Relato de un homicida: Mi primera vez

in #spanish7 years ago

Relato de un homicida:

Mi primera vez

Eran días difíciles. Pero como no serlo, si apenas el pensar que ibas a comer al siguiente día era el principal dolor de cabeza en esos tiempos, pues las necesidades básicas se convirtieron en lujos en este país y me tocaba luchar en la selva de cemento para encontrar algún alimento, solo para ese día. No era fácil tener calma en esos tiempos.

Recuerdo esa noche, era oscura como la borra de todo buen café y fría cual paleta de helado. En mi cabeza, un vaivén de ideas y pensamientos atormentaban mi juicio o por lo menos el poco juicio que aún me hace mantener la cordura en estos días.

No justificaré jamás lo que hice, pero tampoco puedo mentirles y decir que “no quería hacerlo”. Obviamente pensaba que estaba mal. Le conocía desde la niñez. No podía ser la única salida y no era quien para cometer tan cruel acto. Sin embargo, las voces del parlamento instalado en mi conciencia sostenían firmemente a voz unísona que debía hacerlo, ya era hora.

Me tomó menos de cinco minutos encontrar en la web el “método casero” más limpio y silencioso que debía utilizar para tal acto. Era obvio, para que fuese silencioso debías ir justo al órgano principal productor de ruido: su garganta. Cortarla no era opción, pues no sería limpio, digo, por lo de la sangre, así que la muerte inducida por asfixia sería la solución.

Salí de mi habitación buscando el instrumento con el que tocaría aquella melodía, aquel sonido de último aliento que causaría excitación y satisfacción a la mismísima muerte.
Fue un cinturón, lo suficientemente largo para sostenerlo con mis grandes manos y lo suficientemente fuerte para que no se rompiera cuando por fin diera aquel tirón. Nadie se dio cuenta de lo que pasaba hasta que al fin pasó, no sentí miedo ni temor, no hubo nervios ni culpa.

Cinturón en mano, fui a su encuentro y saludando de la manera más simple posible a todos quienes estaban ahí esperé el momento justo donde no chocaran nuestras miradas, no podía verle a los ojos. En ese mínimo instante me coloqué detrás de el y de manera rápida y sutil coloqué sobre su cuello aquel cinturón como si fuese un novio regalándole un collar a su amada. Aun así nadie hizo nada, todo parecía un juego de mi parte hasta que apreté aquel nudo y sostuve con tal firmeza que no pudiera fallar mi cometido. Todos quedaron mirando en shock. Nadie hizo nada. Solo me miraban despavoridos. Mientras él se desplomaba, pasaban los segundos, este obviamente forcejeó pero su instinto de supervivencia o seguramente el amor que sentía por mí, lo hacían llevar sus manos hacia el cinturón y nunca hacia mí.

Nunca olvidaré su miedo, su angustia, su rostro de pavor, esa mirada de auxilio, pero sobre todo aquel momento en el que logró girar un poco en medio del forcejeo y verme a los ojos con aquella mirada de súplica. Ya para ese momento no podía detenerme pues el daño cerebral que seguramente había causado seria irreversible. Hasta que por fin en un último intento por respirar sentí como su cuerpo dio una última e inútil bocanada.

En esa epifanía, aquel frio monstruo se había desvanecido. Ahora si sentía culpa, ahora si sentía nervios, ahora si me sentía el pedazo de mierda existencial más grande del planeta, pero sosteniendo aún muy firme el cinturón trabado en su cuello. Yo estaba llorando como niño e implorándole perdón en susurros de manera repetida, como si de un rezo se tratase.

Ya a salvo estando escondido, todo fue peor, el sentimiento, si es que se puede llamar así de repulsión por mí mismo para ese entonces era inefable… Jamás olvidaré aquel capitulo, jamás olvidaré tal lección y aunque no perdí la cabeza como otros asesinos suelen comentar, ciertamente mi perspectiva de la vida, mi manera de ver el mundo, cambió.

Lo que hice estuvo mal, yo sé que fue algo muy malo y asumo mi culpa, cargo con mi cruz, pero lo irónico es que aun así sigo pensando que dadas la circunstancia de aquel momento fue la mejor opción. Solo me habría gustado haber usado un método más sutil, algo así como que le hiciera dormir sin que lo notara.

Quedará para siempre en mi memoria la imagen de su cuerpo ya casi inútil, tendido en el suelo haciendo movimientos erróneos. Su mirada de súplica y miedo.

Soy un maldito…

DR

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