Conjeturas

Esmeralda se despertó con un nudo en el estómago. Era un día más en su solitaria existencia.
Miró hacia la ventana, la luz del sol filtrándose a través de las cortinas la hizo parpadear. Un día más, pensó, otro día para lidiar.

La ciudad estaba casi abandonada, el ruido de las olas del mar quebrándose en la playa era el único sonido que se escuchaba.
Esmeralda se levantó de su cama y caminó hacia la cocina.
La nevera estaba casi vacía, solo quedaba un pedazo de plátano maduro. Suspiró y se preparó un desayuno sencillo.

Mientras comía, su mente empezó a divagar.
Pensó en su madre, en cómo la había perdido hace unos años y en cómo su hijo se había ido a vivir a otro país. Se sentía sola y perdida en su caserón desatendido, con el agua llegando por gotas y la electricidad intermitente.

Esmeralda había intentado todo para combatir la ansiedad y los pensamientos tóxicos que la atormentaban.
Había tejido pulseras,
ordenado fotografías,
pintado acrílicos,
resuelto captchas en la computadora,
dio clases,
diseñó algunas cosas
y tomó fotografías a los atardeceres.
Había practicado meditación,
yoga,
había cantado
y tocado el cuatro,
pero nada parecía funcionar.

Se levantó de la mesa y decidió dar un paseo por la playa. El sol brillaba en el cielo y la brisa marina soplaba suavemente. Esmeralda caminó por la orilla, disfrutando de la tranquilidad que le ofrecía el mar. Luego, decidió sentarse en la arena y observar el horizonte.

Fue entonces cuando vio algo extraño en el cielo.
Una nube en forma de corazón.
Esmeralda sonrió, pensando que tal vez era una señal. Una señal de que algo bueno estaba por venir.
Pero su voz interior intervino, diciéndole que era solo una conjetura, que no había nada que esperar.

Esmeralda se dio cuenta de que su voz interior era su mayor enemigo. Siempre estaba ahí, recordándole sus miedos y haciéndola dudar de sí misma.
Pero tal vez,
solo tal vez,
las conjeturas podían ser verdaderas.

Tal vez,
solo tal vez,
algo bueno estaba por venir.

Esmeralda se levantó de la arena con una sonrisa en el rostro. Decidió que no dejaría que su voz interior la detuviera.
Decidió que creería en las conjeturas y en su capacidad para reinventarse la vida. Decidió que sería feliz, a pesar de todo.
Volvió a casa con un nuevo sentido de propósito.
Decidió que arreglaría la casa, que plantaría un jardín y que empezaría a escribir un diario.
Decidió que, aunque su vida fuera solitaria, sería llena de significado y propósito.
Esmeralda se sentó en su sillón y observó su casa. La casa que había sido propiedad de su familia durante generaciones.
Recordó los veranos que había pasado allí con su madre y su hijo.
Recordó las risas, los juegos en la playa y las comidas en familia.
Pero también recordó la tristeza que había sentido cuando su madre había muerto y su hijo se había ido.

Esmeralda decidió que ya era hora de dejar ir ese dolor.
Decidió que era hora de seguir adelante y de encontrar nuevas formas de felicidad. Abrió su diario y comenzó a escribir, plasmando en papel todas sus conjeturas y sueños.

En los días siguientes, Esmeralda trabajó duro en su casa.
Pintó las paredes,
arregló el techo
y plantó un jardín lleno de flores y frutas frescas.
También comenzó a cocinar deliciosos platos con los pocos ingredientes que tenía. Invitó a algunos amigos a comer y compartió su comida con ellos. Descubrió que podía ser feliz en compañía de otros, aunque solo fuera por un rato.

Esmeralda continuó escribiendo en su diario todas sus conjeturas y sueños. Descubrió que podía encontrar la felicidad en las cosas más simples de la vida, como el sol en su rostro,
el sonido del mar
o el canto de los pájaros.

También aprendió a escuchar a su voz interior, pero esta vez, no dejaba que la controlara.
Poco a poco,
Esmeralda se convirtió en una persona nueva.
Una persona más fuerte, más feliz y más valiente.
Una persona que había encontrado su lugar en el mundo, aunque fuera en su pequeña casa a orillas del mar caribe.

Un día, mientras observaba el horizonte, vio otra nube en forma de corazón. Esta vez, no dudó en creer en las conjeturas.
Sabía que algo bueno estaba por venir.
Sabía que, aunque su vida fuera imperfecta, era perfecta para ella.

Y así, la vida de Esmeralda continuó.
Aprendió a vivir en el presente,
a disfrutar de las pequeñas cosas
y a no preocuparse tanto por el futuro.

También continuó explorando su creatividad.
Pintaba,
dibujaba,
tomaba fotografías
y seguía escribiendo en su diario.
Aprendió a disfrutar de su tiempo a solas, pero también a valorar la compañía de los demás.

Pero lo más importante de todo, es que Esmeralda encontró la paz interior que tanto había buscado.

Ya no se sentía sola ni perdida en su ansiedad.

Ahora, se sentía llena de vida y de esperanza.

Esmeralda se sentía feliz y completa por primera vez en mucho tiempo.

La vida de Esmeralda no era perfecta, pero era perfecta para ella.

Había encontrado la felicidad en las cosas más simples de la vida y había aprendido a valorar lo que tenía.
Ya no creía tanto en las conjeturas, pero sí creía en sí misma y en su capacidad para encontrar la felicidad.

Esmeralda, mi amor.

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