BIENVENIDOS HIVERS / WELCOME HIVERS
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La magia de la fiesta de navidad llegó a nuestra casa hace más de cuatro generaciones, mi mamá me contaba cuando era niño que su abuela colocaba el pesebre durante el mes de noviembre, tenía que ser en noviembre para activar la magia por completo.
Yo en ese momento no sabía el alcance de la magia de la navidad que tenía nuestra familia, y yo le pregunté a mi mamá,
—¿Mami que pasará en navidad? ¡dime, dime, dime!, yo le preguntaba insistentemente
—Ya lo verás, Cesar, ya lo verás, no insistas. Me decía mi mamá con una dulzura muy intrigante, pero con firmeza.
—Ya llegará y será algo grandioso para todos, aunque sólo lo podrás ver tú, es una sorpresa increíble. Culminó la aclaratoria, mi mamá.
En ese momento tendría como 3 o 4 años y esa intriga hacía que no pudiera esperar, entonces, fui donde mi abuela; Una vieja de pelo gris claro claro, pero no llegaba a blanco y se enorgullecía de eso.
—Abuela, cuéntame que es la magia de la navidad que tanto dice mi mamá y porqué hay que colocar el nacimiento en noviembre. Le dije a mi abuela, como la última oportunidad de conocer la historia.
—Siéntate, me dice mi abuela. Cuando de repente se escucha un estruendoso grito.
—MAMÁ, no le digas nada, no es el momento y pierde el efecto de la sorpresa. Le gritó mi mamá a mi abuela.
—Ya lo verás, príncipe es una bella sorpresa que jamás podrás olvidar y estará presente cada día de tu vida y siempre deseoso que llegue noviembre y que tengamos un niño en casa. Dice mi abuela, con más dulzura que mi mamá.
—Anda a jugar muchacho, que esperas, te vas a poner viejito sentado al lado mío. Culmina su ambigua explicación que yo no entendía mucho y con su mano me alejaba, como para que no siguiera preguntando.
Ese día luego de que llegó mi papá y casi a la hora de dormir sacaron una caja grande del closet que tenía mucho, miles, millones de adornos navideños, la abrieron, pero no me dejaron verlos todos, me dijeron, mañana luego de comprar unas cosas comenzaremos a armar el pesebre y a colocar los adornos. También sacaron un arbolito de navidad de plástico, muchísimas luces de colores y blancas, y se peleaban porque a mi papá le gustaban colocar las de colores y a mi mamá las blancas y esa discusión se mantuvo todos los años de mi vida, al final me preguntaban y yo decidía cuales se colocaban, por supuesto, las de colores, ¿A qué niño no le gustaban los colores?
Al día siguiente, debió ser fin de semana porque yo no tenía clase, fuimos a una tienda impresionante a ver los adornos que íbamos a comprar para colocar la navidad en nuestra casa, pasamos horas caminando de un sitio a otro, yo estaba impresionado con tantas cosas, hasta que llegamos a una estantería que tenía todas las piezas para colocar al pesebre.
—Escoge una, dice mi papá
—¿Una sola? Pregunté.
—Sí, una sola, esa es la que va a tener tu magia, me aclara agachándose a mi lado y colocando su boca cerca de mi oído, para que nadie escuchara. Un secreto familiar.
Su acción no me dio ni tiempo de exigir más, creo que si hubiese sido mi mamá aún estuviera peleando por una más, pero su serenidad, su voz fuerte pero muy cálida, fueron suficiente para solo mirar el híper, súper estante. Simplemente, di la vuelta y comencé a buscar esa pieza que me hacía falta para activar la magia de navidad, miraba y miraba por cada espacio para identificar la pieza que tuviera el poder. Mi papá parado a mi lado esperaba con toda la paciencia a que yo tomara una decisión, me cargaba cuando veía una pieza interesante en los peldaños más altos, por su parte, mi mamá estaba un poco impaciente
—¡Toma una y ya!, decía mi mamá.
—Calma mujer, ya le falta menos, decía mi papá para contener la ansiedad de mi madre.
