico como para conocer a ciencia cierta de donde provenimos, que sangre originaria corre por mis venas y, la verdad a pesar de ser infinitamente curiosa e interesada por mi historia familiar, nunca me importó no conocer dicha información; yo era una niña feliz. Con ambos padres y dos hermanos, al menos durante un tiempo, ¿Qué más podía pedir?
Pero a pesar de mi falta de interés por dicho conocimiento, quienes lo habrían agradecido habría sido mi padre, mi abuela y mi abuelo, quienes en su momento tuvieron que crecer solos, todos con madres alcohólicas y distantes y sin un padre. A cada uno le tocó
vivir con una abuela o una tía solterona que velara por ellos.
Esta historia sobre madres llevando hasta la muerte un secreto de tal magnitud para no ser juzgadas por la sociedad es de lo más común, sé que no es solo parte de mi historia. Un gran porcentaje de la familia venezolana promedio desconoce de donde proviene por alguna de sus ramas principales.
En aquella época, en la que las mujeres preferían callar por vergüenza, como una reacción de protección al que dirán, en vez de darles a sus hijos la oportunidad de conocer a la persona que aportó la otra mitad de su carga genética, este escenario era repetitivo. Un círculo vicioso de jovencitas que confiaron en hombres que las abandonaron cuando ya venía el niño en camino, lo cual, limitó a miles de niños a crecer sin una figura paterna ni siquiera de referencia.
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Cuando terminé dicha conversación con el cleaner, además de sentirme ligeramente confundida y molesta por ciertas actitudes y preguntas poco decorosas, recordé un breve documental de TED que había visto meses atrás, en donde el afamado Jorge Drexler dictó una charla sobre la décima, la guitarra española y su historia.
En dicho performance —que recomiendo ampliamente— Drexler nos habla un poco de sus inicios en el mundo de la música como aprendiz del maestro Joaquín Sabina y como una noche en un bar de Madrid, Sabina le pidió que escribiera un poema en décima para unos versos de un amigo suyo.
Jorge desconociendo lo que era una décima se fue a investigar y se encontró con un tipo de verso nacido en España, creado por Vicente Espinel, el mismo que agregó a la guitarra la bordona, también conocida como la sexta cuerda de la guitarra española. Pero así como la décima nació en Málaga, murió en su territorio natal. En donde, desde hace bastante tiempo que no se practica, pero es una tradición cultural ampliamente adaptada en toda América latina.
Con su estructura particular que la convierte en una de las formas de rima más complicadas en nuestro idioma, en el continente americano sobrevivió. Desde el Son Jarocho en México, el canto de mejorana en Panamá, el galerón en Venezuela, la payada en Uruguay y Argentina, repentismo en Cuba y décima Peruana en Perú.
En cada país tiene un nombre, pero conserva la misma estructura y como está tan integrada a nuestras tradiciones si se le pregunta a cualquiera de los intérpretes de cada país te dirán que definitivamente es la raíz más pura de su identidad cultural.
De esa manera, Jorge descubrió lo que era la décima y se dispuso a crear la suya, con una música muy uruguaya, deseo producto de la melancolía que le producía estar lejos de su patria; la milonga. Tras posteriormente haber conocido el verdadero origen de la décima y él como todos se la atribuyen, decidió investigar también de donde provenía el particular ritmo de la milonga y así, llegó a la conclusión de que el ritmo de la milonga era originario de África en el siglo III, posteriormente se lo escuchó en los burdeles de Persia en el siglo IX, en los cantos gitanos, en la Hava nagila de los Judíos, en el tango de la segunda mitad del siglo XX… Y por supuesto, desde mar de plata llegó para formar la esencia misma de la milonga Uruguaya.
La verdad es, que las cosas solo son puras si uno las mira desde lejos, que nuestras raíces son mucho más profundas de lo que creemos y que tal como las de un árbol bajo la tierra se extienden hacía infinitos lugares posibles. Particularmente, siempre me ha parecido absurda la necesidad de guiar nuestra cultura por una línea imaginaria marcada en el suelo.
Esta necesidad casi maníaca por determinar de dónde somos, que es “nuestro” y que no lo es, nos ha consumido desde que decidimos luchar por arrebatarle un trozo de tierra al vecino que nos cae mal porque no habla exactamente igual a mí, o porque su apariencia es distinta a la mía.
Con este documental, quedé fascinada y a la vez impactada por la belleza del trabajo artístico del ponente, pero más que por ello, aún continuo observándolo de vez en cuando por su elegante forma de decirle al mundo: Nada de lo que crees que te pertenece es realmente tuyo siempre existió otro pueblo que lo conoció antes que tú. Es un llamado a la reflexión, a olvidar la estupidez colectiva que nos ha inculcado el nacionalismo y a maravillarnos por todo aquello que compartimos sin saberlo.
Personalmente, creo que es hora de abandonar nuestro afán por separarnos y comprender que a pesar de las nacionalidades, los idiomas, la religión que profesemos, las corrientes filosóficas que elijamos practicar y las decisiones políticas que tomemos, todos somos humanos y compartimos mucho más que el planeta que habitamos. O en palabras de Drexler:
“Es importante conocer nuestras raíces, saber de dónde venimos, conocer nuestra historia. Pero al mismo tiempo, tan importante como saber de dónde somos, es entender que todos, en el fondo, somos de ningún lado del todo, y de todos lados un poco.”
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entrevista, más similar al vulgar acoso que a ninguna otra cosa, me dio la idea para este post. E infinitos agradecimientos a ustedes, los que llegaron a esta publicación y dedicaron algunos minutos de su tiempo en leerme.
¡Espero sus comentarios y anécdotas! ¡Hasta la próxima!
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Porque me da una idea de quien fue... Pero me encanta que usaras esa incomoda experiencia para decir, como te sientes y compartir más sobre ti... Las mujeres no tenemos que tolerar tonterías, de nadie corazón!