Siempre sonreía, era un hombre fuerte. O al menos así lo veía. Notaba que su estado normal era el de sonreír delante de todos, disfrutar de los momentos alegres, tener espíritu de servicio… pero a pesar de eso, tenía sentimientos muy duros en su corazón, había sembrado angustia, rechazo a los cambios, ansiedad… una molestia que poco a poco empezó a relucir cuando llegó al colapso.
Estaba siendo afligido por una depresión, que no supe detectar desde el inicio, no supe identificar que la estaba padeciendo justamente porque sabía muy bien esconder su estado de ánimo en una falsa sonrisa.
Tenía a toda su familia reunida en Perú. No como otros que tuvieron que emigrar solos. Sin embargo, tenía algunos motivos que a mi parecer contribuían con esta depresión. No tenía trabajo, dormía poco, se aguantaba las quejas de sus familiares, había aumentado de peso, además de que pasaba el día frustrado hurgando en el internet sobre qué hacer con su vida.
Como no aceptaba su problema depresivo, no deseaba buscar ayuda. Se esforzaba en colaborar en el hogar para mantener a todos contentos.
Empezamos a discutir con frecuencia, siendo mi persona favorita, por ratos lo olvidaba. Discutíamos por todo, lo más mínimo. Luego empecé a notar algo distinto, él siempre buscaba refugio en su habitación para llorar, así fueran discusiones tontas. Entonces pensé, seré yo muy orgullosa, o él muy sensible? Solo allí, después de sentarme a pensar en todos los detalles antes mencionados, entendí que mi persona favorita estaba sufriendo de depresión.
Y mi rol en ese problema era ayudarlo. Si no lo haría de forma profesional, lógicamente por falta de dinero estando de inmigrante y con bajos ingresos, lo haría entonces empezando por mí, por cambiar yo, mi actitud hacia el. Mi yo tenía que menguar y Jesús necesitaba trabajar primero en mi vida, porque entendí que yo era la herramienta que faltaba, la pieza que Jesús necesitaba para transformarnos a ambos.
Más que un cambio de pensamiento, debía tener un cambio en mi estilo de vida, en mi forma de ser, de responder, de actuar, en mi carácter, en devolverme mi dulzura y serenidad que antes me caracterizaba.
Esto lo escribo en pasado, pero realmente Dios está tocando mi vida en este momento. Esa discusión de la que hablé sucedió hace unas pocas horas. Tal vez al plasmarlo aquí es una manera de drenar y meditar. Pero de lo que sí estoy segura es que no permitiré que mi persona favorita empeore con esta situación. Si su bienestar emocional depende de mí, me esforzaré en ayudarlo.
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Dani, es grato volver a saber de ti. Lamento lo que estás pasando en estos momentos de tu vida. Aplaudo la manera en que estás afrontando la situación. Que bueno que regresaste a compartir un pedacito de tu vida con todos nosotros. GRACIAS y espero volver a leerte pronto.
Cuídate y sigue luchando
hello!!! gracias por pasarte por aca lucioni , de vez en cuando escribo un poco :) a ver si retomo la frecuencia