Luego de varios minutos para mí, seguro para ellos fueron horas interminables, escogí un Rey Mago de tres que habían, el de capa roja se veía espectacular, los colores, el brillo y su forma eran simplemente impresionantes.
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—Papá, ¿y si no activa la magia, esta figurita?, le pregunté a mi papá
—¿la escogiste con el corazón?, me preguntó
—! Si papá¡, le dije.
—Entonces se activará, se activará. Me dice, con una vos serena y melancólica.
—Papá, ¿tu viste la magia? Le pregunté.
—No, papi nunca la vi, en mi casa no teníamos esas figuritas. Pero desde que me case con tu mamá, he visto como todos los niños de la familia han visto todos los años la magia y es algo increíble, me explicó para culminar.
Al llegar a casa comenzamos a sacar todos los adornos, papeles gigantescos color marrón que tenían preparados, pinturas de muchos colores en espray, pegamento y luces. Las colocaron en el lugar reservado para eso, la sala. Comenzó todo el armado y de igual manera corría felicidad por cada esquina de la casa, la abuela separaba las figuritas, mi papá revisaba que las luces funcionaran y mi mamá pintaba de verde algunos papeles que se iban a colocar simulando montañas. Todos tenían una sonrisa en los labios, se colocaban gaitas y aguinaldos la música navideña que en mi casa no podía faltar.
Esa noche culminamos todo el nacimiento, se veía precioso, nos sentamos en frente para deleitarnos de nuestra obra de arte, todos nos mirábamos y cada quien hacía ver que su parte del trabajo era la más bonita. Ya era hora de dormir cuando mi abuela sacó todas las piezas que representaban a cada mimbro de la familia, las fue colocando en una parte del pesebre, hasta que llegó a la mía, me la entregó y con una señal me indicó que la pusiera, en el lugar que quisiera, yo de fui de manera rápida y la puse al lado de otros 15 reyes magos que habían escogido algunos de mis antecesores.
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Las figuras que menos habían eran el niño Jesús, la virgen María y San José ellos solo había uno de cada uno, porque nadie podía escogerlos, pero de resto cualquier figurita podía ser comprada e incorporada al nacimiento (pesebre). Así que me senté más cerca a ver todo y noté que el burro era una de las figuras que menos habían escogido mis familiares.
Entre todas había un que se veía muy vieja la tomé con cuidado era como de cartón o madera muy fina y le dije a mi mamá está muy vieja y fea vamos a sacarla, y mi abuela comenzó el relato de la historia de cada una, la que había tomado era de un tatarabuelo que se llamaba Horacio, y me explico que en esa época los adornos y figuras se hacían de ese material, además, para que ocurra la magia deben estar todas la figuritas, al girar mi rostro y ver nuevamente el nacimiento, me di cuenta de cuanta diferencia había entre cada una, dígame los Reyes Magos, eran de todas las épocas que se pudieran imaginar, era genial verlos. Esa noche nos fuimos a dormir y yo solo podía soñar en cuál sería la magia de la noche de navidad, que aún faltaba mucho para llegar.
Seguían pasando los días y en las noches nos sentábamos a conversar en familia en la sala y la abuela nos contaba el origen da cada una de las figuritas, era increíble cómo se las sabía todas y ahí estaba mi Rey Mago, el último que había llegado a la familia del pesebre.
Llegó la noche de navidad, ya faltaba mucho menos, en la casa estaban haciendo organizando la cena grande para toda la familia, todos venían a pasarla juntos y cada niño a poner sus figuritas en el pesebre por primera y única vez.
Esa noche fue genial, era una fiesta de navidad familiar que todos esperaban, música, luces y la mejor comida del mundo que terminaba con unos prostres espectaculares y el olor a navidad se sentía en cada rincón de la casa. Mis primos y yo jugábamos corriendo por todos lados detrás de una pelota y a cada rato se escuchaba un grito de mi mamá ¡CUIDADO CON EL PESEBRE!
