El miedo, de nuevo. Los mayores lo reconocieron pronto. El Covid les enseñó lo que significaba tener miedo de verdad a generaciones más jóvenes. A las hornadas veteranas no, como tampoco ahora el de la guerra en Ucrania, aunque sí aprendieron una versión del temor que, prácticamente, les resultaba desconocida. El miedo inédito que invade las parcelas cotidianas. El miedo a salir a la calle. El miedo a saludarnos con un beso o un abrazo. Incluso, el miedo a dejar de tener miedo… De esto hablaba el periodista andaluz Cristóbal Montilla esta semana en el diario La Opinión en Málaga.
Mujeres gritan por la paz entre los estallidos de la guerra
Y ahora nos ha sacudido esta guerra de la vergüenza. La guerra que no merece Ucrania ni merece nadie (tampoco el pueblo ruso, cuidado con empezar a generar la cadena del odio…) La guerra provocada por el ensimismado Vladimir Putin, favorecida con que ni a él ni a sus denominados oligarcas les han parado los pies quienes están en condiciones de hacerlo, como tampoco se han cerrado los paraísos fiscales en el mundo que tanto les favorecen, pese a las decididas sanciones económicas.
Otra vez estamos ante una guerra de las de siempre. Ésta no es esa modernísima “guerra híbrida” que nos vendieron. Es una guerra a bombazo limpio de las que destruye ciudades y mata a personas adultas y a niños inocentes. Una invasión que sesudas consideraciones históricas explican, pero en absoluto justifican. Otra guerra, una vez más, otra atrocidad que ya ha generado muertos inocentes y cientos de miles de desplazados. Otra guerra que esta vez nos ha estallado a los europeos a las puertas y a los americanos en la línea roja fronteriza de la OTAN (NATO).
Y al otro lado de esas puertas ahora bombardeadas, este mundo occidental que no debe creerse superior pero sí más habitable y libre, celebra esta semana que para nosotros comienza hoy, el día internacional de la mitad de la humanidad, el de nuestras hijas, madres, parejas, compañeras, el de las mujeres. Y ya hay denuncias de que algunas han sido siendo violadas como botín de guerra por algunas bestias que aprovechan el uniforme para esconder su ralea en Ucrania. Hay que parar esto. Hay que decirlo y repetirlo y repetirlo. Aunque no baste para conseguirlo, sí al menos para no aceptar este horror de nuevo como inevitable… Hay que parar esta invasión.
© Domi del Postigo / www.domidelpostigo.es