El juego empieza cuando se hacen las 06:30 de la mañana en la ciudad de Caracas, suena la alarma de mi teléfono, tomo una ducha y me alisto para ocurrir al lugar en donde cumplo con mi faena diaria; de camino, noto a mi alrededor miradas desfallecidas -totalmente desalentadoras-, calles desgastadas por su uso diario, locales desabastecidos y, por otro lado; largas y arduas colas -que parecen ser interminables- para poder adquirir alimentos; personas mayores, en su mayoría, son las que entablan una conversación -que sí bien no parecen ser alegres, son amenas para los mismos-, suenan carcajadas y lamentos; del más allá aparece una figura masculina emergiendo del interior del supermercado, bramando -con un tono molesto e indecente- por orden dentro del caos. Rápidamente hacen silencio las personas que se encontraban contando anécdotas de sus vivencias diarias y vuelve a aparecer la misma figura masculina antes mencionada, ésta vez dando ordenes a seguir para que los habitantes puedan obtener las provisiones para -apenas- vivir -o sobrevivir-.
Continúo con mi trayecto hasta el transporte público, elegido por 'excelencia', de los caraqueños. el Metro de Caracas, el transporte más utilizado en esta ciudad. Con más de 40 años prestando servicio a los venezolanos de a pie, transportando a miles y -hasta posiblemente- millones de ciudadanos por día; hoy en día no es ni la sombra de lo que antes era, con un costo de tan solo 4 bolívares (menos de un centavo de dolar) -últimamente ni eso-, no es más que una madriguera de delincuentes asechando a sus futuras víctimas, hombres y mujeres vociferando calamidades con la finalidad de conseguir un billete -que ahora son difíciles de conseguir-, y habitantes que se dirigen a cumplir con sus jornadas laborales; además de lo anterior comentado y como si fuera poco, se suma lo dificultoso que suele ser tomar un tren y la cólera entre los pasajeros para poder ingresar a las unidades de transporte. Aunado a ello, los olores putrefactos y pocos satisfactorios que emanan del tren -debido a la escasez de productos de limpieza para mantener la higiene de los mismos-.
Pasando la página, he llegado a la estación destinada en un principio; se oyen discusiones en el tren, hay forcejeo para salir del mismo y, luego de una batalla campal por lograr llegar a la puerta, logro salir vivo de aquel tumulto... Pero, no sin antes darme cuenta de que fui víctima de la delincuencia que nos arropa -una vez más-. Pienso 'sólo fue algo material', aún a sabiendas que lo que pienso es sólo para apaciguar el odio que emana de mis venas. Consecuente a ello -y obviándolo o haciendo el intento-, sigo mi camino al destino previamente fijado; han pasado 25 minutos, aproximadamente, desde que salí de mi hogar.
Estando en el sitio, noto en los alrededores un ambiente poco placentero, unas escaleras desgastadas por el tiempo, paredes sucias y rayadas, olores fétidos, miradas lánguidas y personas indolentes; todos caminan con el mismo ánimo, todos reflejan el mismo desaliento y depauperación -como si fuesen zombies-; continúo mi camino y me tropiezo con una hilera de personas, en lo que pregunto a la última de ellas que se encontraba en fila: "-Buenos días, disculpe, ¿Para qué es ésta cola?", a lo que responde "-Es para sacar dinero"; me coloco justo detrás de la misma que me acaba de responder y cinco minutos después pregunto: "-¿Cuánto tiempo lleva aquí?" y responde: "-Llevo 45 minutos esperando, sólo están funcionando 3 cajeros y lo máximo que se puede sacar son 20.000 Bs.F (aproximadamente 0.025 dólares americanos)"; al finalizar esa pequeña conversación, salgo de la fila y continúo caminando dos cuadras más, hasta llegar a la panadería más cercana; una vez en el lugar, compro dos croissants y de salida me encuentro a un niño de aproximadamente 5 o 6 años; tenía la cara un poco sucia, presentaba una marcada desnutrición, y guardaba una mirada de tristeza incomprendida; vestía ropas desgastadas por el uso diario, una camisa blanca con rayas rojas, unos shorts verdes, un par de zapatos rotos y una especie de collar -similar a un rosario-; éste pedía dinero o algo de comer, por lo que sentí un pesar enorme por la situación que vivía aquella indefensa criatura y es cuando me digno de darle uno de mis croissants -por cuestiones de humanidad y nobleza- y me quedo tratando de entablar una pequeña conversación con el niño mientras desayunaba -también atento de que se desayunara bien-; al finalizar de desayunar, me despido del niño y continúo rumbo a mi trabajo.
Pasada la jornada laboral, el reloj ha marcado la hora de dirigir mi rumbo a la universidad; paso por el famoso Metro de Caracas y una vez estando en el andén, llega el tren; entre empujones y forcejeos logro entrar al mismo; en cada estación que el transporte se detenía, se repetía la misma historia de empujones y forcejeos -para que los pasajeros pudieran entrar y salir-, 45 minutos después logro llegar a mi destino, noto una copiosa cantidad de funcionarios policiales; rumores corren entre los transeúntes, al parecer, acaban de perpetrar un homicidio dos cuadras más abajo de la estación. El ambiente está agitado, hay personas en abundancia, cada uno dirigiéndose a culminar con su día -unos van a sus hogares, otros a terminar sus diligencias- y otros un poco turbados por los cuentos de pasillos que por ahí se oyen. Luego de una espera de, aproximadamente, 30 minutos logro montarme en el autobús con destino campus universitario; 2 horas después, ya ha oscurecido, nuevamente el trayecto de la universidad a mi casa. Hago mi cola para tomar el autobús, una vez en las cercanías de la estación de Metro, me dirijo al mismo -esta vez con rumbo a mi casa-. Una vez en el lugar predestinado noto, nuevamente, presencia policial; en esta ocasión se trata sólo de un operativo de seguridad. Sigo caminando hacia mi destino hasta encontrarme aquí, comentándoles lo agitado que suele ser vivir en esta bella -pero peligrosa- ciudad y entretenerlos -nuevamente- con mis anécdotas.
Feliz noche.
Escrito por: Carlos Cedeño
Fotografías de: José Moreno
Caracas, encantadora pero peligrosa. Excelentes tomas.
Gracias por el apoyo, hermanito. Saludos y éxitos.
Pense que era una tipica historia de venezuela de esas que se publican por aca para tratar de captar la atencion de usuarios y obtener dinero, pero el final tan "acabo de llegar de todo ese peo que estoy contando" me encanto ya que de verdad todo lo que cuentas lo vi en mi mente de la manera mas caraqueña posible, naturalmente. Tremenda redaccion, todo muy bonito, fue una lectura bastante agradable a pesar de que hables de caos, xon tal, como vivimos de el, esas imagenes mentales pueden recordarnos un poco a casa, un abrazo hermano.
Gracias por el apoyo, brooky... No todo en la vida es dinero, eso es algo que no todos ven. Muchas veces queremos encontrar felicidad en cosas materiales pero no todo tiene que ser así. A mi, en lo particular, me encanta contar este tipo de cuestiones que me toca vivir... Pero en parte, también me gusta dejar bien en claro que tenemos que dejar ese egoísmo pues, no está matando a todos por igual mientras que, los que están arriba de nosotros viven tranquilos y en paz viendo como fallecemos cada vez más. Buenas noches hermano.
Saludos y éxitos.
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