INOCENCIA
La primera caricia, sin razones,
sobre el papel de una alborada, blanca
como la voz de un niño. Me engañaron.
Y fueron los arroyos primaveras,
que no llegaban nunca a deshojar
gotas desde los brazos de los deltas.
Se interrumpían siempre, como un sueño
a mitad del camino.
Bastaba una palabra,
la de ellos, los sesudos mayores,
para que yo creyera.
Y los niños venían de París,
igual que las cigüeñas columpiándose
sobre el azul, herido de espadañas;
y no había frío en la mañana
clara del seis de enero, aunque la nieve
dejara el verso blanco en la ventana.
Entonces aún estaba bajo tierra,
ensayando raíces, el cilicio
de esta encorsetadora enredadera,
que con tantas verdades me tortura.
¡Bravo! Muy lindo
Muchas gracias, seguiré publicando mis poemas mientras tenga salud.