El milagro
Todos en la sala estaban maravillados, convencidos de que ciertamente, los milagros existen.
Doña Alma miraba a cada uno de los presentes con una sonrisa, de esas que esconden secretos que nadie aparte de su portador conoce. Los doctores se habían reunido en torno a la cama clínica, con la intención de mirar por ellos mismos el milagro; no todos los días, las enfermedades desaparecen del cuerpo de un enfermo terminal, sin dejar rastro alguno.
—Por Dios, pero ¡si está como una quinceañera! —Bromeaba uno de los doctores, con los ojos bien abiertos—. ¡Bendito sea el santo al que usted le reza, Señora Alma!
—¡Un milagro es esto! Declaraba fervientemente una de las enfermeras, con los ojos húmedos.
—Sus familiares estarán más que contentos, Doña Alma —dijo el Doctor a cargo de aquella ala de la clínica, sujetando la mano de la paciente y sonriendo de oreja a oreja—. Ahora podrán disfrutar de su presencia unos cuantos años más… ¡y esperemos que sean muchísimos!
Todos en la sala se maravillaban, salían de la estancia y volvían a entrar, a veces con alguien más, que intrigado por el milagro, acudía a la habitación para ver aquello con sus propios ojos.
Para Doña Alma, aquel día le pareció el más largo de su vida. A primeras horas de la mañana había entrado el Doctor Edgar Álamos, para chequear, como siempre, el estado de la paciente.
—Muy buenos días, señora mía —había dicho el doctor—. ¿Cómo amanece hoy?
«Igual que siempre, mi doc.» Iba a responder, pero nada más despertar, notó que la sanidad la recorría de pies a cabeza. Se miró con extrañeza las manos y brazos, respiró profundo y notó que no le dolía el pecho. Se agarró de los pasamanos de la cama clínica y se sentó.
—¡Wow, mi señora! ¡despacio! veo que hoy amanece como un roble. —El Doctor le tomó la tensión, y frunció el ceño—. Vaya vaya…
—¿Qué sucede, Doctor? Preguntó Doña Alma, aunque no necesitaba respuesta; sabía exactamente qué sucedía.
—Pues… no quiero dar falsas esperanzas pero… me parece que ha mejorado notablemente en estos… no, ayer… mi señora, hoy está usted de maravilla. De acuerdo con estas lecturas en la pantalla, la presión, incluso el semblante que hoy me muestra… ¡Y pudo sentarse sin la ayuda de la cama clínica! He de hacerle unas cuantas pruebas... pero tan cierto como respiro puedo asegurarle: usted está como un roble.
Aquél fue un dia agitado, entre exámenes y especialistas, hasta que la hora de visita llegó, y el suave clic de la puerta de la habitación, donde descansaba doña Alma, anunció la llegada de un ser querido.
—¿Madre? — Preguntó suavemente su hija, Estela, cerrando la puerta tras de sí.
—No era lo que esperaba —respondió Doña Alma, con el ceño fruncido y las manos cruzadas al abdomen—. Ella dijo “un día más”, solo eso —levantó la vista, hacia la ventana a su derecha—. Se supone que hoy debía partir.
—Lo sé… Ella me ha contado todo, la concesión… pero no pareces muy contenta.
Estela esperó, moviendo los dedos en actitud nerviosa. A veces, su señora madre parecía toda una extraña, y en esos momentos ella hablaba sólo lo justo y luego escuchaba, como ahora.
—Hay cosas peores que la muerte ¿sabes? —siguió Doña Alma—. Pero cuando el final se acerca, es mejor no prolongarlo… no mucho, al menos —La señora volteó el rostro, y miró directamente a su hija… que retrocedió unos pasos, conmocionada—. Ella debería saberlo, no se puede prolongar una existencia marcada por demasiado tiempo.
Estela contuvo el aliento mientras un sentimiento incómodo, muy parecido al miedo, comenzaba a anidar en su pecho. Doña alma tenía un semblante excelente. Donde su piel había lucido pálida y descarnada, ahora estaba generosamente llena y de un color rosa muy bonito. Sus labios formaban una fina línea, señal de que no estaba contenta, pero lo que provocó aquel sentimiento en Estela, fueron los ojos.
Parecían llamas naranjas al rededor de un oscuro túnel vacío, una puerta a las profundidades que ningún mortal debería visitar jamás. Aquella mirada desnudaba a todo aquel desafortunado que le mirase.
Pero Estela era sangre de su sangre; no debía temer.
—Tienes mis ojos, pequeña… y lo lamento mucho.— Dijo Doña Alma.
Estela, agitada, respiró profundamente mientras cerraba los ojos, que se habían tornado rojos con vetas naranja.
—No es tu culpa, madre —por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Estela se sintió de pronto avergonzada—. Si padre no…
—Olvídalo, amor, por favor, olvídalo… no lo menciones —Doña Alma suspiró, y los años parecieron acumularse en sus hombros—. ¿Ha venido Jorge?
—No —Estela frunció el ceño—. Madre, se ha quedado en casa.
—¿Y porqué lo has dejado en casa?
—Pues…Tía Celeste se ha ofrecido a cuidarlo esta noche… pensé que lo sabías. Ella me dijo que…
Doña Alma le hizo callar con una señal de su mano, y comenzó a despegarse los cables que la conectaban al monitor. Estela intentó impedirlo, pero la señora le miró con aquellos ojos encendidos nuevamente, y la madre de Jorge retrocedió.
—Debo salir de aquí —dijo, resuelta—. Hay cosas peores que la muerte… y una de ellas, es mi querida Hermana.
Muy buenos días, tardes o noches tengan todos, queridos lectores.
He estado algo ausente... mucho más de lo que esperaba, y les pido disculpas si han seguido alguna de mis historias y pues yo no mas desaparecí.
Gracias a Dios, después de enfrentar algunas penurias, ya puedo dedicarme un poco a seguir escribiendo para ustedes, tratando de mejorar cada día para ofrecerles lo mejor de mi. Así pues, aquí les traje otro capítulo, aunque algo corto, de lo que espero se convierta en un "novelette" con el paso del tiempo.
Si lo has leído por primera vez y te ha gustado, te invito a que le des clic a los enlaces que están aquí abajo para que te pongas al día con la historia, y si ya la habías visto antes, sólo espera un poquito más, que pronto subiré un nuevo capítulo.
Y ya para finalizar, muchísimas gracias por dedicarle un poquito de tu tiempo a esta historia, que con amor comparto por este medio.
¡Buenas vibras! ¡Nos leemos!
Obras de mi autoría:
La Sombra (Fantasía/Acción). Parte I. II. III. IV. V. VI. VII
Tara (Fantasía/Relato). Parte I. II
Arena. 2129 (Fantasía). Parte I. Parte II
Instinto de Supervivencia (Relato/Suspenso)
Una tonta con ilusiones de niña (Relato/Suspenso)
Monstruo. Parte I, II
Ladrona (Poema)
Todas mis obras están registradas y protegidas con licencia CC.
Se ve muy interesante y me dejó intrigada. Ahora sé que tengo que leer los capítulos anteriores.
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