Si tecleas en el buscador de google las palabras “parecer más…”, entre las primeras sugerencias aparecerá “parecer más joven”. Si tecleas “sentirse más…” esta máquina desalmada y tan conocedora de los anhelos humanos te ofrecerá “sentirse más seguro” o “sentirse más vivo”, y nada de juventud.
Bernardo Strozzi. La vieja coqueta.
¿Por qué nos importa tanto en este contexto “parecer”, y no “ser”?
La industria de la belleza está ganando miles de millones de euros, dólares, rublos y yuanes por todo el mundo, alisando arrugas, disimulando ojeras, escondiendo manchitas y patas de gallo -todos estos testigos de nuestra sabiduría y de nuestra experiencia-. Unas señas de que, bien o mal, ya hemos vivido algún que otro acontecimiento, ya hemos llegado a algunas metas y ya hemos sobrevivido en las tormentas y tragedias cotidianas. Unas señas que, en teoría, deberían de llenarnos de orgullo y respeto hacia sí mismo…
Creo que la respuesta está en el hecho de que no aceptamos las tareas de cada edad. Para nosotros muchas veces es importante aplazar, si es posible hasta el infinito, la necesidad de responder a las preguntas difíciles: ¿qué valor tengo para la vida y para mí mismo fuera de las funciones reproductivas y la atracción sexual? ¿Cuándo voy a cumplir las promesas y las esperanzas? ¿Para qué vivo?
El físico joven te permite no salir de la problemática de “ligar y no tener relaciones serias”, “pensar sobre tus futuros logros” y “buscar tu sitio en el mundo”. Es una gran ayuda para el autoengaño. Una máscara tipo Pueblo Potyomkin, que permite no pensar de la miseria y el hambre que reinan detrás de las fachadas bonitas. Y al revés: el cuerpo con alguna que otra cana y con arrugas, incluso si se siente mucho mejor que el otro, corregido con Botox y la cirugía plástica, te obliga a pensar “¿quién soy?”, “¿qué he hecho hasta ahora?” y sobre todo “¿adónde voy?”
Francamente creo que si el valor más importante que uno puede ofrecer al mundo al llegar a la edad de madurez es una cara lisa, bonita y sexy, es muy, muy triste. Entonces su vida no le ha servido para nada – con 20 años esta persona valía mucho más que ahora.
Yo quiero ser joven durante un largo rato: para cumplir mis sueños, para llegar a mis metas, para ver crecer a mis hijos y mis nietos. Es importante cuidar la salud, el intelecto y, sobre todo, el ánimo. También creo que es importante definir el estilo y seguir teniendo “buena presencia” incluso con la melena blanca y las arrugas que, quiero o no, algún día cubrirán mi rostro. Pero los intentos de parecer más joven, según mi opinión, no solo desprecian toda tu vida y tus experiencias, sino también ponen en evidencia este desprecio para los demás…
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