En nuestro caminar por la vida tenemos el privilegio de compartir con muchas personas que quisiéramos cambiaran ciertas actitudes, y al no lograrlo es necesario asumir que el reto es aceptarlos y trabajar para restablecer el equilibrio entre nuestra forma de vida basada en el cambio y el progreso, y la manera que pensamos que ellos la llevan, a veces nos cuesta aceptar a los demás por como son, ya que su forma de pensar y reaccionar nunca coincidirá con nuestras expectativas. Cuando hacemos un favor a una persona, nos duele si no obtenemos el mismo trato por parte de ellos cuando la necesitamos, siendo este el punto de partida de la mayoría de conflictos interpersonales. Al esperar que los demás se comporten de determinada forma les estamos negando el derecho a su identidad. Además, al enfadarnos por estas diferencias obviamos algo muy importante: ser o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo. Afortunadamente, cada persona tiene una combinación única de defectos y virtudes. Podemos aceptar su singularidad y sacar partido de las cosas buenas que nos ofrece o bien caer en criticas ofensivas que no son nada bueno, el aceptar y reconocer el valor de las personas que rodean nuestro entorno, es amar nuestras circunstancias para mejorarlas desde ese punto de partida. Cualquier enfado que tengamos con los demás es, en el fondo, el espejo de algo de nosotros mismos que nos molesta. Por eso mismo desearíamos cambiarlos, porque resulta más fácil exigir la transformación del otro que la de uno mismo. Una relación constructiva con nuestro entorno nos llevarán a un plano superior de entendimiento mutuo y felicidad. La realidad nos pone a prueba y a menudo estamos expuestos a circunstancias indeseadas. En lugar de lamentarnos por las actitudes de las personas, podemos preguntarnos qué podemos hacer para restablecer el equilibrio en nuestra vida., no obstante, es necesario aceptar las cosas como nos ha tocado vivirlas, ya que son un reto y un aprendizaje. Al mismo tiempo, en lugar de buscar culpables, debemos aceptar a los demás y no fijarnos en sus cosas que vemos negativas, sino en las cosas positivas que seguro son muchas y las otras dejárselas a Dios que es quien transforma disfrutemos las cosas buenas de las personas que nos rodean y entendamos que los que nos molesta de ellos es lo que no queremos ver de nosotros mismos y Dios nos está confrontando con ellos para ser mejores personas cada día.
DRM
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