Unas horas antes de la media noche, ya con el cielo poniéndose oscuro, mi papá prendió todas las luces de colores, mientras todos se sentaban a conversar y descansar, por todas partes había alguien, no había un rincón donde no hubiera una persona sentada, en los muebles los mayores, los más jóvenes en sillas y los pequeños en el piso, esperando el llamado de los cocineros que alistaban todo en la cocina, había una suerte de zumbido alto producto de las personas hablando en cada rincón y al fondo la música que parecía que nadie la escuchaba, sin embargo, no faltaba alguien que se pusiera a bailar y a cantarla.
Yo y mi primo Miguel éramos los que íbamos a ver la magia de la navidad por primera vez, como sabíamos que todos los que llegaban ya había pasado por eso, cada vez que llegaba alguien a la casa le preguntábamos ¿sabes que es la magia de la navidad? Ninguno nos respondía solo decían ¡ya lo verás! lo peor era que se hacían los locos y casi ni nos saludaban, se veía que tenían experiencia en esquivar esa pregunta.
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¡A COMER! Se escuchó el grito de mi mamá y todos saltaron a la mesa. En nuestra familia había una tradición y jerarquía no escrita donde se atendía a los viejos y niños primero, luego en una suerte de jerarquía de manada donde todos iban seleccionando con respeto sus lugares, un ejemplo era que mi papá le gustaba comer de último y con el tío Horacio porque era muy cómico y siempre tenía cuentos que le pasaban y los contaba de manera genial en mesa, las risas y los gritos eran sin precedentes y podían quedarse conversando horas después de comer porque ya todos habían comido y mi mamá le encantaba sentarse a su lado porque le contagiaba la risa que era quizá el mayor regalo luego de un día de arduo trabajo organizando la fiesta navideña.
Finalmente, culminó la cena, ya todos habíamos comido, Miguel y yo estábamos cansados y teníamos mucho sueño, pero mi papá se acercó y nos dice faltan minutos para la magia así que siéntense al frente del pesebre, sin pensarlo fuimos y nos sentamos donde dijo papá, estábamos en primera fila frente a un pesebre gigantesco. Al sentarnos, apagaron las luces de la casa quedando encendidas solo las luces de colores de la decoración del pesebre, el arbolito y las velas, al fondo sonaba unos villancicos haciendo un ambiente navideño magnifico.
Todos los miembros de la familia se habían sentado atrás de nosotros y en total silencio. Pasaron segundos cuando comencé a observar que algunas piezas del pesebre se movían al ritmo de las canciones, comenzaron las que parecían más viejas dirigiéndose al frente de todas y luego se iban incorporando las demás en círculo dejando las más viejas en el centro, cada vez que culminaba una canción las piezas hacían una reverencia y nuevamente comenzaban la siguiente, no sé cuánto tiempo pasó, pero seguían y seguían moviéndose.
El Rey Mago que yo puse y la oveja que puso Miguel fueron de las últimas que se pusieron a bailar, parecía una obra de teatro musical navideña, era algo indescriptible. En ese momento, me encontraba solo en esa especie maravillosa de sueño, no veía ni a mi papá, ni a mi mamá ni a ninguno de los que estaba en la casa, cada pieza le daba el protagonismo a la siguiente que le tocaba respetando la línea de tiempo. Pero en la última canción bailaron todas y al final las luces salían fuegos artificiales, el cierre perfecto. Había visto la magia de la fiesta de navidad de nuestra familia.
Al día siguiente, al despertar estaba en la cama y fui corriendo al pesebre para ver si se seguía moviendo las piezas, al bajar ya estaba Miguel llorando, porque quería que se movieran las piezas, pero mi abuela le decía eso solo nos ocurre una vez en la vida a cada miembro de la familia, es por eso que mantenemos la tradición a todos los niños de la familia para que puedan conocer a nuestra familia a través de esta tradición.
Hoy ya han pasado muchos años de esa maravillosa experiencia, pero cada noche buena seguimos colocando el pesebre en el mes de noviembre esperando que se active la magia de la navidad y darle la oportunidad a cada miembro nuevo de nuestra familia que se active la magia de la navidad. Hoy le toca a Martha y Sami, mis hijos.
Fuente del separador: tomado del discord de MayVileros
Texto original de @cesinfenianos
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