Secuelas de la guerra: Rafiq

in #spanish7 years ago (edited)

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— Pase lo que pase, mientras estemos aquí no hacemos ruido. No hablamos, no lloramos, no respiramos. Y esperamos dos días, no uno, para salir a buscar comida—. Puntualizó su padre el primer día en que les mostró el refugio.

— ¿Y si necesitamos ir al baño?, preguntó su hermana.

— Aquí hay un balde, lo utilizamos y aguantamos tanto como podamos, hasta que podamos salir a vaciarlo.

Cuando inició la guerra Siria, Orhan Planella padre de Rafiq comenzó a cavar debajo de un armario ubicado en el sótano de la casa que compartía con su esposa, su hija Ayla y el pequeño Rafiq, para que pudieran refugiarse en los peores momentos. Dos días después de que los soldados extremistas invadieran Guta, su padre salió a cambiar algo de ropa por frutas y pan, dos días después, aún no tenían noticias de él.

Aún cuando se había pactado una pausa humanitaria para permitir a los civiles escapar de la zona de conflicto, el 03 de marzo de 2018, varios militantes entraron a su hogar y la madre de Rafiq alcanzó a ordenarle que corriera al refugio, cerrando la puerta del sótano. Aun cuando su hermana y ella estaban del otro lado de la portilla. Rafiq escuchó entre golpes, rasgaduras y jodeos, el llanto de su madre y su hermana que se desvanecía en la distancia.

El pequeño Rafiq recordó las palabras de su padre y a pesar del miedo y el dolor, se mantuvo en silencio. Calculó dos días por las vibraciones de los tanques que pasaban cerca de su casa, los soldados solo los movían de día.

Al salir por primera vez, no pudo reconocer su antigua casa, pues todo estaba roto. Camino despacio entre los escombros de madera y ladrillo hasta llegar a la calle. Donde vio cuerpos amontonados cubierto de polvo y sangre. No pudo contener una arcada. Apresuró el paso con la esperanza de conseguir algo de comida y regresar a su agujero.

Poco después encontró un montón de frutas y dos trozos de pan debajo de una manta rodeada de moscas. Estaba por llegar a su hogar, escuchó el chic-chic de un rifle recién cargado. Alguien lo apuntaba por la espalda. Rafiq volteó a ver al soldado insurgente y corrió como alma que lleva el diablo a su agujero, dejando caer las frutas y los panes. Se encerró una vez más.

Su estómago rugía con furia por lo que no aguantó el plazo indicado por su padre y al día siguiente volvió a salir. Vació el balde y caminó muy despacio a la calle, para su sorpresa, observó en el medio de ella su montoncito apilado de frutas y los dos trozos de pan. Rafiq corrió como ratón a atrapar el tesoro y girando la mirada en todas las direcciones, entonces lo vio, allí sentado sobre una pila de escombros estaba el soldado, apuntándolo nuevamente. Rafiq corrió nuevamente, pero esta vez tenía pan y fruta.

Cada dos días, el rito entre ambos se repetía. Rafiq ya tenía claro que el soldado le estaba dejando comida y que quería matarlo realmente. Por lo que un día, hizo una prueba, sacó a la calle una pequeña y desgastada pelota que encontró entre los escombros de su casa y la pateó en su dirección. El soldado al verlo, no se apresuró como de costumbre a apuntarlo, esta vez sonrió con todo el cuerpo, dejó el rifle a un lado y le regreso el pase. Pero después de un rato jugando, el hombre apresuradamente levantó el rifle y lo apuntó hacia el pequeño una vez más. Rafiq se asustó. «Fue una trampa para matarme», pensó.

Salió corriendo y antes de bajar al sótano escuchó las voces de más soldados. El soldado le estaba advirtiendo, y se llamaba Maher.

Así inició una bonita amistas durante muchos soles y lunas. Un día, Rafiq salió a vaciar el balde y escuchó disparos, voces y el sonido de vehículos. No esperó el aviso de Maher y se regresó rápidamente al agujero.

«Otra vez», pensó Rafiq vuelto un nudillo en la esquina de su agujero. Sin embargo, algo lo hizo calmarse. Comenzó a entender lo que los hombres gritaban. Estaban hablando en su idioma. Al refugio llegaba el eco de un megáfono que anunciaba que eran de la cruz roja y buscaban sobrevivientes.

Rafiq salió envuelto en una adrenalina sin precedentes y se encontró con la mirada de muchos soldados y personas vestidos de azul que lo abrazaban y le repetían que todo estaba bien.

Entre tantos desconocidos Rafiq buscaba con la mirada a su amigo Harem. Hasta que lo vio tirado sobre unas tablas con mucha sangre en su pecho.

El pequeño, con la ayuda de un joven enfermero, se subió en una ambulancia y mirando hacia atrás, por primera vez, Rafiq se permitió llorar.

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¡Gracias por leerme!


Si te ha gustado, te invito a leer a leer mis publicaciones anteriores:

Rodrigo (relato original)

La cena- Cap 3: «¿Por qué no me ayudas?» (relato original)

¡Saludos!

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Excelente relato, me atrapó, buena redacción, vas llevando las ideas y la escena sin perderte y trasmitiendo la historia y su esencia.

Muchas gracias por tomarte el tiempo de leerlo, me alegra que te haya gustado.

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Excelente relato muy conmovedor, @elsuperchamo