Estaba a punto de escribir
-de nuevo-
todo lo que he sentido
desde el momento en que llegaste.
Pero lo que he tenido son lecciones
que solo demuestran;
que no siempre es para ti
la flor que cultivas,
ni todo el amor que le des.
A veces solo tienes un mal día,
y ésta se marchita;
o alguna otra persona la arranca
simplemente porque le pareció hermosa
-aún sin haber trabajado en ella-.
La vida es una perra muy injusta.
Te he dado más de las clásicas
tres oportunidades;
y aunque la tercera no venció,
aquí sigo,
esperando el día en que abras los ojos,
recuerdes a quien estuvo en tus peores
y más oscuros días.
Que mi apoyo nunca te faltó,
y lo que nos hicieron crecer nuestros abrazos.
Me prometí que no volverías a hacerme esto,
pero es inevitable.
Lo intenté con todas mis fuerzas,
con todo lo que tenía,
pero cada vez te vuelves más ciego
e ignorante de mis intenciones.
Si solo supieras
cuántas veces pienso en ti
y me digo
"todo con calma, él te quiere y algún día caerá en cuenta";
pero tú,
al parecer solo piensas en una nueva forma de destruirme:
ya sea dejándome de lado,
ignorandome,
manteniéndome en pausa
o excluyéndome de todos esos momentos de tu vida.
Los cuales si cambiáramos de rol, no permitiría que te ausentes de ellos.
Mi propia cobardía me impide decir 'adiós'.
Pero aún mantengo la esperanza
de que hagas lo que dicten tus sentimientos,
y no tu espíritu joven y liberal.
Cariño, sé que tienes mil maneras de destruirme,
pero yo tengo mil y una defensas contra ellas.
Así que: si me quieres, vuelve acá.
Donde tu última oportunidad está esperando.
Y no lo arruines.
