Albert Isern quería recorrer mundo. Sin avisar a nadie, sin dinero, cogió su bici y su abono transporte y se puso a pedalear y a subir a trenes y a pedalear. Esta es una historia real que sucedió hace unos años.
La casualidad quiso que su primer destino fuera mi pueblo. Llegó a medianoche. Para entrar al pueblo hay que cruzar un río, y esa noche estaba muy crecido. Nada más pisar el puente, la corriente le arrebató la bici junto con todo su equipaje, zapatos incluidos, y lo arrastró todo cien metros aguas abajo. Si le hubiera llevado a él, nadie se habría enterado.
Tras su triunfal llegada, se presentó en el comedor empapado, descalzo y sonriente. Nos contó su desdicha sin perder el buen humor, y acto seguido se puso a cocinar tortitas para todos los que estábamos allí. Buenísimas, por cierto.
Al día siguiente no esperó sentado a que bajara el río: no se sabe cómo, consiguió unos zapatos y reunió piezas suficientes para construirse una nueva bici, mejor que la anterior. Cogió la soldadora y se puso a ello de inmediato.
Entre tanto, el río seguía enfurecido, y la estancia de Albert se prolongó unos días. Por el día construía su bici, por las noches programaba aplicaciones web y se entretenía estudiando sobre seguridad en internet. En poco más de una semana se convirtió en un hacker presentable.
Albert tenía 13 años. No iba al colegio. Ni público ni privado. Fue criado de manera colectiva en una comunidad que aplica el método de la educación libre. Este método no dicta a los alumnos unos conocimientos enlatados, sino que deja que sea el propio alumno quien decida qué es lo que quiere aprender.
El hecho es que los niños, en general, están deseando aprender cosas; si les dejas a su libre albedrío, lo que hacen es aprender. El adulto sólo guía al niño en ese aprendizaje, y le da herramientas para mejorarlo.
Como resultado, la escuela libre no produce súbditos, ni piezas programadas para encajar en el engranaje, sino mentes librepensadoras y creativas. Los niños libres no están atocinados ni son inútiles, se puede tener una conversación normal con ellos, entienden el mundo que les rodea. Son otra cosa.
Los alumnos de escuelas libres tienen que pasar un examen para demostrar que, además de darle cien vueltas a muchos adultos, saben hacer raíces cuadradas y lo que es el pretérito pluscuamperfecto. Si suspenden, podrían acusar a sus padres / tutores legales de tenerles sin escolarizar.
Lo aprobarán, como suele pasar. Y mientras tanto, habrán construido su propia bici, su propia plataforma social, su propia cadena de repostería y su propio futuro.
Que me perdone la Marea Verde, y Paco A, pero no llevaré a mis hijos a la escuela pública. Los llevaré a la escuela libre.
Publicado originalmente en 2013. Ver fuente original
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