¿De qué escapaba? Todos se preguntaban, cuando la miraban a los ojos, podían percibir que dentro de esas grandes pupilas un vacío inmensamente grande abarcaba sus entrañas. Todos la admiraban por su belleza excéntrica; pero principalmente lo que siempre observaban eran sus ojos, pero a ella le incomodaba, cada vez que alguien los veía con atención desviaba la mirada y se iba. ¿De qué escapaba? Me preguntaba en clase de química mientras estábamos aprendiendo sobre la termodinámica, habíamos hecho equipo con Mariana y Carlos. Debatíamos sobre la exposición que presentaríamos a continuación y sorprendentemente la nómada estaba pasmada; con su mirada pérdida hacía la puerta del salón. Por un momento me paso por la cabeza despertarla de su trance, pero me dio vergüenza interrumpir, tal vez estaba pensando en alguien, quizá en lo que decía Mariana sobre el temario o en lo que Carlos decía sobre lo buenas que están las tortas de Don Juan. No sabía que pudiera estar pasando por su cabeza, así que paré la platica de golpe diciendo que sería buena idea escuchar las opiniones de Sofía. Carlos y Mariana se me quedaron viendo muy asombrados, mientras que Sofía parpadeando; volteó lentamente la cabeza y su mirada hacía donde yo me encontraba, cundo puso sus ojos sobre los míos pude sentir como si algo hubiera golpeado mi pecho salvajemente, se dibujó en su rostro una discreta sonrisa mientras se pasaba la mano en el cabello, cuando de repente me dijo: “Michel, creo que tienes un moco pegado en tu suéter”.
Me volví loco, pero en discretamente, la cara se me puso roja y sentía un calorón. Carlos y Mariana comenzaron a reírse escandalosamente y yo me fui corriendo al baño. Me quité el maldito moco y regresé al salón, en el camino no podía evitar pensar la pena que sentía, ahora Sofía va a pensar que soy un idiota, pero qué más da, ella es más rara. Me senté de nuevo en mi banca y al parecer todo estaba normal, la nómada ya no estaba tan dispersa como para no terminar el trabajo en clase. Expusimos nuestro tema frente a toda la clase, y no podría creer lo bien que se veía la nómada exponiendo, parecía muy concentrada en lo que hacía, pero no sólo eso; todo lo que significaba Sofía era bello, su cabello, su listón, sus calcetas, el uniforme, sus dientes, su voz, realmente encontraba todo perfecto.
A la salida de la escuela me dijeron mis amigos que, si íbamos a jugar billar, no dude ni un momento y les dije que simón, pero que antes tenía que ir por unos chetos a la tienda de Don Juan. Ellos se adelantaron, pero yo me desvíe a la tienda, mientras caminada apresuradamente en el camino me encontré a Sofía sentada en el parque leyendo no sé que cosa. Parecía un libro, pero no alcanzaba a ver el título, me pareció buena idea acercarme a ella y tal vez saludarla, pero de nuevo me dio pena. Desde que me gradué de la primaria nunca le he hablado a alguna morra para otra cosa que no sea molestarla o pedirle la tarea, además de que la nómada me ponía muy, pero muy nervioso. Así que aparte la mirada de donde ella estaba y me seguí hasta la tienda, compré mis chetos y me fui corriendo hasta el billar para reunirme con mis amigos. La pasé bien, siempre que estamos aquí puedo relajarme y no preocuparme por la tarea ni por sacar la basura.
Al día siguiente, mientras estamos en honores a la bandera me vibró el celular, creí que era mi mamá pidiendo que le trajera las tortillas cuando regresará de la secundaria, pero para mi sorpresa no era así. Era una solicitud de amistad de Sofía (la nómada). Al principio creí que era una cuenta falsa, pero después de aceptarla me di cuenta de que no, ¿qué querrá la nómada? Me pregunté mientras volteaba a ver a la fila de las niñas, pero no estaba creo que faltó. Pasé el día esperando a que en algún momento ella apareciera, pero nunca la vi, tenía mucha curiosidad de saber por qué me había agregado; tan sólo habíamos hecho equipo ayer y me dijo que tenía un moco pegado en el suéter. No hubo ni una señal de Sofía, ni siquiera virtual, luego recordé que ella es extraña y tal vez sólo no fue a la escuela por alguna cosa chiflada. Me fui a casa en cuanto terminaron las clases, pase por la calle en donde se encuentra el parque en donde vi a la nómada sentada con su libro, y me arrepentí de no haberla saludado, aunque sea para decir “hola”. Tomé la ruta que me deja en mi casa y eso fue todo.
