Necesidad de control
Hay en el ser humano moderno una necesidad de control que le resulta imperiosa. Una necesidad de controlar su propia vida pero también la de los demás. El ser humano necesita sentir que tiene el control de su vida, de su circunstancia.
No obstante, esa voluntad de control sobre su propia vida se limita a su capacidad para hacer lo que quiera, cuando quiera y de la manera que quiera. Sin tener que escuchar a otros seres humanos, sin tener que obedecer dictados ajenos a su propio deseo.
Esta voluntad de control de su propia vida es negativa, pues hace referencia en exclusiva a la total ausencia de límites, la negación de cualquier posibilidad de control y dominio de sí propio. Esa voluntad de control de la propia vida, de determinación de sí propio, no está construida sobre la asunción de la responsabilidad de los propios actos, ni sobre la aceptación de la responsabilidad por la propia vida. Más bien, toda responsabilidad se descarga en el otro, otro que siempre es responsable de nuestro fracaso, de nuestras limitaciones, de nuestra incapacidad o inhabilidad para alcanzar nuestros sueños, o deseos.
En realidad lo que hay detrás de toda es voluntad de control es una enorme carencia de madurez personal, se trata del niño que lo quiere todo. Es el triunfo del infantilismo irresponsable frente a la responsabilidad de la madurez de la persona.
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