Dan se despertó esa mañana dispuesto a ir al colegio, como todas las mañanas. Pero ese día tardó un poco más de lo normal. Su cuarto era un desastre. Siempre lo tenía desordenado y le costaba muchísimo encontrar las cosas.
Además de buscar la ropa, las zapatillas, la mochila y todos los libros y cuadernos que tenía que llevar para las clases, ese día Dan era el encargado de llevar el balón para jugar al fútbol. Pero entre todo ese caos Dan fue incapaz de localizar el balón.
-Mamá, ¿sabes dónde está mi balón? -preguntó Dan.
-Ya sabes que me niego a entrar en tu cuarto mientras siga así de desordenado -respondió su madre.
-Mi problema en este momento no es el desorden, mamá. ¡Es un problema de memoria! -dijo Dan, bastante alterado.
-En esto tampoco te puedo ayudar -dijo su madre.
Al final Dan tuvo que irse al colegio sin haber encontrado el balón. Sus compañeros, al enterase, se sintieron muy decepcionados.
-Por culpa de tu desorden hoy no habrá partido -le dijo Richi.
-El problema que he tenido ha sido no acordarme de dónde lo dejé -dijo Dan-. Es un problema de memoria, en serio.
-Eres un desastre -le increpó Luis.
Dan estuvo buscando el balón durante días. Pero no solo no lo encontró, sino que también desaparecieron los libros que tenía que devolver a la biblioteca, la capucha de la cazadora y sus calzoncillos favoritos.
Desesperado, Dan no tuvo más remedio que pedir ayuda a su madre.
-Si me ayudas a ordenar mi cuarto prometo no volver a dejarlo así -dijo Dan.
-No sé yo si creerte, hijo -dijo su madre-. Con esos problemas de memoria que tienes es probable que se te olvide. ¡Ah, espera! Como se te ha olvidado las siete veces anteriores que me has pedido lo mismo.
-Esta vez no me olvidaré, mami -dijo Dan-. Necesito el balón y… mis calzoncillos de la suerte.
-Esta bien, pero esta vez yo te digo lo que tienes que hacer y tú lo haces -dijo su madre-. A ver si colocándolo tú mismo conseguimos algo.
-¡Mamá! -exclamó Dan-. Vale, lo que tú digas.
n colocó la habitación siguiendo las instrucciones que su madre le daba desde la puerta. Tras tres horas de intenso trabajo, Dan encontró el balón, los libros, la capucha, los calzoncillos y varios calcetines. También aparecieron un par de camisetas, algún que otro cromo y un montón de pequeñas piezas que necesitaba para completar una maqueta que llevaba tiempo queriendo terminar.
-Estoy agotado -dijo Dan cuando acabó.
-Pues repetirás esto todos los sábados por la tarde, jovencito -dijo su madre-. Así que más te vale ser cuidadoso durante la semana si quieres salir a jugar con tus amigos.
Dan no se volvió ordenado de la noche a la mañana, pero con tal de no repetir aquello un sábado más se esforzó bastante para que la tarea de ordenar fuese menos dura. Y nunca más volvió a perder el balón ni sus preciados calzoncillos.
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