Para variar, hoy desperté tarde. Recuerdo haber soñando que caminaba felizmente por un jardín lleno de lirios, al mismo tiempo que canturreaba una de mis canciones favoritas. Oí la alarma, precisamente el tono es esa canción. De modo que no desperté en ese momento sino que sus dulces notas formaron parte de la banda sonora de mi sueño. Cuando al fin abrí los ojos y vi el reloj, me di cuenta de mi retraso. Hice café, me di un baño, me vestí lo más rápido que pude y corrí a tomar el tren. Olvidé el café sobre la mesa. Caracas y su caos tan propio me esperaban para morderme. Mientras estaba en la estación Gato Negro pensaba en Poe, ¿Se habrían inspirado en él para darle el nombre? No lo sé, siempre me ha parecido curioso. Para llegar a mi trabajo debo recorrer doce estaciones, suficiente trayecto para terminar de despertar, pero que rara vez funciona.
Todo parecía confabularse para que mi jefe me esperara con un regaño. Aquel hombre tan exigente siempre cargaba un reloj de bolsillo y lanzaba una fría mirada antes de comenzar a hablar. Otra vez había soñado más de la cuenta. No era una buena justificación, porque él no cree en los sueños. Dice que soñar es una pérdida de tiempo y que en vez de descansar para despertar con ánimos de trabajar, solo sirve para desaprovechar la noche en tonterías que no producen dinero. El café quizás me hubiese quitado parte del sueño que aún tenía, de no haber sido por mi naturaleza olvidadiza ¡Cómo lamentaba recordar que lo dejé en la mesa sin probarlo! El sistema de trenes estaba colapsado. No creí ser la única que se pasó de la hora gracias a un campo de flores, sentía ganas de preguntar: “¿Qué soñaron ustedes?”, pero era mejor callar porque sabía que la mirada de mi jefe se iba a multiplicar en los rostros de todas aquellas personas que parecían molestas por haber soñado y estar allí esperando.
Luego de media hora logré subirme al tren, atiborrado de personas y sueños, aunque nadie quisiera hablar de ellos. Sonó la alarma de emergencia, nos hicieron desalojarlo cuando ya iba por la mitad del camino y como si el tiempo estuviese en mi contra. Resulta que ese día había algo importante y no era el café precisamente, era algo más lo que olvidé y en esa mañana donde todavía podía sentir el aroma de los lirios, mi mente seguía estando allí y no me permitía recordar mi despiste; qué no daría por estar acostada en la hierba tan verde de mi sueño y no sabiendo que un reloj de bolsillo anunciaría un sermón. Otro tren, ruego que no se retrase. Ya llevo casi dos horas. Alguien empieza a cantar para luego pedir una “colaboración al arte”. Lo que faltaba. Es muy temprano para estar con tanta energía. Mi jefe hubiese aplaudido con ganas semejante muestra de optimismo matutino. Por si fuera poco, al bajarme al fin en Los Dos Caminos se me ha roto un tacón. Tardaría mucho más tiempo en caminar hasta la oficina, eso tampoco era un excusa aunque llegara con los zapatos en la mano a la empresa; el ascensor no funcionaba, veinte pisos y un tacón roto serían un reto más para este día que de un sueño pasó a ser una pesadilla.
Al llegar no encontré a mi jefe, al menos me había salvado del reloj que se burlaría de mí y de la mirada de hielo acompañada de unas cuantas palabras. Al ver mi escritorio encontré un hermoso ramo de lirios con una nota que decía: “Hoy se te permite soñar, sólo porque es tu día”. Había olvidado por completo que era mi cumpleaños.
Lo único que tengo que criticar es que en la parte donde suena la alarma y hay que desalojar el tren, dice que "aún siente el aroma de los lirios" eso rompe mucho con la tensión del momento y ha hecho que la lectura se sintiera un poco incómoda en esa parte. A parte no me acuerdo dónde, has puesto "un" en lugar de "una".
No te lo tomes a mal, solo pretendía hacer una crítica constructiva, me ha gustado mucho a pesar de que lo mío no es precisamente lo cotidiano. Sigue así, ya tienes un sub más!