Quebrada Quintero, El Ávila - Caracas
Hace 11 años, como un regalo de cumpleaños, llegó a mis manos un libro que terminó por acercarme a la carrera que hoy estudio. "Mi primer Larousse de las ciencias de la vida y de la Tierra".
[de izq a der y de arriba hacia abajo] arcosa, malaquita, granito, fluorita
Pozo Paraíso, El ávila - Guatire
Entre ojear sus páginas y preguntar por cada pequeño párrafo que quisiera entender a profundidad, se me pasaron los días. Volvía al libro cada cierto tiempo, conocía cada página de memoria y empecé a cuestionarme todo. Los volcanes no estaban en ciertas regiones por azar, el petróleo provenía de algo que llamaban fósiles y los fósiles eran ese algo que solían representar como conchitas de mar. Cosas sencillas.
El tiempo seguía su marcha y mis inquietudes no eran las mismas, pero se parecían. Por suerte, había alguien que respondía a mis dudas de caracter académico con una paciencia infinita y una sonrisa colgando en los labios: mi geólogo favorito, que por bendiciones de la vida también es mi tío.
Ya para el momento en que cumplí 11 años y dejaba atrás la camisa blanca que me resguardaba del nuevo mundo escolar al que le temía, mi proyecto de vida se tornaba más claro.
Aún hoy me causa gracia el haber escrito aquellas líneas, porque me recuerdo como una niña que soñaba con trabajar en el criogénico de Jose cada vez que, durante un viaje, pasaba frente a sus calderas, porque lo veía como una potencial razón para ensuciarse y no estar encerrada en una oficina.
Siempre le he temido a eso: no quiero estar jamás aferrada a un escritorio y nada más.
Así que, mientras crecía, mis respuestas al clásico "¿Qué quieres ser cuando seas grande?" se paseaban entre ingeniero de petróleo, ingeniero geólogo o ingeniero químico, pero también quería estudiar letras, porque disfrutaba tanto leer como para aspirar a poseer -siquiera- las mínimas herramientas necesarias para ser capaz de escribir algún día algo lo suficientemente decente como para sentir orgullo ante eso...
Y así como las circunstancias me pusieron aquél libro en mis manos, el destino me presentó una carrera que no conocía: ingeniería geofísica. Y comprendí que todo cuanto había querido tenía un nombre, que podía ser posible el agrupar tantas disciplinas bajo una misma ingeniería y, además, podía vivir a la Tierra como un todo. Así que me escogió y han pasado cuatro años desde entonces. Cuatro años de siete matemáticas, cinco físicas, la interconexión de estas aplicadas, geología y naturaleza para llevar ¿Qué mas puedo pedirle a la vida?
Eso de «elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un sólo día de tu vida», aunque cliché, tiene algo de razón; pero, lo cambiaría por «elige un trabajo que te guste y tendrás que esforzarte el triple para cubrir tus propias expectativas, pero vas a disfrutarlo a diario» y vaya que vale la pena.
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