La cotización del bitcoin dibuja la silueta de una gigantesca montaña rusa. Después de revalorizarse más de un 120 % a lo largo del 2016, lo que la convirtió en la divisa mundial más rentable, a lo largo de los últimos meses ha mostrado una mayor volatilidad.
Durante la semana pasada, la cotización de la criptomoneda se desplomó un 20 % y alcanzó su mínimo: 9.199 dólares. Un mes antes, se situaba en los 20.000. Después de atraer inversores, el actual escenario plantea numerosas dudas. ¿Merece la pena invertir? ¿Está a punto de estallar una burbuja? La posición de los que debieran ser referentes no ayuda porque existe una profunda división. Sin ir más lejos, el pasado mes de septiembre, Jamie Dimon, presidente ejecutivo de JP Morgan Chase y uno de los banqueros más poderosos de Wall Street, se mostraba rotundo.
«El bitcoin es un fraude estúpido y su revalorización ha sido fruto de la especulación: acabará reventando». Algunos bancos de inversión reniegan de las criptomonedas, mientras otros se lanzan. En España, la posición del Santander es de profunda cautela. «No estamos trabajando con criptomonedas como bitcoin u otras. El banco está interesado en la tecnología que ha surgido a raíz de las criptomonedas, llamada blockchain o tecnología de registro contable compartido. De hecho, hemos hecho varias inversiones en empresas dedicadas al blockchain por medio del fondo InnoVentures, como Ripple o Digital Asset, y trabaja en varios proyectos internos», explican desde la entidad.Con todo, el banco español mantiene la puerta abierta.
De hecho, está analizando la posibilidad de crear a futuro divisas virtuales, pero respaldadas por divisas reales (fiat), construidas como tokens o representaciones digitales de saldos en divisa real existentes en cuentas de bancos comerciales o en cuentas de bancos centrales. La iniciativa más visible es la llamada Utility Settlement Coin, originalmente lanzada por Santander junto a UBS, Deutsche Bank y Bank of New York Mellon, y que este año se ha abierto a otras 10 entidades financieras de primer orden como HSBC, Barclays o MUFG.
Esta iniciativa ha despertado gran interés en la industria financiera, debido al potencial que tiene para permitir la ejecución, reconciliación y contabilización de movimientos de liquidez entre distintas entidades a nivel internacional, ya sea a la hora de hacer pagos internacionales simples como en la ejecución de órdenes de mercado. Algunos de los académicos que estudian la economía tampoco ven nada clara esta apuesta. Es el caso de Xosé Carlos Arias, catedrático de Economía en la Universidad de Vigo.
Tal y como explica, la evolución experimentada en los últimos años por el bitcoin ?y particularmente en el 2017, con una escandalosa revalorización que llegó a ser del 2.000 %, aunque en algún momento experimentase caídas súbitas de un 30 %? «dibuja el escenario de una de los mayores burbujas conocidas por la evolución reciente de los mercados». Según el pronóstico de Arias, «su desplome ya no es solo más o menos probable: es algo que se puede dar por seguro». «De hecho, así lo vienen indicando, aunque ese aviso sea un tanto tardío, algunas de los principales autoridades financieras; entre ellos el BCE, para quien la evolución del bitcoin responde a un típico esquema Ponzi, sinónimo de crecimiento piramidal: el derrumbe es solo cuestión de tiempo», apunta Arias.
Según los académicos consultados, el hecho de que exista una burbuja en el bitocin, no quiere decir que las criptomonedas no tengan futuro. Entienden, de hecho, que la base tecnológica para su desarrollo es ya muy fuerte, de ahí que prevean que en el futuro otras variantes de ese tipo de dinero, con fundamentos digitales y altamente descentralizados, irán cobrando fuerza.De hecho, el conglomerado bancario Mitsubishi UFJ Financial Group (MUFG), el mayor grupo financiero nipón y cuarto del mundo, planea lanzar este año su propia criptomoneda y una casa de cambio para esta divisa virtual.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) considera que las criptomonedas ofrecen «algunos beneficios», aunque también plantean desafíos, ya que pueden ser usadas para el blanqueo de capitales o financiar actividades ilícitas, por lo que ha señalado la importancia de la cooperación global en esta cuestión. «Las criptomonedas pueden tener algunos beneficios», sostuvo hace días el portavoz del FMI, Gerry Rice, señalando la inclusión financiera y la mayor eficacia. Mientras agentes prestigiosos e instituciones de primer nivel mundial recelan del bitcoin, igual que voces académicas autorizadas, los ciudadanos y los pequeños inversores se han lanzado a la criptomoneda atraídos por una suculenta ganancia a corto plazo. Y también como refugio para el lavado de dinero
La fiebre del bitcoin ya se ha contagiado al mercado inmobiliario estadounidense, sobre todo en el área de Florida, donde se ofrece a los inversores extranjeros una escapatoria a los controles de cambio en sus países y a las sanciones económicas en EE.UU. Este mismo mes de enero, en España, ha salido a la venta en Tarragona el primer piso en el que solo se acepta como medio de pago el bitcoin.
El inmueble puede adquirirse por 40 bitcoins, que al cambio actual equivale a 550.000 euros. Mientras tanto, Alemania y Francia, por boca de sus ministros de Finanzas, ya han anunciado que quieren ejercer un control más férreo sobre la moneda digital bitcoin, y en España, Hacienda ya ha anunciado que en su estrategia de inspección y lucha contra el fraude vigilará el bitcoin, los monederos electrónicos y las ventas por Internet.Discrepancias sobre si explotará o no una burbuja de la moneda virtualEl crecimiento de los valores de empresas vinculadas a Internet hizo que con el cambio de siglo estallara la conocida como burbuja puntocom.
En aquel período, comprendido entre 1997 y el 2001, las cotizaciones se habían llegado a inflar un 1.000 %, muy por debajo de la oscilación experimentada ahora por el bitcoin. Esto es lo que lleva a muchos expertos a tener la certeza de que la burbuja estallará. La cuestión es saber cuándo. La alta volatilidad de esta moneda digital la hace presa propicia para los especuladores, que ven en esa fácil oscilación un modo perfecto de ganar dinero de forma rápida.
Pero este no es el único riesgo existente: el principal es que la moneda no tiene detrás un banco central que guíe sus pasos. Esto, para algunos, se ha interpretado como una ventaja: no existe una élite que dirija la política monetaria, que pueda decidir apreciaciones o devaluaciones. Y sin embargo, otras voces ven en esta falta de respaldo el caldo de cultivo perfecto para el descontrol, al corresponder la operativa a los propios usuarios. Para comprender esto, tal vez convenga volver al punto de partida. ¿Qué es el bitcoin? Una moneda digital descentralizada en la que ningún banco ni gobierno ejerce un control, que puede ser transferible de persona a persona y que pretende ser utilizado como medio de pago y reserva de valor. Al estar la oferta limitada y tener valor, hay un precio de mercado. Sin embargo, esa cotización depende de la confianza que tengan los ciudadanos y de los inversores en que efectivamente este activo vaya a sostener con el paso del tiempo. «La única razón para comprar o vender bitcoin es hacer dinero, que es la verdadera definición de especulación y burbuja financiera», ha dicho recientemente Tidjane Thian, el máximo responsable de Credit Suisse.