Hoy he subido al castillo de Fuengirola. Era muy de mañana. Sobre índigo marino emergía el sol en una fiesta de rojos, naranjas, amarillos y blancos cegadores. Corría una brisa limpia y fresca. Todos los amaneceres son vivificadores, pero los que se forjan sobre el mar nos devuelven a los orígenes, pues en aquella fragua los cuatro elementos -tierra, agua, aire y fuego- se acrisolan de consuno.
Tiene el castillo de Sohail atractivos que no pasarán desapercibidos al observador atento. El primero es el emplazamiento. Desde cualquier punto que quiere acometerse el acercamiento y subida, la perspectiva es manifiestamente majestuosa, lo mismo llegando de tierra adentro por el paseo fluvial, que acercándose por la orilla desde levante o desde poniente; más hermosa aún debe de ser su visión desde el mar… Reconfortaba ver, ondeando sobre la torre más enhiesta, la bandera de España. Algunos hay que se avergüenzan o reniegan de ella, insignia de cuarenta años de democracia. Otro día hablaré de mis banderas (tengo varias), pero no hoy.
Mientras se acerca a la base de la colina sobre la que se levanta, cavilará el caminante sobre la singularidad del nombre. Fenicios, cartagineses y romanos establecieron asentamientos comerciales a lo largo de toda la costa malagueña. Uno de ellos estaba situado en la desembocadura del río Fuengirola, navegable entonces para barcos pequeños hasta siete kilómetros río arriba, donde hoy se encuentra el Santana Golf. Este primer asentamiento, ribereño al mar y río, es el núcleo originario de la actual Fuengirola, y recibió de los romanos el nombre de Suel, que los árabes transformaron en Sohail.
A esta hora tan temprana el castillo está cerrado, por lo que decido rodearlo. Sus diferentes elementos constructivos (sillares, tapiales, mampostería, hiladas de ladrillo, argamasa) son las huellas de los cien pueblos que por aquí pasaron. La más hermosa panorámica es la que mira al sur, al mar frontero que se abre en horizonte. Bien lo saben las palomas, que en ese paño de muralla han establecido su atalaya y desde allí vislumbran los barcos, que navegan de Algeciras a Estambul…
Hacia el 1400 llegaron unos genoveses con unas artes de pesca que llamaban boliches (es lo mismo que las jábegas): se establecieron al otro extremo de la playa, que llamaron “Santa Fe de los Boliches”. El boquerón, que pescaban con una red denominada “guirona”, era en esta orilla tan abundante como exquisito; era frecuente, por tanto, ver numerosos barcos faenando en aquellos contornos. Y el castillo pasó a llamarse “Fort Guirona”, fuerte de las guironas. Con el paso del tiempo el nombre fue corrompiéndose, y derivó en “Fuengirola”, que a esa hora de la mañana comenzaba a desperezarse.
El sitio es increíble. No conocía el origen del nombre de Fuengirola . Thx
Esta muy interesante.
Y muy bellas las fotografías.
Un gusto pasar a leer.