CUENTO BREVE: "Carta de una madre a una hija" (Adolescencia)

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Lucía era una madre que después de irse de la casa de su hija Gimena, se había quedado pensando en la tirante relación entre ésta y su nieta. La joven Alicia de catorce años se mostraba rebelde y petulante, con los cambios de humor típicos de una adolescente a los que Lucía respondía desesperada y desorientada algunas veces y otras, cuando la niña estaba calmada era ella la encendía la llama para iniciar los disturbios.
Ese día Lucía sentía que quizás podía pasar a su descendencia su experiencia de cuando a ella le había tocado ser la madre de una adolescente, entonces le escribió una carta y la dejó apoyada en la lámpara de su mesa de noche antes de marcharse.

Hola bombón:
Me comunico de esta forma porque no hemos tenido oportunidad de conversar detenidamente.

He notado que estás un poco irritable con Alicia, me doy cuenta por detalles que le cuestionas todo y no te das cuenta que eso generalmente no las hace avanzar en nada, al contrario las desgasta a ambas y a la larga desgastará la hermosa familia que construiste, que tanto deseaste y que tanto deseaba Alicia que tan generosamente abrió su corazón y sus brazos para recibir un papá del corazón ( como se lo he escuchado de sus propios labios) y a un hermano que sin dudas le quitarían parte del tiempo que hasta que se casaron fue solo de ella.
Siento necesidad de decirte lo que observo, pues sino soy yo... quién?.
Recuerda que la responsabilidad es vertical o sea si "ladras", no vas a tener otra respuesta que un ladrido.
Mantente tranquila, no te dejes sobrepasar por la impotencia. Es tu responsabilidad y no la de ella mantener la paz de la casa.
Comprende que darle confianza en sí misma está en tu palabra serena y positiva. No olvides abrazarla mucho y decirle que ´"todo saldrá bien" y..."todo saldrá bien".
¡Te amo Tanto!.

                                                                                                                       Mamá.

Al otro día Lucía y Gimena se encontraron, la hija se sentía angustiada.

He leído tu carta mamá, y quiero que sepas que trato de mantener una buena relación, pero sigue bajando las notas y no le importa.
estoy harta de darle los gustos pero no le alcanza, me recorro media ciudad caminando bajo la lluvia para acompañarla a la casa alguna amiga, pero me recrimina que no le doy dinero para ir al cine. Dinero que no tengo pues me lo gasto en profesoras particulares para que rinda exámenes. Eso me duele mamá.
Lucía escuchaba atentamente, su hija necesitaba hablar y continúo:
Siento la mochila cada vez más pesada.
Me alegra que le puedas poner palabras a lo que sentís- Lucía acariciaba el cabello rubio de su hija- Sabes que pienso que eres una madre maravillosa, que veo todo lo que le das y te duele que ella no te valore, pero es normal. Cuando somos solamente hijos no valoramos casi nunca a las madres, creemos que siempre están en nuestra contra y que no saben nada.... yo fui así. Valoré a mi madre ya muy grande, y cuando al fin me digné a hacerlo me di cuenta que ella solo hacía lo creía justo y bueno para mí y que si la valoraba o no sería mi problema y no el de ella.
Pero esta etapa termina en algún momento- Gimena pedía esperanza-
Cariño se que haces más de lo que puedes, la meta no está lejos, pero ella no puede decirte que te valora todavía. Si de algo te sirve, recuerda que tú también fuiste una adolescente y hoy eres mi orgullo. No cambiará un solo día de los momentos tormentosos vividos contigo, por tener lo que tengo hoy, en poco tiempo sentirás lo mismo.
Marcale más las cosa buenas que las tiene y muchas, dale mas besos cuando la tengas cerca, más caricias, llégale al corazón y sigue haciendo lo que puedas, ella ya lo podrá ver. Realmente confío en ella porque es tu hija, y será responsable como tú.
Ambas mujeres se miraron con ternura a los ojos y mientras las manos de Lucía tomaban el rostro de Gimena, ésta le murmuró:
-¡Gracias mamá!.
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                         Mónica Ramona Pérez
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