El miedo, una emoción primaria, es tan antiguo como la evolución de la vida en el planeta. Hablar de él presupone una reacción generalmente innata, que se incorporó de alguna manera para proteger a las especies de cualquier amenaza que pudiese atentar contra su integridad física o su permanencia en el ecosistema. Imaginemos a ese homínido que comenzó a evolucionar y a crear conocimiento interpretando lo que pasaba a su alrededor: un trueno, el fuego, el ataque de un depredador, pudieron ser las causas de un devastador miedo que aceleró sus latidos cardíacos al máximo.
Las fiestas de Halloween que se celebran desde el 31 de octubre al 02 de noviembre en varios países, generalmente están asociadas a situaciones terroríficas que generen ansiedad y aprensión en la población participante, pues utilizan ciertos personajes de ciencia ficción o aquellos reales que han sido protagonistas en algún crimen o masacre, con el fin de generar adrenalina y otras reacciones fisiológicas en nuestro organismo.
Estas celebraciones estimulan de cierto modo el miedo controlado y un subidón de adrenalina fugaz, similares a los sentidos cuando se estrena una película de terror, como las de Alfred Hitchcock. En este último caso, la población que asiste a las salas de cine busca experimentar sensaciones como turbación, ansiedad y angustia, a sabiendas de que se trata de una realidad creada y que lo percibido sólo es parte de ese momento en específico, pues posteriormente van a volver relajados y podrán seguir con su cotidianidad.
El miedo y el cerebro
Los receptores sensoriales interpretan el mundo externo de cada ser vivo; sin embargo, en esta publicación nos referiremos principalmente al miedo como emoción humana. Cuando percibimos algún estímulo externo que pueda atentar contra nuestra vida, comienzan a producirse un sinfín de reacciones químicas y eléctricas que son canalizadas hacia el cerebro, quien, gracias a su amígdala cerebral, interpreta el estímulo dando una respuesta acorde a la situación, que a veces puede ser de defensa o huida.
La amígdala, un sistema de alarma innato, puede considerarse desde el punto de vista de la Biología Evolutiva como una de las zonas más primitivas y antiguas de nuestro sistema cerebral. Esta forma parte del sistema límbico y se encarga de fiscalizar y detectar aquellas posibles amenazas que se encuentren en nuestro medio externo o interno, activando, en caso de que se produzca, un conjunto de reacciones que se interpretan y dan una respuesta efectiva al estímulo.
Algunos de los efectos físicos que podemos sentir cuando se activa esta alarma orgánica son:
Aumento de los valores de presión arterial.
Aumento de los niveles de glucosa en nuestra sangre para generar energía
que permita el resguardo o la fuga.Se intensifican nuestras funciones metabólicas.
Acrecimiento de la actividad mental.
Las pupilas y los bronquios se dilatan.
Se aceleran los movimientos respiratorios
Direccionamiento de la sangre hacia nuestros músculos locomotores, piernas y manos, para permitir la defensa o huida.
La adrenalina generada detiene el funcionamiento de nuestro sistema inmunitario, porque en ese momento no es una prioridad que deba ejecutarse.
Se ralentiza el funcionamiento de nuestro sistema digestivo.
En ciertas ocasiones se pueden relajar tanto nuestros esfínteres que podemos orinarnos e, incluso, defecar.
Todas estas reacciones fisiológicas y químicas se activan con la intencionalidad de generar acciones que permitan escapar de una situación amenazante para nuestra vida o grupo social, y han sido parte importante de nuestra supervivencia en el planeta.
¿Nos gusta ser asustados?
Disfrutar del miedo controlado nos distrae de nuestras preocupaciones cotidianas como el estudio, las finanzas y ciertos problemas sociales, lo que se puede traducir en una experiencia positiva. Cuando disfrutamos en grupo de una fiesta de Halloween o visitamos una casa embrujada, nuestro temor se puede traducir en risas, pues, visualizar a nuestros amigos siendo asustados por cierta situación que debería ser terrorífica, nos hace intuir su estado emocional y vincularlo directamente con el propio.
Sin embargo, ciertas personas pueden sentir repulsión a ser asustados, pues su cerebro puede entender que la situación es más real de lo que se pensaba y alterar los mecanismos fisiológicos por un buen rato. Esto se debe, además, a la relación entre nuestro cerebro emocional y el cognitivo, pues si el emotivo se siente aterrorizado, el cognitivo percibirá impotencia, lo que genera repulsión a revivir estas amenazantes situaciones así sean recreadas.
Debemos acotar que no es lo mismo saber que vas a ser asustado en una casa embrujada donde incluso adquiriste una entrada, a ser sorprendido en una calle cualquiera por un hombre disfrazado y que se muestre amenazante. En el segundo caso, nuestra amígdala cerebral será la encargada de activar todos los procesos antes mencionados, que ojalá nos permitan salir airosos de la situación vivida.
El miedo en la sociedad
Si bien es cierto que nuestra capacidad de percibir el miedo ha sido una de las mejores estrategias adaptativas que permitió la evolución de nuestra especie, pues nos salvaguardó de ciertas presiones del medio, como la huida por ataque de depredadores, el resguardo ante las condiciones climáticas del planeta y otras amenazas que pudieron afectar nuestra sobrevivencia, también ha sido utilizado para moldear la sociedad y controlar su comportamiento.
Desde niños nos enseñan a tenerle miedo a objetos, animales o ciertas situaciones, por lo que es común escuchar “si no te portas bien, el coco te comerá”, o cualquier otra frase con la que podamos sentirnos identificados, y que, de acuerdo a nuestro nivel de madurez mental, puede llegar realmente a afectarnos.
Algunas culturas y religiones también nos hablan de dioses malévolos, la existencia de demonios, el diablo y energías o criaturas sobrenaturales que pueden acercarse a nosotros ante situaciones inmorales y pecadoras. Además, se vive sembrando pánico sobre el posible final del mundo, y la ejecución de juicios donde algunos podríamos no ser favorecidos con ciertas oportunidades. Nuestra evolución cultural, entonces, se pudiese valer de ciertas situaciones para generar en nuestro organismo temores y frustraciones, que, definitivamente, van mucho más lejos que una divertida fiesta de Halloween.
Escrito por @alexaivytorres para contenido original.
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El miedo, una sensacion tan basica pero que nos ayuda a no hacer tonterias 😂
Excelente articulo. Gracias por tan interesante contenido!
El miedo puede ser usado a favor, servir de motivación... El enfrentarle.
Es un arma de doble filo si se le da mucho poder.
Pero... Después de todo... "La felicidad está del otro lado del miedo", ¿no?.