sin encontrar esa luz al final del túnel,
sin entender tus tiempos de sobra,
ni comprender sí realmente eres fiel.
pero que Dios te perdone por tanta damnificación,
las llagas de mi corazón siguen derramando tu veneno,
y de repente, entras en nuestra habitación por el cerrojo oxidado.
con una mirada dispersa hacia al infinito,
con un rostro pálido y una piel sin aroma,
inmovilizado como si estuviese en un ártico.
por qué una mínima acción cambiaría mis ánimos,
por qué siempre tengo que dudar si nuestro amor es recíproco,
tan enredados son estos asuntos que aún no comprendemos.
mis brazos comienzan a doler,
mis lágrimas arder,
mis labios tiemblan como un trueno en el atardecer.
iniciándome a esclavizar,
adorando tu inigualable donosura,
mientras me paseo en tu torso con dulzura.
así mismo, una fuente de inspiración,
y es que, siento que no tiene medicación,
porque al matarnos entre las sábanas nos hundía.
darnos el derecho a torturarnos,
darnos el deber de obedecerlo,
sin saber qué mierdas estamos haciendo.
y de nuevo, aquel momento me encontró,
y es que, esa luna que iluminaba tu precioso rostro,
nos hizo bailar una melodía que tendré presente para toda la vida.
de aquellos días con calor,
pero entre los brazos de un sanador,
que desnudó mi cuerpo, siendo oculto su esplendor.
hubo nuestros duelos en guerra,
es difícil escapar de la aventura,
cuando se confunde amar con atar.