El derecho iusnihilista

in #spanish7 years ago

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Hace mucho tiempo, reconfortado por la idea del «destino», por la noción de horizonte que atribuía a cada torpeza y cada virtud, como si las pisadas bien o mal dadas, en sí todas las marcas de calor en el asfalto, eran un inequívoco de acrisolación para el idóneo porvenir, que los errores y aciertos en los que estúpida o ingeniosamente incurría se me parecían un impulso totalmente alejado de las vísceras; nada de errores, tan sólo un programático devenir en que la memoria no sería más que un accesorio provisional para dotar de límites un contenido hundido en las arenas del tiempo. Que falta de elegancia era, para mí en ese momento, hallar en la vasta programación del Absoluto todas las fiebres, todas las intensidades, una especie de flojedad aparentemente medular, aparentemente sanguínea; odiosamente inmanente. Una flojedad inmarcesible, aún, frente al repente otoñal de la adolescencia donde, a base de virulencias hormonales, los paroxismos se promulgan tácitamente como dogma de los que adolecen el abotagamiento de los sentidos frente a la estratificación del placer en edades joviales.

Ablandecer el ego desdeñando su voluntad; eso hacía. Mi existencia, entonces, se deshacía en aquellos suspiros intestinales; las flatulencias. Atemperar, perennemente, los estallidos de la carne, bien recostado en un sillón haciendo el simulacro de mancha infinitesimal o bien, destrabando las posibilidades futuras de «culpa», pues, nada de eso era la voluntad en sí misma. Me creía, postrado a mis anchas, una individuación temporal del Absoluto; pensamiento que, trabado en una voluntad intraducible para la psiquis y el espíritu, me situaban como una individuación de la inutilidad cósmica. Una existencia languidecida muy tempranamente por el ocio y la aparente devoción a un «cinismo metafísico». Tan o más inútil que un Hemingway sin su escopeta. O un Bukowski sin su botella de vino. O un James Brown sin su desriz. La inutilidad bípeda.

Es poco decir que estaba acostumbrado a ese nihilismo tácito; era algo más fuerte que la costumbre o la dependencia patológica. Era como sentir la suavidad del algodón vistiendo mi cuerpo. Era temperatura cálida. Vivía prendado por una única pretensión: la inutilidad. Según, por lo que creía, vivir sin el peso de la responsabilidad era un derecho más que racional. El iusnaturalismo se trataba, para entonces, como adusta imposición de los que no creían en el «destino»; el *iusnaturalista” no sólo tiene derechos racionales sino también responsabilidades racionales; derechos que son resorte holístico de la naturaleza. Yo era incompatible a todo: mi naturaleza la consideraba un sofisma biológico, simple imagen sin substancia, un espejismo de mar; una simulación de mortalidad. Yo era un iusnihilista. Y la nada a la que reducía todo se sentía espléndidamente, lo mismo que el orgasmo en amantes primerizos. El iusnihilismo fue mi posinfancia y mi primer amor.

Por desgracia ningún amor es para siempre. Hoy lo sé.

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Guao! línea a línea sorprendente y fasinante!

A mí no me hables, no me has invitado a comer, nojombre vale. <3

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"mi naturaleza la consideraba un sofisma biológico" me llevo esa frase, te voto, resteem, y hasta lo comparto en "carelibro" amigo @cavilacion un placer leerte :)

Hombre, Darius. Cioran dijo una vez "Sólo debemos leer para encontrarnos en el texto; la crítica es un sinsentido". Me agrada que te hayas encontrado en ese fragmento. Abrazos.