Foto: Marca.
Una de mis escenas favoritas de la comedia romántica Amor en Juego, del gran Jimmy Fallon junto a Drew Barrymore, se presenta en uno de los bares de Boston, cuando los amigos de Fallon están bebiendo y ven a cuatro jugadores de Medias Rojas, tras caer por tercer partido consecutivo ante los Yankees de Nueva York y quedar a una derrota de otra temporada fracasada, comiendo y riendo como si no les afectara que hace apenas unas pocas horas perdieron ante su mayor rival histórico, mientras ellos prácticamente están al borde del suicidio.
La indignación y depresión que sienten al ver a sus ídolos ser indiferentes ante su malestar puede parecer tonta, exagerada y estúpida... al menos que seas un fanático.
Porque si eres un fanático te sentirás identificado en esos poco menos de cinco minutos pues alguna vez viste a los tipos que defiendes con tanta pasión en debates de amigos, correr o moverse como si no les importara lo que hacen. Como si no les importara que tú, estás, detrás del otro lado del televisor, esperando que al menos fijan que les afecta que no les salgan las cosas ese día.
Pero hay excepciones. Y toda persona que se haga llamar fan del Real Madrid sabe que una de ellas es Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro.
Yo me alegro de haber disfrutado durante todos estos años de alguien que se fastidia cuando va perdiendo, que llora cuando lo hace y se deprime. Que se rompe las piernas cada vez que pisa el césped, aunque tenga días malos. Que nunca aprendió a perder y siempre buscó más. Porque si no juegas al fútbol así, pa qué coño juegas.
Pensaba en ello mientras leía su forzada y fría carta de despedida del Real Madrid, el equipo que más amó en su vida y del cual fue echado como si fuese un canterano. Pensaba en ello porque sé que en esas líneas no dice absolutamente nada.
Su mejor carta de despedida fue su tristeza cuando durante la gestión de José Mourinho cayó en tres semifinales seguidas de la Champions League. Fue su paciencia por saber esperar el éxito que él sabía que en cualquier momento llegaría. Fue la rabia con la que jugaba cuando la prensa inventaba basura sobre él y su familia. Fue el "calma, calma" que le lanzaba a sus detractores cuando le gritaban maricón o portugués de mierda. Fue la disculpa que pidió al Santiago Bernabéu luego de meter un gol porque había errado un penalti antes. Fue él, acercándose al público, cuando uno de sus mejores amigos estaba teniendo una mala campaña, para pedirles que por favor no lo pitaran.
Porque la chilena ante la Juventus, las tres Champions seguidas, sus más de 450 goles y cada vez que le pintó la cara al Barcelona, no dicen nada sobre él. Porque no quieres a un ídolo cuando convierte lo extraordinario en cotidiano, lo quieres cuando fracasa y demuestra que le importa. Lo quieres cuando está roto, porque tú también te rompes con él.
Y ahora mismo Cristiano está roto. Lo está porque lo echan de casa después de 9 años de entregar lo mejor de sí para brindar incalculables alegrías a miles de seguidores en todo el mundo. Lo está porque lo obligan a jugar lejos de sus compañeros, de sus hermanos. Lo está porque siente que ha sido ninguneado después de demostrar año tras año que es el mejor jugador que se ha puesto la franela del Madrid en toda la historia del club.
Pero así es el fútbol: los tipos que lo controlan y lo dirigen lo hacen desde una oficina, como Florentino Pérez, que entiende que con 33 años el portugués tiene fecha de vencimiento y debe ir por un crack de al menos 27 años que le garantice otra década de triunfos, y por eso lo hace sentir incomodo y lo desprecia. Porque no es fútbol, son negocios.
Un ídolo está roto y envejecido pero ha firmado un contrato millonario con un equipo competitivo porque, aunque no tiene nada que demostrarle a nadie, sigue con hambre y posiblemente sólo piensa en su venganza personal contra los poderosos que hacen de este hermoso deporte una simple entrada de dinero.
Sigo sin entender como grandes jugadores que dejaron todo un legado (Casillas, Xavi, Cristiano..) en un club no culminen ese proceso de cerrar su carrera deportiva allí como lo hizo Maldini o Zanetti. Cada salida forzosa demuestra que al fin y al cabo negocio es negocio e importa muy poco lo que dejó el jugador a su club, aunque ese reconocimiento de la afición no lo puede quitar ningún directivo.
Terminan convirtiendo algo hermoso en desagradable. Le arrancan a los fanáticos la posibilidad de enterrar a sus ídolos.
Tal cual..
Pienso que el Madrid Seguirá siendo el Madrid , Pero se nos va una leyenda de nuestro equipo , Que el decidió irse en su mejor momento , Para que no le pasara lo mismo que casillas entre otros , Se fue campeón , Se fue siendo el mejor . El Madrid tendrá que buscar su próximo icono. Esperemos enfrentarnos contra el mejor del mundo en champions jeje .!!