Evangelio según san |
En aquel tiempo,
abía una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel de la tribu de Aser: ésta era ya de muchos días; y había vivido siete años con su marido desde su virginidad¹. Y esta era viuda, como de ochenta y cuatro años; que no se apartaba del templo, sirviendo día y noche en ayunos y oraciones. Y como llegase ella en la misma hora, alababa al Señor², y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Israel.
Y cuando lo hubieron todo cumplido³ conforme a la ley del Señor, se volvieron a Galilea a su ciudad de Nazaret. Y el niño crecía, y se fortificaba⁴, estando lleno de sabiduría; y la gracia de Dios era en él.
¹ Desde que se casó. Frase hebrea, para significar que estuvo siete años casada
² El griego: alternaba en las alabanzas: alababa al Señor juntamente con Simeón. Y confesaba y reconocía al niño por su verdadero Dios y Señor. Y así lo decía a todos en Jerusalén, como añade el texto Griego.
³ José y María.
⁴ El texto griego: en espíritu. El Evangelista habla de este niño, como de un niño ordinario, que habiéndose vestido de nuestra naturaleza, se sujetó como todos los otros hombres a que, a proporción que iba por la edad creciendo en el cuerpo, su espíritu se adaptase a todas sus acciones exteriores, y se fuese manifestando más y más de cada día. Siendo por su divina naturaleza la sabiduría esencial del Padre, se mostraba esta, como eclipsada, bajo los velos de una carne, sujeta a crecer y fortificarse progresivamente del mismo modo que la de los otros niños.