Cada vez cuando veo u oigo esta pseudosabiduría me entran ganas de reír. Ahora este consejo se hizo muy popular y aparece por todas partes, desde los “motivadores” de las redes sociales y hasta las consultas de los “sicólogos” de toda índole. “¡Vive en el presente!” “¡Haz solo lo que te gusta hacer de verdad!” “¡Las preocupaciones por el futuro te quitan la alegría del momento!”
Y claro, si no lo consigues, si sigues preocupado por lo que podría ocurrir, si estás analizando el pasado, si tienes planes y recuerdos, allí está el problema, ¡bingo! No vives en el presente. Pues nunca, jamás pienses en el mono blanco…
No sé qué opinan mis queridos lectores. Yo os puedo contar como viviría de verdad este día si supiera que fuera el último. Primero, alejarse de mi marido y de los niños, que no tienen que tener el doble trauma: un día con mamá tristona y llorona, asustada y totalmente pirada y a la mañana siguiente, muerta. Así que me quedaría sola, y después de asegurarme de que está bien mi seguro y mi testamento y que mi marido tiene acceso a todas las cuentas y tarjetas, tomaría un poco de calmante para parecer una persona normal y grabaría unos videos de despedida para todos. Y luego con mucha probabilidad me drogaría definitivamente y con una buena mezcla (antidepresiva y alucinógena), porque, primero, es la oportunidad (única en la vida) de probar esta experiencia sin riesgo y luego es mucho mejor morir colocada que asustada.
¿Qué conclusiones puedo sacar de ello? ¿Que tengo que vivir alejada de mi familia y probar droga cuando antes? Pues lo dudo mucho.
Lo importante de la vida es que nosotros con mucha probabilidad (toquemos la madera y recemos por ello) NO vivimos el último día, y tampoco el primero. Vivimos en una continuidad, en una perspectiva, y en el día de hoy tenemos ya el brote de nuestro mañana y los frutos del ayer. Y queremos o no, tenemos que dedicar una buena parte de nuestro cerebro a analizar el pasado y sacar conclusiones de todo tipo, y otra buena parte de nuestras fuerzas se gastan para cuidar de nuestro futuro y de futuro de los demás, cercano o lejano. Por eso estudiamos, ganamos dinero, por eso damos luz a los hijos y los educamos, por eso organizamos las bodas, compramos pisos y hacemos reformas. Si existiera solo hoy, no haríamos 99% de las cosas que forman nuestra vida, pero está muy, muy bien que las hacemos.
Otro tema es que sería muy triste sacrificar el presente completamente, y muchas personas sí que tienen problemas porque lo hacen a diario y toda la vida. Diré un truismo, pero el único camino razonable en este campo es buscar el equilibrio entre “quiero hacer esto” y “tengo que hacer aquello”. Entre el placer y la alegría del momento y las posibilidades de tenerlos en el futuro.
Pero este truismo es bastante difícil de asimilar porque no ofrece ninguna solución fácil y evidente. Es un camino muy pedregoso, lleno de trampas, de errores, de voces negativas, de necesidad de reflexionar y de superar a sí mismo. Y vivimos en la época de las soluciones fáciles y de la felicidad que se vende con grandes rebajas en los supermercados enormes.
Y allí, sin duda, sólo se puede vender la idea del “último día”, junto con otras ideas: “amor sin esfuerzo, y si no, no es tu amor verdadero”, “si no te gusta o te cuesta algo en tu trabajo, no es tu vocación”, “a los niños hay que educarles siempre de manera amena, y si el colegio no consigue competir con el zoo y el circo, no vale para nada”…
Un supermercado bastante triste… y peligroso.
Reciclado de mi blog, extranjerita.wordpress.com
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Me alegro de verte x aquí :)
Ага , тут повеселей капает, чем на Голосе