"Es mejor la conquista de uno mismo que ganar mil batallas. Así, la victoria será tuya. Ángeles ni demonios, cielo ni infierno te la pueden arrebatar." (Buda).
DESAFIO
―Es imprescindible un poco de lucha. Las tormentas con sus
truenos, relámpagos y tristezas, nos enriquecen tanto como la
felicidad y la alegría.
Oí una parábola antigua. Y debe ser muy antigua porque en
aquellos días Dios acostumbraba a vivir en la tierra.
Un día un viejo campesino fue a verle y le dijo: ―Mira, tú
debes ser Dios y debes haber creado el mundo, pero hay una
cosa que tengo que decirte: No eres un campesino, no conoces
ni siquiera el ABC de la agricultura. Tienes algo que
aprender‖.
Dios dijo: ―¿Cual es tu consejo?‖
El granjero dijo:‖ Dame un año y déjame que las cosas se
hagan como yo quiero y veamos que pasa. La pobreza no
existirá más.‖
Dios aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente
pidió lo mejor y solo lo mejor: ni tormentas, ni ventarrones, ni
peligros para el grano.
Todo confortable, cómodo y él era muy feliz. El trigo crecía
altísimo. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia,
había tanta lluvia como hiciera falta. Este año todo fue
perfecto, matemáticamente perfecto.
El trigo crecía tan alto….que el granjero fue a ver a Dios y le
dijo:‖¡Mira! esta vez tendremos tanto grano que si la gente no
trabaja en diez años, aún así tendremos comida suficiente‖.
Pero cuando se recogieron los granos estaban vacios. El
granjero se sorprendió. Le preguntó a Dios :‖¿Qué pasó, qué
error hubo?‖.
Dios dijo:‖ Como no hubo desafío, no hubo conflicto, ni
fricción, como tu evitaste todo lo que era malo, el trigo se
volvió impotente.
Un poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los
truenos, los relámpagos, son necesarios, porque sacuden el
alma dentro del trigo‖.
La noche es tan necesaria como el día y los días de tristeza
son tan esenciales como los días de felicidad. A esto se le
llama entendimiento. Entendiendo este secreto descubrirás
cuán grande es la belleza de la vida, cuanta riqueza llueve
sobre tí en todo momento, dejando de sentirte miserable
porque las cosas no van de acuerdo con tus deseos.
JUICIOS
En una aldea había un anciano muy pobre, pero hasta los reyes
lo envidiaban porque poseía un hermoso caballo blanco
Los reyes le ofrecieron cantidades fabulosas por el caballo pero
el hombre decía:‖Para mí, él no es un caballo, es una persona.
¿Y cómo se puede vender a una persona, a un amigo?‖. Era un
hombre pobre pero nunca vendió su caballo.
Una mañana descubrió que el caballo ya no estaba en el
establo. Todo el pueblo se reunió diciendo:‖Viejo estúpido.
Sabíamos que algún día le robarían su caballo. Hubiera sido
mejor que lo vendieras. ¡Qué desgracia!‖.
-‖No vayáis tan lejos‖-dijo el viejo-‖Simplemente decid que el
caballo no estaba en el establo. Este es el hecho, todo lo demás
es vuestro juicio. Si es una desgracia o una suerte, yo no lo sé,
porque esto apenas es un fragmento. ¿Quién sabe lo que va a
suceder mañana?‖. La gente se rió del viejo. Ellos siempre
habían sabido que estaba un poco loco. Pero después de 15
días, una noche el caballo regresó. No había sido robado, se
había escapado. Y no solo eso sino que trajo consigo una
docena de caballos salvajes.
NI TÚ NI YO SOMOS LOS MISMOS
El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie
como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la
benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se
encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del
maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto
amatarlo. Cierto día que el Buda estaba paseando
tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada
roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar
con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda
y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio
cuenta de los sucedido y permaneció impasible, sin perder la
sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con su
primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido,
Devadatta preguntó: -¿No estás enfadado, señor?
-No, claro que no. sin salir de su asombro, inquirió:
-¿Por qué? Y el Buda dijo:
-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el
que estaba allí cuando fue arrojada.
El Maestro dice:
Para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe
amar, todo es perdonable
EL VALOR DE LAS COSAS
―Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no
tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que
no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo
puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren
más?‖
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo
resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y
haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí,
yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal
vez te pueda ayudar.
-E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra
vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien-asintió el maestro.
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la
mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el
caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo
vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es
necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero
no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa
con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes.
Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía
lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos
reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan
amable como para tomarse la molestia de explicarle que una
moneda de oro era muy valiosa para entregarla a
cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y
un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de
no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la
oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se
cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por
su fracaso, monto su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda
de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para
liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y
ayuda.
Entró en la habitación.
-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me
pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de
plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto
del verdadero valor del anillo.
-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó
sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero
valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién
mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el
anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo
que te ofrezca, no se lo vendas.
Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con
su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no
puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.
-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos
obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé…
si la venta es urgente…
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo
sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres
como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo
puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por
la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero
valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo
pequeño de su mano izquierda
LA RANA Y EL ESCORPIÓN
Cierta vez, un escorpión le pidió a una rana que lo llevara
sobre su lomo hasta el otro lado de un arroyo.
—Si lo hago, me clavarás tu aguijón —dijo la rana
atemorizada.
—Te aseguro que no —repuso el escorpión—. Si me cruzas
al otro lado, te daré lo que más desees.
No del todo convencida, la rana aceptó el trato y
comenzaron la travesía. Pero en el medio del arroyo, el
escorpión clavó su aguijón en el lomo de la rana. Mientras
ambos se hundían, la rana alcanzó a exclamar:
—¡Ahora, los dos moriremos! ¿Por qué has hecho esto?
Y el escorpión contestó:
—Está en mi naturaleza
Moraleja: existen muchos lobos disfrazados de ovejas a nuestro alrededor que
por mas que se esfuercen en hacer el bien te hunden. cuidado con las amistades toxicas!
Saludos!!