ella la esclava bajo sus encantos,
aquella que no puede vivir,
sin saber que estaba siendo amada por él.
con este hombre en peculiar,
era algo inocente como cuando se deja llevar,
y su mente brillaba como las estrellas.
él la iluminaba a base de su ser,
con su mente madura y jocosa,
y con su dulzura tan bonita.
la abrazaba, la besaba, la consolaba y la mimaba,
como una niña pequeña,
aprendiendo a ser amada.
y a él le nacía ser suyo,
ambos tenían una esclavitud,
no obstante, de una forma autónoma.
cada desayuno, cada almuerzo, cada cena,
cada vez que iban a beber y bailar,
o cada vez que hacían el amor.
era su dedicación favorita,
ambos experimentaban un mundo de sensaciones,
unas ganas de vivir inexplicables,
no perdiendo su ternura,
explorando sus propios templos.
sentían que pasearon por todo el universo,
por los planetas que lo rodean sobre él,
y ella supo exactamente que no compartiría su mundo con alguien más.
qué Dios le había dado todo lo que una vez anheló,
y a pesar de sus búsquedas erradas,
ya tropezó con la mujer del destino.
sin ninguna idea de toparse,
lo encontraron todo,
la pasión, el desvelo, la paz, la armonía,
y todo lo que no habían descubierto.
no se les olvidaría seguir batallando,
porque su amor no sólo requería de actuar,
sino de quedarse a pesar del suplicio.