«Toda creación supone en su origen una especie de apetito que hace presentir el descubrimiento», dice Stravinsky en «De la composición musical». Esto implica, por supuesto, que ninguna creación es fortuita o arbitraria. No se trata de una serie de lineamientos o pasos que todos deban cumplir a la hora de crear algo (aunque requiera el uso de una técnica específica), porque describir con exactitud el proceso creador de cualquier artista o de uno mismo es una acción que se escapa de las manos de la realidad, sino del acto en sí de crear. No trata, como muchos afirman, de seguir ese concepto romántico que se ha definido como «inspiración»: durante el proceso creativo, las ideas no llegan así sin más. Nadie despierta con una obra maestra en las manos. Es cuestión de trabajo, de desarrollo, y de establecimiento de límites.
A veces parece que la gente, en especial los artistas, le temen a la palabra «límites». Su idea del arte es que es libre, además de liberador, como si su función no fuese otra que la de soltar las cadenas que recogieron quién sabe dónde. No, el arte no es responsable de esas cadenas, pero no las rechaza: las abraza como una fiel amiga dispuesta a ayudar. «El arte vive de limitaciones pero que sólo el artista puede (y debe) infligirse» (Maurice Béjart, «Cartas a un joven bailarín»), ya que es delimitando y cerrando un tema cuando de verdad puede apreciarse y observarse con detenimiento. La actividad humana siempre debe tener ciertos límites establecidos, no por un pseudo-autocontrol sin razón, sino porque le facilita la creación: es más fácil detallar una rosa mirando sólo una flor que mirando todo un jardín.
Otra concepción errónea es la de que el trabajo y el arte no están asociados. Es como si las ideas, nuevamente, llegasen de la nada, y no requiriese esfuerzo alguno. Es la idea del trabajo, del esfuerzo y del ejercicio lo único continuo, y es donde se encuentra gran parte del placer de crear. Si no supone ningún trabajo, es como si todos pudiesen crear lo mismo, y si todos pueden crear lo mismo, ¿para qué crearlo? Es casi cuestión de orgullo: «observa todo lo que puse de mí en esta obra, cuenta cada una de las gotas de sudor que derramé sobre ella». Las obras más sufridas suelen ser las más famosas y reconocidas, aunque no representen mayor complejidad técnica, porque es como si se empaparan de alma cuando se empapan de sudor.
Sin embargo, el proceso creador tampoco puede ser sufrir. Debe existir un balance entre el trabajo, los límites y la creación: un disfrute de todo, en conjunto, un trabajo que sea trabajo y que posiblemente sea forzoso, pero que se disfrute el esfuerzo. Disfrutar de la delimitación, del descubrimiento y redescubrimiento de su obra, que el fin no sea llegar a la conclusión; que la meta sea el disfrute de todo el proceso de creación (más allá de observar la obra concluida), y que gran parte del placer resida en ensuciarse las manos porque, repitiendo a Stravinsky, «si bien es cierto que somos intelectuales, nuestra misión no es la de pensar, sino la de obrar».
«La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.» ~ Pablo Picasso.
Siempre me he declarado un lector de la idea principal transmitida clara y concisa, pero hubiese podido leer 500 paginas de este punto de vista a ritmo de la meditación, escuchándome con sentido critico bajo la ironía que te escucho a ti. Bien, bien, muy interesante Gracias.
"Visualizalo, si en #verdadLoQuieres... ya es tuyo"
¡Gracias a ti por la lectura! Me alegra que la hayas disfrutado, más que tener algo bueno que decir hay que saber cómo decirlo, para mí es un honor haberlo logrado. Un abrazo.
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