Nuestro romance comenzó hace meses, sabía que no eras libre, pero cómo me encantabas. Te quería solo para mi. La manera en que tocabas mi cuerpo era indescriptible, lo que me hacías sentir y tu forma de hacerme temblar y gemir. Teníamos días sin vernos. Escojo el momento perfecto, estás solo. Eres mío y sólo mío. Que placer culposo tan divino.
Voy con mi figura moviéndose, provocativa, como tanto decías que te gustaba. Me iba desvistiendo en el camino, sonriendo. Soy tuya. Me siento en tus piernas y asomas el rechazo.
No entiendo, me explicas:
— Ya no puedo hacerlo más, Sabrina.
— Pero...
— No puedo. Entiende. Ella pronto tendrá el bebé.
— Pero si tú me amas.
— No, no te amo.
— Me lo dijiste...
— Pues, te mentí.
— No puedes hacerme esto, Gustavo. No a mi.
— Por favor, aléjate de mi. Yo amo a mi esposa. Lo que tuve contigo sólo fue un desliz, acéptalo y vete.
— Te di todo de mi...
— No empieces, sólo vete.
Sólo se fue, y me dejó aquí. Sola. Después de todo lo que me dijo. Después de jurarme que la dejaría. Lo único que quería de mi era el sexo, hizo que me enamorara de él para abandonarme después. Los celos y el odio queman mis entrañas.
A mi nadie me hace esto.
Nadie...
Era una mañana perfecta para un parto. Gustavo fue con su esposa al hospital, los dolores empezaron temprano y fueron empeorando. Pero la emoción crecía. Era su primer hijo, la amaba tanto, era la esposa ideal. Sabrina le atraía pero no era gran cosa. Su esposa, ella sí valía la pena.
Llegaron con tiempo de sobra, la alegría era infinita. Este era el mejor día de su vida.
Era el momento, el doctor estaba en posición para recibir
al primogénito anhelado.
Le indica que puje.
Ella se esfuerza. Grita.
Le duele, pero no importa.
Se desgarra en el proceso.
Sigue gritando.
Hasta que por fin, da a luz.
Pero algo pasa...
El niño buscado, el ángel adorado, la lucha de Karina por tenerlo hasta desgarrarse por dentro, el orgullo de Gustavo...
Tenía una sonrisa de demonio.
Estaba muerto...
Abdomen desgarrado, sus intestinos brotaban de la herida.
Su piel rota.
Y el niño sonreía...
Sonreía de placer.
Sabrina tenía razón. Nadie podía hacerle esto.
Si Gustavo no iba a ser de ella, se llevaría otro regalito con ella al mismísimo infierno.
Y vaya que lo disfrutó...
Imágenes tomadas de una página de Facebook, las cuales son la inspiración del relato
Te pasaste!! La verdad no sé si quiero seguir comentando, me gusta pero me asusta un poco... Bueno ya empecé mejor continúo. Bien tu relato está escalofriante, aunque tiene bastante enganche. Saludos 😀😉
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Buen post chica... Sigue así ;)
Realmente interesante los relatos que traes @anaih15, continua con ello. Escribes muy bien.
Excelente post