Las siguientes fotografías fueron tomadas con mi celular Samsung Galaxy S6 edge. No pasaron por ningún tipo de edición. Definitivamente no son las fotos más bonitas o estéticas, pero para este tema no necesitan serlo. Espero disfruten leerlo.
Mi ciudad
Nos gusta pensar que nuestra ciudad, a pesar de lo malo, es la mejor y la más hermosa del mundo. Sin embargo, siento que lo único que la hace hermosa es la presencia del Ávila. Sin él todo sería zozobra, desesperanza, rabia y miedo.
Sí, bienvenidos a Caracas
O mejor conocido como el pesebre navideño. Creo que la siguiente foto puede explicar esto por sí sola:
Mi ciudad es fría y dura. La gente amable y cálida ya se fue o simplemente ha dejado de serlo para resguardarse. No les voy a negar que aún quedan de estas personas, pero son muy pocas. Mi ciudad suele estar constantemente bajo vigilancia, no contra el hampa sino contra las ideas distintas e iniciativas de progreso. Me gusta intelectualizar la situación y compararla al mundo totalitario de la novela de George Orwell, 1984. En muchas formas se asemeja.
Como he expresado en otras publicaciones, los ciudadanos han sido reducidos a sus necesidades básicas. Eso se traduce a que en mi ciudad no hay espacio para que el pensamiento libre surja a plenitud. No hay espacio para la cultura ni para la educación. Sólo hay espacio para la preocupación y la pérdida de dignidad. Con frecuencia podrás ver en casi la totalidad de las esquinas expresiones de hambre. Ya sea personas, desde ancianos hasta niños, buscando comida en las basuras o muros gritando por el hambre.
En muy pocas ocasiones, contadas con los dedos de una sola mano, la gente suele apoderarse de las calles sin ser atacados. Y cuando lo hacen en demostraciones pacíficas, aunque estén llenas de politiquerías, me gusta pensar que hay un verdadero sentido de comunidad y solidaridad.
Lo que hace una ciudad, para mi, son los ciudadanos. Después del hambre, la venganza, el rencor, la rabia, la pérdida de dignidad, violencia, siento que hemos dejado de ser ciudadanos. Por eso Caracas ha sido reducida a un mero espacio, lleno de personas que tratan de sobrevivir todos los días. No es una lucha metafórica, es una verdadera lucha de vida o muerte. Me gusta pensar que cuando el sol no aguanta tanta desgracia en un mismo lugar y se va a descansar, y todo queda en oscuridad plena, mi ciudad se transforma y se limpia. Pero sé que simplemente todo lo malo está escondido o descansando para al día siguiente empezar de nuevo con más ímpetu.
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