Sueños Húmedos De Un Maldito Freak -- Cap 00011 La Chica De Las Alas Neumáticas -- Bookchain

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La chica de las alas neumáticas.

Ahora todo tiene sentido. Despierto y olvido todo. Qué tonto me siento prendiéndome de mis pensamientos como si fuesen poesía. Una postal del Hotel Habana libre, ¿quién sabe?...

—Soñé contigo.
—¿Cómo sabes que era yo?
—Traías un par de alas neumáticas, llegaste volando.
—¿Neumáticas, dices? ¿A diésel o a vapor?
—Eléctricas tal vez; nucleares, fotovoltaicas…no sé qué, ¿qué se yo? No pude observarlas, pudieran incluso funcionar con la ira de Ícaro en mensajes telegráficos directamente hacia el sol. Te vi a ti, no a las alas.
—Pero nunca me has visto.
—Tampoco a unas alas neumáticas, pero sé que si existieran disfrutarías de llegar en ellas. Ahora mis sueños son lúgubres; ni deprimentes ni oscuros, lúgubres, y por fortuna estás en ellos. ¿Sabes?, por eso me prendo de tu proyección, porque he soñado mucho con alguien como tú. Me gustas.
—…
—He dicho que me gustas, no que te ame, aunque estoy perfectamente seguro de que puedo llegar a amarte, por lo menos platónicamente; después de todo, ¿qué otro amor existe? El amor Clarkiano, claro, pero ya te amo de esa forma. —¿El amor Clarkiano?, ¿cuál es ese?
—El de Clark Kent, ya sabes, como Superman.
—…¿es en serio?
—Claro que no, me refiero al amor de Sir Arthur C. Clarke.
—No me suena.
—No me extraña, solo los malditos frikis como yo somos capaces de construir su idea del amor a partir de una novelita en la que lo que menos trasciende es el amor; la frase viene de El camino hacia el mar y dice así “La persona a quien uno ama nunca existe realmente; es sólo una proyección a través de la lente de la mente sobre la pantalla que más se le adapta sin desfigurarla.”
—…
—…
—¿Qué pasó después de que me soñaste con mis alas neumáticas anoche?
—Ah, no, pero es que no fue anoche, ha sido un sueño recurrente…desde hace seis o siete meses.
—Y ¿sólo sabes que era yo porque yo usaría alas neumáticas si estas existieran?
—Lo sé porque me sentía feliz de ser yo mismo… es muy difícil explicarte cómo me siento; imagínate que viajaras en el tiempo al pasado, siete años para ser precisos, y tuvieras que convencer a todos tus amigos de la prepa de que ya los conoces, de que si no hubiera sido por una secuencia muy específica de eventos aleatorios, no hubieran construido esa gran amistad que llegaron a tener en el futuro, pero que, dadas las imposibilidades de que esos sucesos ocurran accidentalmente de nuevo, te acercas a ellos por iniciativa propia, porque no estás dispuesta a renunciar a esa amistad, y no puedes permitirte confiar en el destino. Así me pasa, soy un virgo, las cosas deben de ser perfectas, como tú y tu proyección; y el recuerdo que tengo del sueño con tus alas neumáticas.
—Estás loco, eres inteligente y por eso tus locuras suenan bien, pero estás loco.
—Lo sé ... ¿Dejarás de quererme por eso?
—¿Quién te dijo a ti que te quiero?
—Lo deduzco, por lo menos tienes una curiosidad científica o antropológica hacia mí. ¿Por qué habrías de haber llegado hasta este punto de la conversación conmigo si no fuera por eso? En todo caso, me basta; hace mucho que dejó de importarme si las personas de las que me enamoro se enamoran de mí, total, nunca se ama igual, siempre se ama a diferente magnitud y de diferente manera. Eso sí, cuando alguien no quiere saber de mí y mantenerme lejos lo acato, pero estoy seguro de que no es tu caso, y aunque me dijeras lo contrario sabría que no es verdad.
—¿Por qué lo sabrías?
—Porque soy inteligente, tú lo has dicho, y de eso se trata ser inteligente, de saber cosas, ¿no? Tú también eres inteligente y sabes que, aunque no lo fueras, sabrías que de eso se trata.
—…se necesita ser muy fanfarrón para dar un argumento así.
—Sin duda, pero es un pecado que estoy dispuesto a cometer en menester de defender mi sueño; aunque en realidad tampoco es muy necesario, yo sé lo que soñé. Si me crees o no, eso no cambiará la percepción que tengo de las cosas.
—…
—En mi sueño me hablabas de un troglodita, o por lo menos así lo definiste, un hombre que montaba a caballo y vestía con las más básicas prendas de algodón y piel. En su cueva danzaba con sus familiares cuando recibió la visita de un hombre del espacio.

Cuando el hombre del espacio se presentó, le contó al troglodita del maravilloso mundo del que venía, le ofreció medicamentos y alimentos transgénicos, conservas y una que otra curiosidad mecatrónica. Pero el troglodita ni se inmutó. El troglodita aplaudió con un ritmo ininteligible y, a los pocos segundos, descendió una nave en forma de huevo lo suficientemente grande para albergarles a ambos; el troglodita invitó al viajero a pasear por su planeta. Lo llevó a ver una colosal ciudad monolítica abandonada, poblada por vegetación salvaje y pájaros que nublaban el radiante cielo... El hombre del espacio le habló al troglodita de máquinas inteligentes y de energía infinita, de domar estrellas como si fueran colinas... Pero el troglodita empezó a reír.... Conforme la nave pasaba; la ciudad... Según me dijiste. Si un espectador tomaba una vista a la suficiente distancia, parecía un caballo a tropel de un kilómetro de alto. “Antes vivíamos así, ahora nos entretenemos con la forma de vida en la que usted nos vio” dijo el troglodita al viajero “pero nuestro pasatiempo se nos sale de control, a veces olvidamos que no es así como vivimos, sino como nos entretenemos”.

—¿Y luego qué pasa?
—No lo sé, en mi sueño no me lo dices. Después de eso hacemos otras cosas.
—¿Qué significa todo eso? ¿Qué tiene que ver con nada? —Es lo que intento averiguar al salir contigo.
—¿Quieres ir a una fiesta?
—Sí.