Me llamo Pablo tenia 18 años y era un día común y corriente de mi vida, llego a casa de mi novia después de clases como era de costumbre, tocó a la puerta, toc! toc! ... abre su madre y me dice:
— ¿Hola como estas? Mi hija aun no ha llegado, pasa adelante para que la esperes.
Procedo a entrar e inmediatamente le pregunto ¿Me puede prestar el baño?
—Si no hay problema sube y utiliza el de la segunda planta.
Subo ya que tenía una necesidad que no podías esperar, entro y dejo la puerta entre abierta, procedo a bajar mi cremallera y observó en el fondo una braga colgando de encajes.
Pude suponer que no era de mi novia, ya que era grande y por la talla tenía que ser de mi suegra.
La tomó con mi mano y la estrechó entre mi nariz, y allí estaba un fuerte pero dulce aroma vaginal que mando inmediatamente una señal a mi cerebro produciéndome una gran ereccion.
Empiezo a masturbarme y allí pude imaginármela estrechando nuestros cuerpos, con unos 25 años de diferencia era una mujer que se conservaba muy bien, voluminosa de grandes glúteos y cadera.
En ese instante empujan a la puerta, era ella, me había descubierto, —¿Que haces? Exclama, lo siento no pude evitarlo le respondo, me toma por el brazo y me lleva hasta su habitación, yo completamente asustado no sabía que hacer, ella me dice:
—Con que te gusta oler no! Pues ahora vas a oler de verdad!
Se desnuda completamente, abre sus piernas, me toma por la nuca y lleva mi cara hasta su vagina, allí estaba el mismo aroma, yo sin creer lo que sucedía, empecer a dar el más grande oral que había dado en mi vida mientras escuchaba sus gemidos de placer y de una mujer que parecía ya mucho tiempo sin tener sexo.
Finalmente se sube sobre mi y cabalga como un jinete que no quiere perder la carrera a gran velocidad y a paso acelerado, hasta que todo mi líquido es expulsado dentro de su ser y con un gran gemido nos abrazamos hasta la ultima gota.
A partir de ese instante cada día llegaba una hora antes a casa de mi novia para percibir el dulce aroma mi vieja flor.