Una de las cosas que más me indignaba de los vídeos que se publicaban a diario en las redes sociales durante los meses de protestas antigubernamentales en Venezuela de 2017, es que en muchos de ellos se escuchaban los gritos desesperados de niños, que en medio de su inocencia no comprendían por qué los oficiales del Estado -que se suponen que deben defender a sus ciudadanos- disparaban contra sus edificios o casas, mientras perseguían a sus vecinos disparándoles a quema-ropa o golpeándolos frente a la mirada atenta de todos.
La huella que les dejó la dictadura es imborrable. Un ejemplo de ello es la historia de Jeremías y Gabriela, dos pequeños que le suplicaron a sus padres que los sacaran del país, luego de que bombas lacrimógenas ingresaran por las ventanas de su hogar el año pasado, cuando la guardia nacional buscaba opositores cerca de su residencia.
"En medio de los gritos e insultos de los vecinos, los soldados irrumpieron en la torre y arrestaron a docenas de jóvenes, según relató Gabriela, la madre de los niños. Gabriela y su esposo Yorth escondieron a sus hijos en el armario de su habitación, mientras el departamento se llenaba de una densa nube de gas, después de que entraron en el lugar un total de siete proyectiles", reseña un trabajo publicado por Reuters.
"Los efectivos no llegaron a entrar a su casa, pero la aturdida familia fue incapaz de dormir esa noche y el apartamento apestó por días. Lo peor fue que el incidente cambió a los niños. Jeremías empezó a llorar y suplicar que abandonaran Venezuela. Su hermana menor, que antes ni siquiera tenía miedo a la oscuridad, se mostraba aterrorizada cada vez que oía un ruido fuerte, como la caída de un objeto, un camión o un trueno", agrega.
Hay otros casos menos dramáticos, aunque igual de simbólicos. María, una ex alumna de mi mamá, fue sacada del país junto a sus dos hermanos por su madre, que los llevó a Estados Unidos, donde se rencontraron con su papá que llevaba tiempo trabajando en la nación norteamericana para poder llevarse a su familia.
María no terminó el año escolar y, para garantizar que no los devolviera migración, también fue engañada: Presuntamente sólo iban de vacaciones de carnaval.
Ahora, a diferencia de sus hermanos, quienes no pueden estar más felices de haber salido del infierno de Nicolás Maduro, ella está muy deprimida extrañando a sus amigos y abuelos.
Quizás sea demasiado niña para entender que fue lo mejor, además de no comprender lo afortunada que es. Ella cree que es injusto, lo cual es muy cierto. Porque María, al igual que sus ex compañeros de clases y todos los niños de Venezuela, tenía todo el derecho de crecer de manera sana y en paz en el lugar donde nació.
Lo más seguro es que esto se le pase en cuanto ingrese a la escuela y haga nuevos amigos. Puede que hasta sea más fácil para ella que para sus padres adaptarse a su nuevo hogar. Pero ella no merecía ser una desplazada más.
María es un reflejo de lo que han hecho muchos venezolanos...
Totalmente hermano. Solo una historia más del montón.
María y su familia, al igual que muchas otras en nuestro país, decidieron dar un paso, cambiar los problemas tan complejos que estamos viviendo, por otros problemas, en su mayoría menos complejos.
Dejar toda una vida atrás: Un alto precio que hay que pagar por buscar vivir de manera más digna.
Hasta donde ha impactado esta crisis que vivimos. Muchas veces ni cuenta nos damos hasta conocer casos como estos.
Correcto hermano. La situación es demasiado dramática y a veces no lo sabemos ni nos enteramos, hasta que el horror toca nuestra puerta o conocemos triste historias como estas.
Para nadie ha sido fácil esta crisis, pero son los niños los más afectados por todo lo que han tenido que pasar. Que Dios los proteja!!
Que así sea, porque esta pesadilla no terminará pronto.
Gran parte de mi adolescencia fue en la IV República, la cosa en esa época estaba mal. pero la extraño. Gracias a Chávez y Maduro he recordado lo feliz que era ante de la revolución del siglo XXI.
Y lo peor es que siempre se puede estar peor.
Tomar una decisión de tal magnitud no es fácil, tengo ya varios familiares, varias Marías que decidieron emprender su camino..
Es terrible...
Serán recuerdos imborrables en la memoria de nuestros niños. Ojalá esos funcionarios supieran cuánto daño causaron..
Yo creo que lo saben, pero son tan miserables y sádicos que no les importa.
Es terrible lo que se vive definitivamente. Saludos.
Así es hermano.