Su padre nunca la quiso y creció en un hogar viendo como el papá de sus hermanos si se preocupaba por ellos y eso la hacía cuestionarse el por qué su padre nunca estuvo allí o si había algo mal en ella que fue lo que hizo que el tomara la decisión de desaparecer.
Muchas cosas rondaban por la cabeza de mi hermana, la depresión y el estrés sin duda eran las que más habitaban en ella y muy rara vez era ella con la que hablabas, casi siempre salía a relucir alguna de estas entidades las cuales no la querían dejar ir.
Una mañana de noviembre todo esto que vivía en ella estalló, nadie sabía lo que le ocurría, decía muchas cosas sin sentido y un llanto escalofriante comenzó a formar parte de ella. Mi hermana estaba a medio vestir, solo tenía una blusa transparente por la cual se podía ver su fría alma junto con un lindo cachetero de encaje, su cabello negro azabache estaba hecho un desastre y debajo de esas grandes y tupidas cejas habían unos ojos marrones del tamaño de unos platos de los cuales no dejaban de brotar lágrimas. De sus grandes labios solo se escuchaban gritos como:
“MI PAPÁ, MI PAPÁ, YO QUIERO A MI PAPÁ”
Mi mamá ante la desesperación le decía: - “Mariana, tu papá no está, pero aquí estamos los que te queremos y tú lo sabes”.
Nada de esto parecía funcionar y ella fue poniéndose cada vez peor. Ni sus amigos, ni mi familia sabíamos qué hacer y ella no dejaba de decir incoherencias como que esa no era ella, que ella no estaba allí y que la disculpáramos. Todo esto nos motivó a realizar una oración y para nuestra sorpresa mi hermana comenzó a temblar y sacudirse en el piso, su voz se engroso y nadie entendía lo que balbuceaba.
Poco después de este episodio, buscamos a alguien capaz de ayudarla a ella y a su alma, capaz de hacer que su cordura volviera. Terminamos en la iglesia de mi pueblo, donde cinco personas sujetábamos a mi hermana por sus extremidades. La fuerza y la rabia que desató ella en ese momento fue descomunal y aunque todos sabíamos claramente lo que le pasaba seguíamos con la duda que, ¿cómo era posible que algo la poseyera? Recuerdo como luego de un rato de estar ahí, el padre le mostró a mi hermana el sacramento bendito y la bendijo con agua bendita diciéndole: “El agua quemará el espíritu maligno”. Mi hermana se desmayó y despertó en casa como si nada hubiese pasado, como si no hubiese pasado por un gran lio.
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