Una pasada por la cotidianidad.

Cualquier día de la semana, recorriendo las calles de mi ciudad, veo a gente ir y venir, con morrales a cuestas, bolsas de mercados o maletines de trabajo. Hombres de flux y corbata, mujeres de vestidos o ropa casual, niños con uniformes escolares, cada uno a su ritmo, en el inquietante y frenético ritmo cotidiano. Las caras se confunden entre la masa, con el sudor de un sol que golpea y así, poco a poco se nos dibuja Caracas.

Caracas es la ciudad de una lucha constante por unos sueños que no quieren morir, por que cada día despertamos con la misma o con una nueva ilusión y que al caer la tarde, parece que no la hemos alcanzado, pero resulta que es el incentivo que nos mantiene de pie para seguir luchando cada día en una metrópolis de caos y desenfreno.

Nuestro sueño no es el americano, el de llegar a un estatus que nos de poder y a través de el sentirnos bien. Nuestro sueños mas humilde siempre serán el de una buena arepa con su queso amarillo, y el cafecito por la mañana. Con eso nos contentamos, y sobrellevamos esta vida luchando por el simple echo de sentirnos bien sin importar de donde venimos.

Es cierto eso de que el venezolano es "echao pa' lante" solo que a veces la diversión nos atrapa y nuestra felicidad muchas veces esta, aunque no pareciera, en ver la sonrisa del hermano que tenemos al lado, nos importa saber que se siente bien. A pesar de lo luchador y difícil que es soportar ser un ciudadano mas en este país, al final somos fraternales y eso lo aprendí, caminando por las tardes las calles de Caracas.