De nueva era de día y continuaba sin tener una señal de vida de Sofía, creo que me estoy obsesionando, tal vez si me gusta. En fin, me alisté para ir a la escuela y mientras iba en camino en la radio comenzó a sonar la canción Waiting for a girl like you de Foreigner, un clásico de los ochenta. Me hizo pensar en ella; en su gigante mirada violenta que golpea cruelmente a quién atrapa, repetía una y mil veces esa imagen en mi cabeza, no podía dejar de pensar en ella, por lo tanto, me preguntaba: ¿en qué momento me comenzó a gustar la nómada? Sabía que tenía algo que durante toda la secundaria había percatado, pero no con atención, hasta ahora. Entre al salón de clases y de nuevo su banca estaba vacía, pensé que tal vez se le había hecho tarde de nuevo, pero no. Pasaron las primeras clases y llego la hora del receso, todos salimos corriendo como siempre, excepto yo, me sentía extrañado por las faltas de Sofía, así que decidí enviarle un mensaje. En todo el día no lo vio, pero estaba seguro de que en algún momento lo leería. No me percataba de la conversación de Ana y Karen que se encontraban sentadas atrás hasta que escuché “la nómada”, de manera discreta me incliné un poco hacía atrás y preste atención a lo que estaban diciendo, primero creí que estaban hablando mal de ella, pero era imposible descifrar lo que estas dos estaban diciendo.
Me tome de valor y decidí preguntarles, me levanté de mi banca y fui directamente a ellas, cuando me miraron no tenían ni idea de que les iba a decir; tal vez pensaron que les pediría la tarea o algo por el estilo. Les pregunté qué sabían de la nómada, para mi sorpresa fue muy fácil sacarles la sopa, Ana se carcajeó junto con Karen y me preguntaron que si “apoco no sabía”, obviamente dije que no y que por lo mismo estaba preguntando. -se cambió de escuela- dijo Ana mientras sacaba de su mochila un paquete de chicles. -Pero ¿cuándo fue eso? No parecía que tenía intenciones de mudarse-. Le dije a Ana. -Así es ella, por lo que contó desde el primer día de clase del ciclo escolar, todos sabíamos que se cambiaba muy seguido de escuela, ¿no lo recuerdas? Por eso le pusimos la nómada. Me contestó Karen mientras Ana le pasaba un chicle de fresa. -Se porque le apodamos “la nómada”, pero creí que se iría terminando el ciclo escolar. Le dije a ambas muy exaltado. -Bueno, pues se fue a otro estado, creo que Sinaloa, no sé bien, la maestra Marisela debe saber más, deberías preguntarle-. Me dijo Ana mientras me ofrecía un chicle, pero la verdad es que no estaba de humor. Fui al salón de maestros a buscar a la profesora Marisela, estaba calificando cuando llegué a tocar su puerta, fui muy breve; le pregunté si sabía sobre Sofía López, me contestó que ella y su familia tuvieron que mudarse de emergencia a Los Mochis, Sinaloa, por cuestiones de trabajo de su madre. Le agradecí y me fui, pero no podía dejar de pensar en por que se había ido así tan repentinamente, ni siquiera pude invitarla al parque a comer unos chetos. Estaba un poco triste, pero más que nada porque aún no me veía mi mensaje.
Hoy por fin he terminado la secundaria, fueron los mejores años de mi corta vida, creo que pude pasar buenos momentos con todos mis compañeros, en especial cuando me enamoré de la mirada de Sofía. Después de que se fue nadie supo nada de ella, ni siquiera se manifestó por sus redes sociales, las dejo abandonadas. Mi mensaje aún aparece sin leer, a veces me pongo a pensar que quizá olvidó su contraseña, de todos modos, ella era muy callada y no pasaba mucho tiempo conectada. La nómada, ¿de qué huía? ¿De los repentinos cambios de casa o de ella misma? Nadie nunca lo supo ni lo sabremos, lo único de lo que siempre vamos a estar seguros es de que tenía la mirada más extravagante y bella que pudimos concebir en nuestra adolescencia.