Desde la mañana hasta la noche nos enfrentamos a dificultades, contratiempos, sufrimientos, agitaciones varias y situaciones de envidia, celos, rechazo, que pueden provocar en nosotros depresión, ansiedad, miedo e intolerancia de todo orden. Pasamos el día resolviendo estos problemas, sin saber cómo darle un giro en nuestra vida. Somos los sujetos de nuestra felicidad. ¡La vida es hermosa! Hay que despertar nuestra sensibilidad y desarrollar hábitos positivos, optimistas, trasparentes. Si miramos la vida con menos dureza y menos exigencias, ella podrá no ser tan perfecta, pero si más liviana, agradable y placentera.
Las personas felices tienden a seguir un cierto sistema de hábitos que los alejan de las personas tristes y estresadas. Al implementarlos en su propia vida, también puede convertirse en una persona feliz. Los hábitos “felices” incluyen dejar ir los resentimientos, expresar gratitud, tratar a los demás con amabilidad y mirar a los problemas como desafíos. Vivir en el presente, despertar a la misma hora cada mañana, comer correctamente y hacer ejercicio, son otros “secretos” que las personas felices tienden a adoptar. Por ejemplo ante la injuria o la humillación reaccionamos de varias formas: nos quedamos tranquilos y nos tragamos el insulto. Nos mostramos educados, pero nos perjudicamos al reprimir una emoción. Otra manera seria, no controlamos nuestras emociones y reaccionamos bruscamente. Nos quedamos con un trauma, pero nos mostramos maleducados. Y por último oímos la agresión, sufrimos su injusticia y creemos que lo dicho no es verdad y, que aunque lo fuera, el asunto debería de tratarse de otra forma. En este caso, no nos dejamos alcanzar por la agresión; más bien buscamos tranquilizar al agresor explicándole mejor lo sucedido para restablecer la paz. La manera de reaccionar es personal, pero es importante que nos preparemos para responder a aquellas situaciones sin ser maleducados ni reprimidos