Me encontraba revisando algunos escritos de mi padre, muchos de ellos sin haberlos podido publicar, ya que falleció hace cinco años. Un poema en particular llamó mi atención, era dedicado a mi madre, a su amor eterno, a su "Caty", como él la llamaba, a su esposa, a su compañera de vida, hasta que la muerte separó sus cuerpos, porque del corazón de mi madre no ha podido separarse el tierno amor que en vida le manifestó.
CATY
en los pasillos
de un antiguo liceo
las horas desgranaban
su alegría
y tú echabas al viento
las mariposas
de tu risa leve.
Después te vi de cerca
paloma mensajera
sin fronteras
y pasaron dos, tres,
cuatro semanas
Colón enloquecido
sin su brújula.
Pero el hallazgo
se produjo al fin
y frente a mí brotó
la tierra fértil
con sus lagos azules
y sus ríos
con sus valles
de mansa geografía
junto a verdes colinas
que embelesan.
Y fue mío el ensueño
de encontrarte
junto a los remos
de mi barca triste
y fue mía
la gloria de tenerte
para amarte sin más
toda la vida.
Dame tu mano -dije-
sin pensarlo
apóyate en mis hombros
y caminemos juntos
por el mismo sendero
sin temor al ocaso
ni a las sombras.