El revuelo se ha hecho presente en el reino celeste. Todos están atónitos por las afirmaciones de aquel alado que regresó del divino jardín consternado y describiendo con exactitud las terribles imágenes que constituyeron su revelación. Confusión hay en angelicales rostros, incertidumbre y alteración.
La fuente de aguas celestes, es escenario de una complicada situación; ¿Qué repercusión tiene para todos este singular hecho? ¿Tiene algún propósito específico? ¿Por qué a esta criatura de entre todas las allí reunidas?
El ambiente es denso, todos buscan las cercanías de aquel quien descendió al divino, creando turbulencia en la acción; más todo entra en calma cuando tal como imponentes trompetas intervienen las sublimes voces de aquellos quienes se reconocen como Gabriel, Rafael y Miguel.
El silencio absoluto acaricia el entorno y la paz está en todo, hasta en las palabras que llegan a ser pronunciadas por un Gabriel conciliador. En su discurso se desplaza la idea de no caer en la desesperación por los recientes acontecimientos sin dar lugar a las merecidas deducciones y mucho menos sin tomar en cuenta la voluntad de Él que predomina desde el principio de todo.
-“La serenidad es la virtud que nunca debemos aislar de nuestro ser”. Sin embargo, el pensamiento del ser de luz que es centro de atracción ahora, no puede dejar de asegurarse a sí mismo que todo esto radica en algo más complejo. Rafael está al tanto de la tensión presente y complementa lo articulado en ese momento con palabras muy sentidas: -“Él, supremo y omnipotente ha derramado su eterno poder en el infinito para permitir que ahora, todos nosotros estemos seamos y nos desplacemos irradiando la luz divina constituyente de su creación por los terrenos en los cuales se ha hecho su voluntad. En estos momentos todos estamos sorprendidos por la singular visión que ha tenido nuestro hermano, pero dentro de todo, hemos preferido atender a la indagación en cuanto a su magnificencia creadora, suponiendo y distanciándonos de la idea, de que para Él no es imposible sobrepasar los límites de nuestra comprensión. No somos conscientes de que no estamos en el nivel preciso de razón para conocer todas las acciones que lleva a cabo y sus consecuencias”- Al pronunciar la última palabra, Miguel se dirige seriamente al ángel quien descendió al Edén y escucha atento:-“Luzbel, hermano mío, acepta que Él obra de misteriosas formas”.
Y Luzbel, que era su nombre, hermoso como su rostro, hermoso como su música, no era alentado en su interior por las voces que oía, y en su confusión solo le urgía comunicarse:
-“En considerables lapsos de reflexión he tomado en cuenta lo que han comentado aquí, el misterio que radica en la voluntad creadora, nuestra existencia, la profundidad de nuestro ser y lo que me ha llevado al jardín, la criatura hombre que mora en ese sublime lugar. En todo instante me intrigaba su poder y todo lo concerniente a su presencia en el infinito. A medida en que mas pensaba en ello, algo se vertía en mi lago de intrigas, y era la posición de nosotros en todos estos hechos que iban gestándose poco a poco y que en un punto no tenían tanta importancia. Posteriormente con la llegada al Edén del creado a su imagen y semejanza, comencé a sentir un desbalance en mi integridad, y es con eso hermanos míos, conjuntamente a mi reciente experiencia, que todo se ha vuelto más claro, afirmándome que nuestra relevancia para Él es victima de la decadencia, haciéndose cada vez más efímera”-.
La consternación aparece. A la multitud de luminosos seres le cuesta asimilar lo que ha manifestado Luzbel. Unos comentan entre sí, mientras que otros asienten y muestran aprobación, ellos quienes siempre le han acompañado. Entre tanto suspenso y movimiento surge de nuevo la voz de Gabriel, quien posando su mano en el hombro izquierdo del aturdido Luzbel, le susurra al oído:-“Él solicita tu presencia”-. El que ha sido tocado por Gabriel es de igual forma tocado por el asombro. Muchas cosas pasan por su mente en tan cortos instantes. No hay agitación tan fuerte en alguna esencia elemental creada como la que invade a Luzbel ahora. Al alejarse lentamente de la fuente de aguas celestes, decide mirar atrás y su panorama se reduce a una gran cantidad de angelicales ojos observándolo, siendo entre todos ellos los de Miguel los más atentos y fríos que se cruzan con su mirada.
Intranquilo, confundido y lleno de pesar, transita el ángel Luzbel por un trayecto aparte de extenso , incierto, no hay nada en su pensar más que las aseveraciones que ha traído consigo después de haber dejado el Edén, y constantes voces que vienen y van en su audición, casi imperceptibles cual soplido, diciendo ¡Hombre! ¡Salvación! Y ¡No te serviremos!
Mereces más votos, creo que mucha gente no te ha leído, promociona tu narrativa por discord