No tuve necesidad de usar el metro para hacer el mismo recorrido pero en mi ciudad, los mismos gristes, las mismas telas sin color, los mismos rostros inexpresivos o sumamente tristes. La alusión a tu hija y la necesidad de calentar el alma es desgarradora. Una metáfora bien lograda de todo lo que nos está pasando con esos vórtices que nos mantienen en vertigo perenne y el rojo impuesto que alarma por su difusión insensata. El maravilloso cierre nos hace por fin soltar la respiración que la tenemos aguantada desde el inicio. Un excelente relato. Tiempos mejores tienen que venir.
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