Una geografía científica como tal, pues, no la hubo durante la Ead Media, si bien es cierto que la Alta Edad Media registra ya, a partir de El Idrisi, una cartografía objetiva, en donde, además se tienen adelantos técnico-científicos como el uso de la brújula para la elaboración cartográfica conocida como portulana, hecha por medición de rumbo y distancia en una navegación que aportaba un conocimiento geográfico de carácter empírico-concreto; pero por sobre de ello, hay dos razones fundamentales por las cuales es obligado referirla: 1) para comparación del conocimiento geográfico que no es científico; y, 2) porque prevaleció por diez siglos (la mitad del lapso de nuestra Era).
La Alta Edad Media significa en realidad el prolongado y descomunal esfuerzo del pensamiento humano para salir del oscurantismo, y logrado ello, es que se habla entonces del Renacimiento, como ese renacer de la ciencia clásica griega, que se expresa ya hacia el último tercio del siglo XV en el mapa (1478) de Paolo del Pozo Toscanelli (1397-1482), que vuelve a la idea de la representación cartográfica mediante un sistema de proyección, que, yendo más allá de la necesaria navegación y exploración en el conocimiento geográfico empírico-concreto, daba además, y por lo contrario, el necesario conocimiento geográfico teórico-abstracto propio del conocimiento científico.
Con el mapa de Toscanelli en una proyección geométrica, se estimuló el inicio de la “Edad de la Exploración”, de la que Cristóbal Colón fue su principal protagonista. El reflejo de ello en el conocimiento científico geográfico se dio esencialmente en tres descubrimientos hechos por Américo Vespucio (1454-1512): 1) Descubrir “la cuarta parte faltante de la Tierra”, “misteriosa” expresión con que Vespucio narraba a su amigo Lorenzo di Pierfrancesco en una carta, el haber logrado ese descubrimiento; expresión que por cinco siglos confundió a los historiadores, que entendieron por ello el que ya se sabría de la existencia de estas tierras, aparte de Europa, Asia, y África; 2) descubrir en una proyección cartográfica, la Proyección de Husos, la forma inversa de la transformación de la esfera en un plano; es decir, pasar ahora de la elaboración del plano, a la construcción de la esfera terrestre o Globo Terráqueo; y, 3) descubrir, con dicha proyección, la tercera; luego de las propiedades de azimutalidad y equidistancia en las proyecciones de Hiparco; de cinco esenciales propiedades de la representación del espacio geográfico en un mapa.
Hasta entonces, por un error cometido por el historiador Estrabón (ss.I ane-I dne) en su desprecio a Eratóstenes, de obtener un cálculo de 30,000 km en el perímetro de la Tierra modificando el de éste dado en 40,000 km, Américo Vespucio, en uno de sus viajes por el Atlántico con rumbo al sur de las nuevas tierra descubiertas (1502), observó haber recorrido 10,000 km habiendo zarpado de Portugal a los 40º latitud norte y alcanzado los 50º de latitud sur; es decir, en total 90º; dándose cuenta de que de la latitud de Portugal al Polo Norte, aún había 50º más; mientras que, estando en la latitud de 50º sur, aún faltaban 40º más para alcanzar el Polo Sur; esto es, sumando otros 90º más para completar los 180º de un hemisferio de la esfera terrestre. Por lo tanto, si en 10,000 km había recorrido 90º, una “cuarta parte del perímetro de la Tierra”, un hemisferio de 180º valdría 20,000 km, que sumado al otro, daría los 40,000 km de Eratóstenes, y con ello encontraba los 10,000 km, o “cuarta parte faltante de la Tierra”. Y con ello se superó un error geográfico que ya duraba quince siglos.
Con esas cartas a Soderini, Vespucio también envió un curioso mapa recortado en puntas que convergían hacia los polos, la Proyección de Husos, indicando a su destinatario que si unía esas puntas, obtendría un pequeño Globo Terráqueo. Y con ello resolvía el problema inverso de la transformación de la esfera en un plano, a partir de lo cual los Globos Terráqueos ya no se construirían de forma empírica, sino científicamente.
Pero, desde el punto de vista de la teoría geográfica, fue que, con la Proyección de Husos, Américo Vespucio descubría que podía representar la superficie terrestre tal cual es en su forma y áreas verdaderas; pero, no obstante, a cambio de sacrificar la propiedad de continuidad en el mapa. Se descubrió así, la primera de tres esenciales propiedades en la representación del espacio geográfico.
El año en que Américo Vespucio muió, nació precisamente quien, unas décadas después, en 1569, construiría una nueva proyección cartográfica en la que conservaba tanto la continuidad, como la forma real de los continentes en el mapa o representación del espacio geográfico, no obstante, sacrificándose la verdadera representación de las superficies o áreas reales: Gerardo Mercator (1512-1594). Por la solución a esa propiedad de conservación de la forma, la proyección de Mercator se conoce como Proyección Cilíndrica Tangente Conforme.
Entrado ya el siglo XVII, surge en escena Nicolás Sanson (1600-1667), al cual se le atribuye la construcción, hacia los momentos finales del Renacimiento, en 1643, de la Proyección Sinusoidal; no obstante, ya desde 1570 (poco más de setenta años antes), había aparecido la Carte Cosmographique ou Universelle Description du Monde, de Jean Cossin (famoso por atribuirse el descubrimiento de lo que luego sería conocida como América, desde 1488). Denominémosla ahora como la Proyección Sinusoidal de Cossin-Sanson. Con ella, que es la Proyección Equirrectangular de Hiparco modificada con el valor real del perímetro de cada paralelo[*], se resuelve la tercera propiedad de la representación del espacio geográfico: la equivalencia de área a escala entre la superficie real y la superficie en el mapa.
Suelen referirse una cuarta y quinta propiedades: la equidistancia, y la azimutalidad, mismas que van ligadas; consisten en la propiedad de conservarse en la representación de los continentes el rumbo magnético y la equivalencia de distancia hacia el centro de la proyección, por ejemplo, a partir de ser representados en una proyección plana polar; en ese sentido, esta es una propiedad encontrada desde las proyecciones de Hiparco en la representación del espacio geográfico.