Hoy vengo con un pequeño relato. Es bastante melancólico pero me agrado mucho, espero a usted lector, le agrade de igual manera.
Era una apacible noche de invierno en la ciudad, los niños ya no jugaban y los ancianos enfermaban, tiempos difíciles, pues la pobreza había tocado a la puerta de casi todos los habitantes de aquella metrópoli al tiempo que el hambre y la desgracia desempacaban maletas en las habitaciones más frías de aquellas casas a medio derrumbar.
La vida a Carlitos se le escapaba por los poros de la piel al mismo ritmo que la hipotermia hacía su trabajo, aquel infante sentía un profundo sueño al que deseaba abrazar. Carlitos no volvería a trabajar en su vida. El mundo era un lugar difícil en ese entonces, su madre, una enfermera que se sentía impotente por no poder ayudar a su hijo, intentaba vender las pocas cobijas que le habían quedado luego de que su esposo dejara esta tierra, sin embargo, nadie las compraba porque no tenían suficiente dinero para hacerlo “ayúdenme, mi hijo es lo único que me queda”, gritaba, a pesar de ello, todos tenían a alguien a quien no querían ver muerto pero que, sin embargo, estaba por hacerlo, las personas no estaban para ayudar al prójimo en aquel lugar del mundo. Mientras tanto, las gotas de lluvia y los cúmulos de granizo se aglutinaban en la piel desnuda de un anciano que poco o nada podía hacer para moverse, pues sus piernas eran lo suficientemente débiles para evitar cualquier movimiento que unos años menos podrían otorgarle. La vida para aquel anciano anónimo, se le escapaba por los poros de la piel…
Pero la vida era más simple para Aquiles, quien dejó a la suerte de un revolver que encontró tirado después de que mataran al dueño de una tienda que solía frecuentar por quitarle un poco de la comida que aún quedaba, ese día, la suerte había decidido que la bala se encontraría justo donde el cañón apuntaba, aquel hombre había dejado viuda a la que recientemente se había casado con él, mujer quien tenía esperanzas de que, al menos, no pasaría las crueldades del invierno y el hambre a solas, y que preparaba una sopa que había cambiado por sus aretes de oro favoritos, después de todo, comerían juntos después de mucho tiempo de no hacerlo, sería una sorpresa para Aquiles, pues ella le había visto a él a solas diciendo que se comería una rata, si el invierno no las hubiera matado a todas.